Uribe renuncia a la medalla de la UIMP tras presiones “totalitarias” y de la Embajada colombiana

Las tensiones que se viven en Colombia han pasado de los campos de plantación de coca a los pasillos del Parlamento, de las fosas comunes donde los narcoterroristas enterraban a sus víctimas a las columnas de los periódicos, de los agujeros infectos y húmedos donde se pudrían cientos, miles de secuestrados durante años por las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a los despachos enmoquetados de embajadas y presidencias regionales de Gobierno. La guerrilla es hoy ideológica y ha logrado su propósito de evitar la concesión de la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) al ex presidente Álvaro Uribe.

Hace pocos días, Uribe envió una carta al rector de la UIMP, César Nombela, a la que ha tenido acceso OKDIARIO. En ella, pese a su redacción muy respetuosa, el ex presidente colombiano rechaza con contundencia su medalla y, sobre todo, las presiones “totalitarias” que han llevado a que la Universidad se echara atrás en su homenaje.

Carta remitida por Álvaro Uribe al rector de la UIMP, César Nombela.

Presiones políticas, recogidas de firmas por internet, amenazas de boicot al acto, previsto para el 5 de julio… desde que el pasado 15 de junio se supo que la UIMP concedía su más alta distinción al hoy senador y presidente del partido Centro Democrático (CD), no han faltado manifestaciones en contra del presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y de los dirigentes de Podemos en la región.

La semana que viene, está prevista la visita de Álvaro Uribe a España. La Menéndez Pelayo gestionó una intervención del ex presidente colombiano en uno de sus prestigiosos foros de la Universidad de Verano y, al lograr su presencia en un acto previsto para el próximo 5 de julio, el consejo de Gobierno de la institución, con su rector César Nombela a la cabeza, decidió distinguirlo con la Medalla de Honor.

Pero el prestigio de la institución académica es tal, que la noticia llegó de inmediato a los oídos de los radicales que hace exactamente un año auparon a Miguel Ángel Revilla al Gobierno de Cantabria. El 25 de junio de 2015, Revilla firmaba con José Ramón Blanco, secretario general de Podemos en Cantabria, el pacto para lograr la abstención de tres diputados del partido morado a cambio de una serie de concesiones programáticas, como una rimbombante “declaración del estado de emergencia habitacional”.

Tras el ruido de los populistas, el propio Revilla rechazó públicamente cumplir con el protocolo: “No lo voy a recibir porque está en contra de la paz en Colombia”, alegó refiriéndose a su disconformidad con la postura de Uribe en los llamados diálogos para la paz que el Gobierno actual de Juan Manuel Santos mantiene con los narcoterroristas de las FARC en La Habana.

A los pocos días, Revilla intervino en una emisora colombiana W Radio tratando de dar argumentos en contra de la concesión de la medalla: “Las distinciones no se dan a personas polémicas”, dijo, sin poder entrar en más detalles a pesar de la insistencia de las preguntas.

El polémico Uribe

Es cierto que Álvaro Uribe es polémico. Lo es por su defensa de unos postulados muy firmes en lo tocante al proceso que se sigue en Colombia con las FARC. Recientemente, el pasado jueves, Santos y el líder terrorista Rodrigo Londoño, alias Timochenko, firmaron el acuerdo definitivo para la paz, bajo los auspicios de la dictadura castrista de Cuba. El CD de Uribe se niega a aceptar algunos de los términos de este pacto, pues concede la “práctica impunidad a los crímenes de los terroristas de las FARC”, los integra en la sociedad “sin cumplimiento de penas de cárcel”, “iguala sus crímenes con la persecución de los mismos” por parte de las fuerzas de seguridad y militares colombianas y “no resarce a las víctimas“.

Además, Uribe denuncia “la tergiversación de la ley” por el hecho de que el Gobierno Santos haya elevado a rango de constitucionalidad el acuerdo alcanzado con los terroristas, “incluso antes de su firma”, y pretenda convocar “un plebiscito de sí o no a bloque” de todo lo acordado. “No estamos en contra de la paz, sino de esta paz, que no lo es”, defiende el antecesor de Santos en el Palacio de Nariño.

Presiones de la Embajada

Pero lo más grave no fue la intervención de Revilla, sino las presiones sufridas por el rectorado de la UIMP por parte de la Embajada de Colombia en España. El mismo día en que César Nombela cursa invitación a la Embajada para que, protocolariamente, algún alto representante de la misma pueda acudir al acto solemne de entrega de la Medalla de Honor de la UIMP a Álvaro Uribe, el embajador se niega, trasladando asimismo, su malestar por dicha distinción. En ese momento, todo empieza a torcerse.

Habían pasado cuatro días desde la concesión de la medalla y sólo quedaba uno para que, en una comida mantenida por personal de la Universidad y emisarios del ex presidente, se empiece a deslizar la posibilidad de suspender el acto público y entregar la distinción a escondidas y en fecha desconocida. Al día siguiente se firmaban los acuerdos en La Habana y el malestar en el Gobierno colombiano con los homenajes a quien más se opone al principal legado que quiere dejar Juan Manuel Santos se reproducían exponencialmente.

El Ejecutivo de Bogotá interpretaba el acto solemne y su repercusión –que ya era enorme en Latinoamérica– como “una interferencia en el proceso de paz”. Incluso el rector, sorprendido por las fricciones tan enconadas en la política colombiana, comenta a alguno de sus cercanos que “la cosa ha trascendido a los ministerios y nos dicen que es muy peligroso” seguir adelante, según fuentes cercanas.

 Uribe compara estas prácticas con las de “Fidel Castro y Hugo Chávez” y renuncia a una distinción que “nunca buscó”

La UIMP emitió una nota a los dos días anunciando la suspensión del acto, pero nada se decía de si la medalla continuaba siendo concedida. La interpretación del texto hacía pensar que a Uribe se le había dado un premio con freno y marcha atrás. Así que, antes de continuar con la polémica, el propio ex presidente remitió la citada carta al rector Nombela renunciando a la alta distinción, pidiendo que se diera por revocada su condecoración y lamentando la “cesión de la Universidad a las presiones del totalitarismo” y comparando a quienes presionaron desde despachos enmoquetados, desde las redes o desde la calle, con “Fidel Castro y Hugo Chávez”, quienes “han implantado el adoctrinamiento […] y la represión sanguinaria” en lugar de las libertades, como “la de cátedra”.

Así acaba la historia de una distinción que nunca nadie “buscó” y que el distinguido rechazó antes de verse humillado. Así funciona la política cuando no se rige por principios, sino por conveniencias y presiones. Los radicales han logrado sólo su propósito, evitar el merecido homenaje a un luchador por la libertad digna de su pueblo, pero Uribe sigue siendo el político mejor valorado de su país y el presidente que más daño hizo a los narcoterroristas colombianos y con quien su país más creció en economía, prestigio y libertades.

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