Una decepción anunciada

Durante la semana que pasó sucedieron muchas cosas que nos han dejado en el colmo de la decepción y que han incrementado nuestro pesimismo respecto a los tan mencionados diálogos de paz, que para infortunio de nuestra patria cada día se alejan más de hacerse una realidad.

Comencemos por la forma grosera y despiadada con que los malhechores de las Farc han tratado a la representante a la Cámara Clara Rojas, negándole el carácter de víctima de los asesinos, siendo, como el mundo entero lo puede testimoniar, la principal mártir de esta sangrienta guerra cuyas justificaciones solo viven en las mentes putrefactas de los bandoleros.

¿Cómo puede ser posible que después de sobrevivir durante más de siete años junto con su hijito, nacido en las entrañas de las más escabrosas montañas y selvas de Colombia, tengan el cinismo de decir que fue ella misma quien se les entregó para sufrir semejante holocausto? ¿Quién, que no sea un demente, la podría acusar de no haber aguantado, como si nada estuviera pasando, parir su hijo en medio de los animales salvajes de la selva, logrando milagrosamente sobrevivir a semejantes peligros?

Estas son solo una muestra de las preguntas que nos hacemos ante las estupideces de unos seres que tienen muerta el alma, como lo decía en estos días Popeye, tan parecido a ellos y el mayor sicario que ha dado la historia sangrienta de la mafia colombiana.

Por esto es que hemos perdido la confianza en que algo bueno se vaya a conseguir del tinglado maestro que ha creado el gobierno de Santos, con él a la cabeza, para convencernos de que Timoshenko, Márquez y toda la pléyade de bandidos van a cambiar sus torcidas mentalidades, y en gestos de verdadero patriotismo van a dejar de asesinar a un pueblo trabajador y honesto que espera con desesperación poder vivir como seres civilizados.

Pero además, sentimos repudio al ver que los altos mandos de las Fuerzas Armadas se hayan tenido que sentar, por orden del gobierno, al frente de los subversivos a escuchar el discurso incendiario del jefe de los bandoleros, rechazando la decisión del ejecutivo de que serán los militares, verdadero soporte de la nacionalidad, los que guiarán al sector civil en la entrega de armas que ahora están en poder de la guerrilla. Esto para que los astutos y siniestros farianos no vayan a hacer otra de sus trapisondas, puesto que seguramente ya tienen preparada su trampa, como lo han hecho todas las veces que han pretendido engañarnos considerándose los abanderados de la paz.

Los colombianos hemos llegado al límite, rezando de rodillas para tener un país con tranquilidad, pero nos llenamos de angustia al ver que los enemigos de la patria, actuando ladinamente, solo pretenden llenar sus arcas con los dineros ilícitos de la droga y con el funesto crimen del vil secuestro.

Todavía no hemos perdido la guerra, pero el hecho de que no estemos satisfechos con las actitudes del gobierno no quiere decir que la oposición esté conformada por criminales. ¡Qué tan lejos está el gobierno de Santos en ser un gobierno democrático, cuando en forma tiránica y aprovechando una justicia inoperante y politizada, han convertido a algunas de las altas cortes en verdaderos palacios de la Inquisición contra todo lo que huela a Centro Democrático.

P.D.: Un pacto político es el arte de dividir un pastel con mermelada de tal manera que cada quien crea que ha recibido una porción mayor que la de los demás.

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