Una empresa criminal

"¿No nos dimos cuenta antes de las elecciones de que nos enfrentaríamos a un inminente fraude?"

El domingo en la noche algunos amigos me manifestaron su satisfacción por los buenos resultados del Centro Democrático en las votaciones al Senado. No pude ocultar mi desconcierto, similar al que experimenta quien acaba de ser atracado y todos le dicen que agradezca que saliera con vida.

¿Cuántas veces no hemos sido víctimas de estafas y terminamos sintiéndonos culpables? Ese es el sentimiento que me ha venido rondando desde que comencé a escuchar por la radio el manejo confuso de los escrutinios, tan parecido al de Venezuela hace casi un año. Desde las 4:30 de la tarde las cosas olían mal y se notaba que empeorarían.

¿Acaso no nos dimos cuenta antes de las elecciones de que nos enfrentaríamos a un inminente  fraude? Se comenzaron a ver indicios  desde cuando Santos llamó a la Unidad Nacional, haciéndonos creer que era para trabajar por el bienestar de todos y no un juego de politiquería y corrupción. Esto ha llegado a extremos como la entrega reciente de tres millones de millones de pesos a los congresistas afectos al gobierno, junto a la repartición de casi dos mil cargos importantes y contratos de obras. Con esto salieron los corruptos políticos a comprar votos, crecer la burocracia y despilfarrar el dinero del Estado en propagandas. Pero también se manifestaron con el ofrecimiento de cien mil casas gratis o cuando la intimidación a los ciudadanos por parte de los terroristas con fines electorales, se quedaba sin respuesta del Estado.

Las graves denuncias sobre estos delitos están soportadas con pruebas que han sido desestimadas por la justicia y los organismos de control. Las revelaciones de un Carrusel de la Reelección, recogidas de computadores de Palacio, no han tenido eco en los medios y las investigaciones se encuentran en el limbo, como tampoco se investiga sobre la evidente compra de votos y no se castiga a los culpables de asesinatos a simpatizantes del Centro Democrático.

Podemos deducir que estas sucias jugadas son tan sólo el comienzo -se dice que detrás está el asesor de campañas venezolano pero pienso que este oscuro personaje es tan sólo una pieza más en el tablero de juego-. Ya lograron su primer objetivo, hacerse a las mayorías en el congreso y de paso pretender humillar a Álvaro Uribe. El siguiente será ir tras la reelección de Santos para luego claudicar frente al terrorismo en La Habana.

Haciendo un resumen de los indicios de fraude tenemos a una Registraduría y un Consejo Nacional Electoral parcializados. Unos medios comprados que de manera estratégica influyeron en los electores. Los tres millones de millones que Santos entregó a los partidos amigos del gobierno: Partido Liberal, Partido de la U y Cambio Radical para comprar votos y hacer publicidad en forma desmedida – en algunos casos con engaño haciendo creer que la U era el partido de Álvaro Uribe-. La contratación desmedida de personal como el que se dio con el innecesario Censo Nacional Agropecuario. Al Centro Democrático le negaron el nombre y posteriormente su logo, tampoco se le permitió recoger firmas en varias partes del país con amenazas y asesinatos, impidiéndose la inscripción a muchos candidatos. A miles de testigos electorales del Centro Democrático no se les permitió entrar a los puestos de votación y no se hizo la revisión del software de escrutinio solicitada por el mismo movimiento. Se trasladaron mesas de votación y se inscribieron de manera irregular a militares. Todo esto y más hicieron de las elecciones del domingo el ataque más grave a la democracia colombiana en su historia.

¿Podremos ir a elecciones presidenciales con este precedente? No hay ninguna garantía de un juego limpio y ya estamos prevenidos, van a hacer lo que les dé la gana, muy al estilo de una empresa criminal. Hay políticos criminales y criminales políticos y en esta se aliaron los dos especímenes para tomarse el país. Lo que hace una empresa criminal es hacerse al control de las actividades económicas, concesiones, autorizaciones, adjudicación de contratos, impedir el libre ejercicio del voto u obtener votos para ellos mismos a través del dinero, la intimidación armada o el chantaje como ocurre con la mafia en distintos lugares del mundo.

Qué tristeza terminar pareciéndonos a los países vecinos -aunque parece que ya los superamos-. Si el fraude en Venezuela fue de un millón de votos, en Colombia venimos de sobrepasar esa cifra y, para colmo de males, acá como en El Salvador también se fue la luz en algunos municipios en el momento del conteo de los votos e inesperadamente terminaron vencedores congresistas de otras regiones que, por extraña coincidencia, pertenecen a La U. y muchos votos del Centro Democrático estaban entre los 2.300.000 anulados o no marcados.

Tantas irregularidades harían nulas las elecciones del 9 de marzo dejando un manto de duda sobre las presidenciales de mayo.

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