Todos los días más claroscuridad

Las últimas encuestas de opinión reflejan algo que hace un par de meses no se le pasaba por la cabeza a nadie, mucho menos a los seguidores del doctor Santos quienes solo veían el triunfo de su candidato por todas partes, y muy lejos estaban de suponer que las cosas iban a dar una vuelta tan rápida y peligrosa para lo que ellos daban por seguro, pues no dudaban del segundo período del presidente candidato.

Pero como la liebre salta donde menos se espera, en el momento en que arrancó la campaña por la presidencia, después de las elecciones parlamentarias como estaba previsto por los más serios analistas, las cifras empezaron a mostrar unas tendencias que han puesto contra la pared a quienes guardan las esperanzas de continuar ejerciendo el mando, y sobre todo de continuar con las poco convincentes conversaciones de paz con los alzados en armas.

Este no es un hecho gratuito, pero la insistencia de Santos en seguir tapando el cielo con las manos, dando vueltas y revueltas para justificar su respaldo a los actos criminales de quienes siguen delinquiendo en todas las formas posibles, llegando a la aberrante peculiaridad de que hemos regresado a las épocas de hace 12 años, cuando el pesimismo alcanzaba la increíble cifra de un 59 por ciento. Si a esto añadimos que la favorabilidad del presidente está por el 29 por ciento, es decir, diez puntos menos que en una encuesta pasada realizada por Datexco, una de las empresas que más le mete el dedo a ayudar Santos, las cosas son de preocupar, y bastante, a los oficialistas.

En cambio, todo indica que el resto del país, que cada día es más mayoría, va polarizándose en contra del estado actual de cosas que muy poco nos tiene contentos. Ya al menos tres candidatos mayoritarios han expresado en forma clara que una de sus principales finalidades es no permitir la reelección del mandatario actual, y que están dispuestos a llegar a coaliciones para lograr su propósito.

Esta decisión se fortalece en forma más contundente, cuando Santos expresa sus sentimientos, o los de su hermano Enriquito el mayor oligarca de izquierda que ha tenido este país, como si fuera algo muy patriota diciendo que mucho dudaría si tuviera que dar de baja a Timochenco y sus secuaces.

Queda claro que las conversaciones de La Habana no pasan de ser un sainete, y a pesar de que creemos en el patriotismo de los negociadores -lo reitero-, sentimos con gran recelo que están maniatados para reaccionar ante los crímenes que siguen cometiendo a diario los malhechores.

Todo esto ha revuelto el avispero y las cifras siguen mostrando una realidad diferente, porque la gente está pensando con la cabeza y no quiere volver bajo ninguna circunstancia a las oscuras horas del terrorismo, luego de haber alcanzado un largo período de paz, tranquilidad, y sobre todo de credibilidad en sus gobernantes.

Dediquémonos esta Semana Santa a rezar por un futuro más venturoso para nuestros hijos y nietos, y que las estadísticas sigan presagiando un horizonte más claro.

P.D.: Si el amor es ciego, lo mejor es darle una probadita antes.

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