Subvalorados y estrujados

El país se ahoga en un mar profundo de perplejidades y confusiones. Y todo por cuenta de la proyectada Jurisdicción Especial para la Paz. Una cosa dice el gobierno sobre esta criatura sin nacer y otra las Farc. Las contradicciones son evidentes. Tienen al país en la más desconcertante oscuridad. Se discute en medio de dudas y sospechas, dado que no se conocen los 75 puntos del acuerdo habanero. Todo son especulaciones y paradojas.

Mientras esto ocurre, Nicolás Maduro se burla de todo y de todos. Calificó de falso el informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre la violación de los derechos de los colombianos en la frontera. La cual vuelve a cerrar a su antojo, defraudando las expectativas abiertas en la reunión de Quito.

De los pocos que saben quién es Maduro y para dónde va, es el expresidente del gobierno español José María Aznar. Ha hecho certera radiografía del régimen de Maduro y sus aliados. De lo que significa su combo como actores intimidantes en una región en la cual la madurez política no ha podido alcanzar su mayoría de edad.

Los países del Alba que tienen a Venezuela como modelo, dice Aznar, “no son países creadores de soluciones sino generadores de problemas. Sus condiciones son cada vez peores para sus ciudadanos, pero también más amenazantes para otros países…”. Que lo diga Colombia, chantajeada por tan incómodo vecino, y de haber contado con mandatarios complacientes y temerosos frente a las exigencias de los capataces que allá históricamente han gobernado…

Se desconcierta el mundo civilizado con la indiferencia de los gobiernos del continente americano frente a las provocaciones y arbitrariedades del señor Maduro. Ante esa cobardía y contemporización, el Nobel Vargas Llosa fustigó en la asamblea de la SIP “su falta de coraje” a la hora de denunciar dictaduras. Calificó “la perseverancia en el error como una de las características de latinoamérica”.

Con algunas excepciones, la región ha ignorado la condena a Leopoldo López y las inminentes penas a los demás presos políticos, judicializados por un sistema arbitrario en donde no existe real separación de poderes y menos debido proceso. Con razón manifestaba Aznar: “La actitud y pasividad de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos en relación con Venezuela ha sido inaceptable. Y cuando estas cosas se dejan pasar en términos de derechos humanos tiene costos. En este momento al régimen venezolano le interesa ser un agente provocador”.

Otro buen consejo de Aznar ante esta indiferencia e insolidaridad de las naciones que se llaman democráticas: “Está bien no caer en las provocaciones como práctica inteligente, pero tampoco consentir que las cosas sean dirigidas por los provocadores”. Y esa política inteligente se convierte en sagacidad diplomática cuando hay cancillerías. Las mismas que le han faltado al país para moverse con vigor en todas las organizaciones mundiales para denunciar los atropellos.

La carencia de esos atributos conduce a que se nos irrespete. Poco pesa Colombia en los organismos internacionales. Se nos quita mar, se nos arrebata tierra. Los vecinos y el resto de naciones de la comunidad americana ven la falta de decisiones en los gobiernos colombianos. Por eso se les subvalora y hasta se les estruja.

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