Triunfo de cristal

El reconocimiento de la victoria de la oposición por parte de Maduro ha generado que tanto acá como en Europa algunos sostengan que prueba de la naturaleza democrática del socialismo del siglo XXI y de la transparencia de su sistema electoral. Nada más falso.

En Venezuela el sistema electoral está cargado a favor del chavismo y es susceptible de fraude. Todas las autoridades electorales son chavistas, el sistema puede ser alterado y al no existir papeleta de respaldo, comparar los resultados electrónicos con los físicos es imposible. En todo caso, las autoridades electorales no permiten ninguna auditoría. Y si ello no bastara, las circunscripciones electorales se alteraron para favorecer las zonas donde ha habido mayor fuerza chavista, de manera que en esas áreas se pueden elegir congresistas con la tercera o la cuarta parte de los votos que se necesitan en las áreas del país donde predomina la oposición.

Entonces, ¿por qué Maduro aceptó los resultados que le dan a la oposición mayoría calificada de dos terceras partes en la Asamblea? Por razones que nada tienen que ver con la democracia y el sistema electoral. La primera, que la diferencia a favor de la MUD fue de casi veinte puntos. Apabullante. El fraude hubiera sido de tal manera evidente que era imposible. La MUD ganó incluso en Barinas, donde nació Chávez, y en otras zonas del país donde tradicionalmente había habido mayoría chavista. Por eso la diferencia en las curules en la Asamblea es aun mayor que la de la votación. El sistema, diseñado para favorecer al chavismo, jugó en contra de este.

Pero la segunda es mucho más importante. Ya se sabe que a pesar del demoledor resultado a favor de la MUD, el chavismo estaba dispuesto a despojarse de la careta y desconocer los resultados. Eso explica que a pesar de las enormes diferencias a favor de la oposición, la autoridad electoral solo expidió el primer resultado en la madrugada del lunes. En el entretanto, Diosdado Cabello amenazó con sacar las milicias a la calle y desconocer los resultados. Para eso estaban preparados. Ya Maduro había advertido que la revolución triunfaba “como sea” y que gobernaría en una “unión cívico-militar”. El fraude estaba preparado y el CNE listo. Y si era imposible, quedaba la huida hacia delante. Maduro afirmó que en caso de una derrota “no entregaría la revolución y la revolución pasaría a una nueva etapa”. Pero se les cayó el ala militar. Vladimir Padrino, ministro de Defensa, enfrentó a Maduro y a Cabello y se opuso a desconocer los resultados. Y en un mensaje evidente, desplazó unas tanquetas a Miraflores. En la noche del domingo salió en televisión, con la plana mayor detrás. Solo después el CNE emitió el primer comunicado reconociendo el triunfo de la oposición.

Padrino fue el héroe de la jornada. Pero no por convicción democrática. Ha sido un chavista beligerante y agresivo. Lo hizo porque al interior de las FF. MM. prima el descontento con el régimen. Los militares también sufren la escasez, las interminables colas y la hiperinflación que borra de un plumazo cualquier ingreso. Saben bien que solo en la cúpula se benefician de la corrupción. Detestan la injerencia cubana en Venezuela y en los asuntos castrenses. Se escandalizan con el cartel de los soles y de los comisarios. En las circunscripciones electorales donde votan los militares la oposición ganó con un setenta por ciento. Padrino sabía que desconocer los resultados significaba la fractura de las FF. MM. y seguramente un alzamiento militar, un enfrentamiento con las milicias y un baño de sangre.

En prevención de lo que ocurriría, había sacado a su familia de Venezuela. Ahora Maduro pide la renuncia de los ministros y, junto con Diosdado, quieren defenestrar a Padrino. Cabello quiere nombrar al mando a uno de los compañeros de promoción. Si toman el control definitivo de las FF. MM., podrían desconocer el triunfo de la oposición. Sin el apoyo de los militares, es de cristal. Se abre en Venezuela un período de inestabilidad muy peligroso.

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