UN ELEFANTE EN UNASUR

La semana pasada el periódico El País de España publicó una entrevista con el expresidente colombiano Ernesto Samper, ahora a cargo desde Quito, Ecuador, de la secretaría general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Se le veía cómodo en su nuevo cargo diplomático de poderoso hemisférico, mientras soltaba obviedad tras obviedad en sus respuestas. Provoca llanto.

Dos asuntos quedaron claros al final del conversatorio. El primero, que Samper es aún el político ávido de poder que se acomoda a lo que le traiga el viento, siempre y cuando se le garantice un trono medianamente trascendente. El segundo es que Unasur, bajo su mando, seguirá como un organismo inocuo, sin más brazos para actuar que los que la revolución bolivariana le permita.

El mismo hombre que hizo tambalear a Colombia mientras se aferraba a una presidencia ilegítima, posa ahora de mediador de conflictos regionales gracias a sus posturas diplomáticas tibias y a las sonrisas que le brinda a cualquiera que se las reciba. Opina sobre las drogas y el proceso de paz. Luego habla de lo duro que son los trasteos internacionales. Cuenta un chiste flojo. Finaliza pontificando de Brasil y de Venezuela y en ese último renglón suelta la que quizá sea la mayor perla de su nueva visión geopolítica. "El presidente Nicolás Maduro es un hombre de diálogo", concluye.

Lo dice sin ruborizarse. Borrando de tajo con su dictamen la irregularidad estatal venezolana que ahoga su política interna y olvidando que ese gobierno amenaza con cárcel ante el mero olor de la disidencia.

Es evidente, desde sus pasos del 2010, que la Unasur es una comunidad de raigambre venezolana. Tampoco es algo nuevo. Las organizaciones multilaterales tienen siempre un participante cuyo peso es claramente mayor que el de los otros miembros. Lo que resulta patético aquí es que Samper, para agraciarse con Caracas, ofrezca opiniones cómplices de abusos y en contravía de la realidad.

Pero no hay nada qué hacer, ahí está ya. Ubicado en uno de los edificios más portentosos de Quito, hablándole entre risas a la región mientras sigue su vida política sin siquiera ruborizarse por su pasado oscuro. No es mucho lo que esperábamos de Unasur antes y ahora con Samper las expectativas son todavía más débiles.

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