¡Vamos pa’tras!

Vamos pa’trás, hacia un desgobierno casi total, una mexicanización, en materia de seguridad y narcotráfico. Y no es por ofender a México, país que amo. Pero la realidad es que en Colombia, como en México, se está perdiendo la batalla contra los carteles de la droga, las bandas criminales y la corrupción. La población civil se siente abandonada por el Estado y su miedo es absoluto.

En Colombia, los carteles de la droga, ahora llamados bacrim, son más fuertes, organizados y experimentados que los de los años ochenta y noventa, y crecen como la espuma de la cerveza.

Hoy tenemos el doble de hectáreas sembradas en coca a las de hace seis años, al finalizar el gobierno de Álvaro Uribe. Los sembrados van en aumento desde que el gobierno de Juan Manuel Santos canceló las fumigaciones aéreas.

Peor aún, las bacrim y el ELN suman a sus crímenes y al dinero que entra a sus cofres, la minería ilegal que arrasa y contamina con mercurio nuestros bosques y ríos, destruyendo la naturaleza y a los seres humanos, sin que a los criminales les importe un bledo. Tal como lo hicieron por décadas las Farc.

Los femicidios se han multiplicado; entre el 2014 y 2015 fueron asesinadas en el país 1.395 mujeres, solo por su condición femenina. Se han multiplicado las desapariciones y volvieron los secuestros.

La corrupción en la policía, que antes era casi inexistente, hoy florece, aunque muchos tratan de negarla y encubrirla. Lo mismo ocurre entre los políticos, a nivel nacional y local.

Caciques políticos, corrompidos hasta la médula, se han afincado en grandes territorios de la nación, y el Gobierno impávido, nada hace. Y qué de los millones, de origen siniestro, transportados en carros con placas del Senado. ¿Qué destapará este vergonzoso escándalo?

¿Qué está pasando?, ¿por qué el retroceso? Pues muy sencillo; los criminales han visto que en Colombia el crimen paga, ¡y de qué manera! Las Farc van a ser perdonadas, sin castigo, por décadas de traficar con droga y vidas, por haber matado y sembrado minas quiebrapatas a diestra y siniestra, por haber destrozado el medio ambiente sin compasión. Entonces ¿por qué han de preocuparse otros criminales?

Cuando los jefes del ELN, o de esta o aquella bacrim, se sientan acorralados o simplemente cansados, obtendrán los mismos beneficios, o más. Tierras, pensiones y su chanfaina en el Congreso de la República. Tal como lo negociaron las Farc con Santos.

Hoy, los líderes de las bacrim andan de plácemes. Tienen montones de exguerrilleros de las Farc o exparamilitares bien entrenados y dispuestos a engrosar sus filas y sus bolsillos. Y si mañana los cogen, ¡qué importa!, saldrán mejor librados que cualquier campesino u obrero que se haya matado trabajando honradamente.

Santos, encandilado por un posible Nobel de la Paz, se olvidó de gobernar, de garantizar la seguridad en todo el territorio, de cuidar que la criminalidad no aumentara, que los cultivos de coca disminuyeran, que llegara comida y medicina a todo el pueblo y que nadie muriera de hambre.

Hoy estamos lejos de una paz verdadera. Los cabecillas de las Farc puede que lleguen al Senado, por cuenta de Santos, pero en Colombia la violencia arrecia. ¡Vamos pa’atrás, como los cangrejos!.

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