Una nueva torpeza

Es desafiante el acto de proselitismo político que tuvieron las Farc en La Guajira.

Es natural que un proceso de paz como el que llevan a cabo el Gobierno Nacional y las Farc en La Habana transite caminos empinados y llenos de espinas. Nadie dijo que es fácil llegar a un acuerdo con una guerrilla de más de 50 años, con mil intereses y exigencias de por medio y que suele tener salidas en falso que bordean el cinismo. Y que no parece importarle echar por la borda poco o mucho de lo avanzado.

Es desafiante el acto de proselitismo político, con 20 buses para llevar delegaciones, con tarima y 2.000 almuerzos, que tuvo lugar el pasado jueves en el corregimiento de Conejo, a 15 minutos de Fonseca (Guajira), con la presencia de ‘Jesús Santrich’, ‘Joaquín Gómez’, ‘Rodrigo Granda’ e ‘Iván Márquez’, por si fuera poco, escoltados por guerrilleros armados. Y con distribución de volantes, como si se tratara de verdad de candidatos en campaña.

Es un lugar común decirlo, pero fue un verdadero conejo el que le quisieron poner a la sana intención del Gobierno, al permitirles a los jefes guerrilleros ir a hacer pedagogía de los acuerdos en los campamentos, acompañados por los países garantes, en aras de aclimatar la paz.

Pero esta vez rompieron la regla de no entrar en el casco urbano, no tener contacto con la población civil y, menos aún, hacer manifestaciones políticas, como lo aclaró ayer, desde Manaure, el presidente Santos, quien precisó que les debe quedar claro que no permitirá que hagan proselitismo con armas. Si esta prohibición fue desde el primer día un inamovible es porque alberga el nervio mismo de la confianza y la esperanza en este intento de paz. “No solamente violaron las reglas y los protocolos, sino que es un duro golpe a la confianza depositada en la negociación y a la confianza de los colombianos en el proceso”, dijo el mandatario.

He ahí el punto. Es un error no solo tratar de ‘medirle el aceite’ al Gobierno, sino ignorar que con esta actitud envían un mensaje a los colombianos de que poco pueden fiarse en su palabra. Y eso es grave. Si algo necesita el proceso, y las Farc, especialmente, es credibilidad. Por eso hace bien el jefe del Estado en hacerlos retornar a La Habana, donde debe poner las cosas en claro. Esto no se puede repetir.

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