Tramposo de principio a fin

Definitivamente, el tal acuerdo de paz entre el presidente Santos y los narcoterroristas de las FARC, termina igual a como empezó: con trampas.

No olvidemos que fue mediante engaños y trapisondas como el señor Santos llegó a la Casa de Nariño, y que a escondidas y contrariando la voluntad de sus electores emprendió los dichosos diálogos de La Habana.

Él fue elegido con el fin de aniquilar la banda narcoterrorista y no para que la sentara a conversar de igual a igual, y menos aún, para que se doblegara servilmente ante sus requerimientos, como quedó evidenciado en el dichoso Acuerdo Final.

297 páginas escritas en ese lenguaje fariano, denso, repetitivo y pletórico de recovecos idiomáticos que enmascaran una vergonzosa lista de concesiones para los narcoterroristas de las FARC y de oscuras amenazas para el resto de colombianos. Un documento que, lamentablemente, pocos van a leer, empezando por los enmermelados medios de comunicación que no hacen más que exaltar unas bondades inexistentes, seguido por la también edulcorada legión de admiradores que delirantes repiten como loros que por fin la paz llegó a Colombia.

10 millones de hectáreas en un “fondo de tierras” para los mandamases y para quienes ellos determinen. Además, la “formalización de la propiedad”.

Elegibilidad política para los responsables de crímenes de lesa humanidad y la suscripción del “partido político de las FARC”, obviamente financiado por el Estado, al igual que su “Centro de pensamiento” y las candidaturas para Congreso y Presidencia.

Cinco curules para Senado y cinco para Cámara de Representantes, más 16 circunscripciones especiales FARC.

Un representante en el Consejo Electoral.

31 emisoras radiales para hacer pedagogía sobre el acuerdo y seis voceros en el Congreso, mientras llegan las elecciones.

Amnistía para todos y asistencia económica de más de veinte millones para cada desmovilizado.

Cese de los procesos por cultivos ilegales, no extradición por narcotráfico y, para quienes confiesen los crímenes de lesa humanidad, no habrá cárcel sino “penas alternativas”.

La anterior una pequeñísima muestra de los regalos a los que se harán acreedores los miembros de una de las más poderosas organizaciones narcoterrorista del mundo, y que serán financiados con el dinero de los colombianos, a cambio de que no nos sigan asesinando ni destruyendo el país, y de firmarle un papel al señor Santos que lo acredite como pacificador para que pueda acceder a su codiciado premio Nobel.

Un compendio de licencias para las arrogantes FARC y de ultrajes para el país, que arrasa nuestra frágil institucionalidad, profundiza la peligrosa división en la que nos sumió el engaño y los insultos del señor Santos, e induce a nuevas confrontaciones. Severo debilitamiento de nuestra democracia que nos pone a merced del Socialismo del Siglo XXI.

¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera? Es la mañosa pregunta con la que pretenden concluir el esperpento.

¿Apoyo? ¿No es apruebo o desapruebo?

¿Paz? ¿De qué paz hablan cuando hay miles de menores secuestrados prestando servicio militar y sometidos a los más repugnantes vejámenes?

Da asco el solo pensar por qué no se condicionó su entrega, al menos, para la firma del dichoso acuerdo.

¿Fin del conflicto? ¿Cuál? ¿El de las FARC?

En efecto, el negocio entre el presidente más mentiroso y desprestigiado de la historia y la entidad más odiada por los colombianos es tramposo de principio a fin.

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