Una Decisión Histórica

En 1603, Isabel I, la hija de Enrique VIII que había ascendido al trono de Inglaterra en 1.553, murió sin descendencia, y los Tudor fueron sustituidos por la dinastía de los Estuardo. Se impuso el absolutismo con sus respectivas instituciones políticas. Después de intensas luchas entre el Parlamento y el poder absolutista se produjeron cambios en las instituciones políticas que representaron el triunfo del Parlamento sobre el Rey y, por lo tanto, el fin del absolutismo en Inglaterra. Es lo que se conoce en la historia como la Revolución gloriosa.

A partir de 1.688, el Parlamento ejerció un control firme de la política estatal, lo que supuso una diferencia abismal, ya que los intereses del Parlamento eran muy distintos de los de los reyes Estuardo. Estos cambios se manifestaron en todos los aspectos de la economía inglesa impulsando grandes mejoras en el transporte, la metalurgia, la energía de vapor y en especial la mecanización de la producción textil y el desarrollo de fábricas para producir artículos textiles manufacturados. Así, la Revolución gloriosa de las instituciones políticas condujo al triunfo definitivo de la Revolución industrial con sus nuevas instituciones económicas que luego, con el transcurso de los años, se propagaron en muchas regiones del mundo.

El pasado lunes 16 de septiembre el Presidente Álvaro Uribe tomo una decisión histórica al aceptar encabezar la lista de Senado por el Centro Democrático. No se trata, simplemente, de obtener unas curules en el Senado y la Cámara de Representantes para reproducir la estructura de clientela con la que los partidos políticos tradicionales le han hecho tanto daño al pueblo y a la institucionalidad del país.

Se trata de un hecho sin precedentes en el cual un líder sin igual asume la responsabilidad de colocarse a la cabeza de su pueblo para conducir las grandes transformaciones en las instituciones políticas y económicas. Lo nuevo es que esas grandes transformaciones se impulsaran desde el Parlamento, justamente, la institución afectada por el mas alto grado de desprestigio y desconfianza ciudadana.

Al anunciar su programa fundado en los cinco pilares de la seguridad democrática, la confianza inversionista, la cohesión social, la austeridad y el diálogo social, proyectó el enfoque de las grandes transformaciones que se avecinan: 1) el cambio estructural del Parlamento para curarlo de las enfermedades terminales que lo afectan como el clientelismo, la corrupción, le ineficiencia y el tráfico de influencias. El Parlamento bajo una nueva concepción surgirá como un instrumento decisivo para garantizar el equilibrio democrático de una institucionalidad que incluya la pluralidad económica, social y política del pueblo colombiano. 2) la transformación de la justicia, del poder judicial como la gran herramienta para garantizar la seguridad y la tranquilidad de todos los ciudadanos. Una justicia impoluta, transparente, eficiente, oportuna, depurada de la corrupción y los carteles de los falsos testigos. Es la seguridad jurídica para todos, para el que tiene y el que no tiene, para el rico y el pobre, para el que con esfuerzo invierte en el desarrollo económico del país. No es una justicia con impunidad para los criminales sino una justicia que genere confianza y dignifique al ciudadano.

El solo anuncio del Presidente Uribe de encabezar la lista al Senado ya cotizó al legislativo. La gran mayoría de sus detractores empezaron por reconocer que su sola presencia elevaría  la jerarquía de esta institución en decadencia y que sumado a la presentación, por primera vez, de un programa para ser desarrollado desde allí era algo inédito e innovador en la política colombiana. La gran virtud de esta decisión es que desde el primer día, el Presidente Uribe, empezó ganando para bien del futuro de la patria. Muy pocos han visualizado la dimensión del impacto que esta decisión tendrá en las próximas décadas.

Hace 43 años, el 19 de abril de 1.970, guardadas las diferencias, se presento una coyuntura parecida a la presente. Por un lado un poder económico y político concentrado absolutamente por los dos partidos tradicionales y por el otro un pueblo enardecido por la desigualdad y las carencias de todo tipo. Lamentablemente a la cabeza del pueblo estuvo una concepción populista, demagógica, clientelista y atrasada que fue incapaz de interpretar los deseos y sentimientos profundos de la gente, perdiéndose así una oportunidad excepcional para dar impulso a unas instituciones políticas y económicas incluyentes.

Ahora el momento es muy distinto, nos encontramos frente a una coyuntura crítica que puede romper con un pasado demasiado costoso en perdidas económicas y humanas originadas en políticas e instituciones excluyentes que han operado como freno del buen desarrollo económico, social y político. Esa coyuntura crítica, por serlo, puede transformarse en una coyuntura creadora e innovadora de la política colombiana. Contamos con un líder visionario y profundamente convencido que los problemas que viene arrastrando nuestra sociedad no pueden ser resueltos con prejuicios ideológicos de izquierda o de derecha. En la esencia del pensamiento del Presidente Uribe esta definido, el país lo que necesita es una institucionalidad política y económica incluyente que nos permita construir una verdadera democracia para todos.

Al igual que sucedió en Inglaterra hace 400 años, Álvaro Uribe puede conducir una Revolución política gloriosa que desemboque en la gran revolución económica en la que puedan participar todos los colombianos. Esto nos permitirá, en el futuro, vivir en paz, con seguridad y con una sustancial disminución de la desigualdad y la pobreza.

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