Venezuela: se cierra el cerco

Para quienes tenemos la firme convicción de que sin prensa libre ningún sistema de gobierno merece el calificativo de democrático debe ser motivo de alarma el tener que registrar en un lapso breve, apenas cuatro meses, la muerte de un medio –Diario Hoy del Ecuador– y la agonía de otro, el periódico Tal Cual, de Venezuela.

En efecto, el pasado sábado, este diario informó que el periódico que dirige el excandidato presidencial Teodoro Petkoff –que no es, precisamente, una figura de la derecha de su país– podría dejar de circular a partir del próximo 24 de octubre.

Una explicación somera apunta a la cada vez más aguda escasez de papel –uno de tantos productos que ya no se ven en el vecino país– como la causa del posible cierre. La misma que ya ha llevado a seis periódicos a cerrar sus puertas y a otros cuatro a suspender sus actividades. En este caso específico ocurrió que el grupo Últimas Noticias –antigua Cadena Capriles– canceló de forma unilateral el contrato que desde hace una década tenía con esta publicación para su impresión y distribución.

Pero por supuesto que el asunto tiene raíces mucho más profundas y estas llegan hasta la cada vez más marcada intolerancia de la revolución bolivariana con quienes, amparados en el derecho fundamental a la libertad de expresión, asumen en la esfera pública posturas distintas a las oficiales.

Esta creciente tendencia a silenciar las críticas al modelo chavista ha llevado a que se implementen medidas en otros campos para, de forma indirecta, asfixiar a los diarios que son, a estas alturas, el único sector de la prensa que mantiene distancia de Miraflores, pues radio y televisión ya están prácticamente en la órbita bolivariana.

En el caso de Tal Cual, la presión no solo ha venido por el flanco del papel, también se han denunciado presiones gubernamentales sobre las empresas que pautan en dicho diario, llevándolo a un callejón cuya única salida es la que ya han tomado otros medios en similar situación: pasar forzosamente a manos de nuevos y desconocidos inversionistas en condiciones de rescatar a estas empresas, gracias a que cuentan con el visto bueno del Gobierno. Así como en los regímenes totalitarios.

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