Una sola consigna de Duque

No basta con enunciación de las políticas
El afianzamiento de la opinión pública

Con la posesión del presidente Iván Duque el próximo martes se inaugurará, al mismo tiempo y verdaderamente, el esquema Gobierno-Oposición en el país. En ese sentido, el gobierno debe fijar claramente una perspectiva política a seguir que, en pocas palabras, permita entender o avizorar el horizonte que se pretende. Con los dos mandatos de Álvaro Uribe Vélez, por ejemplo, se sabía que la consigna de la “Seguridad Democrática” comprendía la lucha contra la subversión y el restablecimiento de la Constitución en todas partes del país. Del mismo modo, durante las dos administraciones de Juan Manuel Santos, desde hablarse fundamentalmente de “locomotoras y unidad”, la verdad sea dicha se sabía que todo estaba orientado hacia la política negociada del conflicto armado que llamó “Paz para todos”.

El gobierno de Duque, en el mismo sentido, debería acoger una sola consigna de la cual pueda desprenderse sus demás actividades. En la campaña como presidente electo, por supuesto, dejó fijados una buena cantidad de programas para desarrollar la política pública en los diferentes sectores. Pero tal vez no basta, ciertamente, con decir “Todos unidos por Colombia”, puesto que allí no existe una orientación de alcance relevante que pueda resumir sus intenciones en un solo epíteto.

En su momento, del mismo modo, presidentes como César Gaviria soportaron su acción gubernamental en consignas como “Bienvenidos al futuro”. En el mismo sentido, el entonces primer mandatario, Andrés Pastrana, fijó sus orientaciones en la “Alianza por el Cambio”.

Muchos son, naturalmente, los flancos que se esperan del presidente Duque. Uno de ellos, por ejemplo, la prevalencia de las instituciones en el país y la recomposición económica. Faltaría encontrar, en los reajustes al proceso de paz y la recuperación de la seguridad, así como la derrota de los cultivos ilícitos, un título certero que permita compendiar los alcances de su gobierno. Propuestas novedosas, como la economía naranja, demuestran así mismo, que hay focos sobre los cuales cimentar la vocación de futuro de su administración. De la misma manera, siendo el mandatario más joven de América, se supone así mismo que direccione el país hacia los tiempos contemporáneos.

Hay claras señales en ese sentido, verbi gracia, el nombramiento en el Ministerio de Ambiente que permite vislumbrar una clara preocupación por el cambio climático y no hay la más mínima opción de regresar a hace más de una década cuando llegó a creerse que ese despacho podía subsumirse en ministerios de otras funciones, a fin de bajar el gasto público. En esa misma dirección, tampoco resulta hoy viable eliminar el Ministerio de Justicia, clave en la reinstitucionalización del país, como tampoco unificar los despachos de Salud y Trabajo como se hizo en alguna oportunidad. Por el contrario, su anuncio de crear un ministerio de la Ciencia y la Tecnología demuestra su interés por incorporar al gabinete temas fundamentales en la agenda contemporánea.

Pese a nombrar, en una buena proporción, un gabinete de veteranos, especialmente en los ministerios básicos, de Duque se espera un salto hacia el futuro que permita salir de los propósitos nacionales de corto plazo, signados por lo demás con la bendita manía colombiana de las prioridades simultáneas, es decir, la nulidad de toda prioridad cuando todo se vuelve, en la misma proporción, importante. Muy seguramente, claro está, todo ello quedará debidamente consignado en el Plan de Desarrollo. Aun así, para el caso, todavía se recuerda el discurso de posesión del presidente Santos cuando prometió un “Nuevo amanecer”. Que ello se haya producido o no es harina de otro costal, pero en todo caso ahí fijó sus intenciones.

Al otro lado, en cambio, hay una oposición que inclusive se anuncia bastante cerrera. De antemano, en esa vía, se cuenta con la causa abierta al expresidente Álvaro Uribe, por parte de la Corte Suprema de Justicia, que en principio pareció drenar su fuerza política a cambio de su defensa jurídica. Por fortuna, el anuncio de su renuncia, que era una decisión prácticamente tomada, tuvo reversa positiva y Duque podrá contar con su puntal más caracterizado, tanto en el Senado, como en el plano nacional e internacional. La opinión pública, en general, no ha visto con ojos favorables las talanqueras impuestas al expresidente Uribe. Si bien y por descontado nadie está por encima de la ley, en la misma medida el país parece agotado de antemano con un pleito fundamentado en los dimes y diretes de convictos y sentenciados por delitos gravísimos.

No pudo, en todo caso, la oposición cobrar la renuncia de Uribe como un triunfo anticipado y la carambola de que quedaba todo el espacio parlamentario y político a su favor. No quiere decir ello, en todo caso, que avezados contradictores, de reconocida data en el Congreso, no vayan a utilizar el control político con una sistematicidad sin parangón.

A los efectos, el presidente Duque ante todo debe tener sus consignas claras porque, no sólo deberá soportarse en sus ministros y su coalición en el hemiciclo, sino crear un estado de opinión prevalente y creciente ante los ojos de la opinión pública.

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