Venezuela, sin luces de esperanza

Mientras el presidente venezolano inicia una gira para intentar ganar tiempo a la crisis económica, los mecanismos de la represión política se endurecen y la justicia se diluye.

Muchos de los analistas en geopolítica y de actualidad internacional, ubican la situación venezolana como una de las crisis con repercusiones planetarias que tendrán manifestaciones dramáticas en este nuevo año.

Y no es gratuita tal consideración. Es tal la complejidad de la honda crisis, en todos los ámbitos (institucional, económico, político, social, ideológico), y tal la certeza de casi todo el mundo de que el régimen endurecerá su deriva autoritaria, que muy pocos confían en ver soluciones a corto y mediano plazo.

Si la situación social es complicada en un entorno de aplastante hostilidad gubernamental hacia todo el que manifieste opiniones distintas a las oficiales, la realidad económica empeora hasta la calamidad. Su Banco Central (BCV) anunció, finalmente y a regañadientes, que el país está técnicamente en recesión. La inflación es de las más altas del mundo: 63,3 % a noviembre de 2014. Se registra, además, un alto déficit fiscal, una caótica situación cambiaria en donde la diferencia entre algunos de los cuatro tipos de cambio existentes es de hasta 13 veces, y sus reservas internacionales han disminuido.

Todo esto en un contexto en donde la producción interna de petróleo -el casi único motor de la economía- ha caído a la par que lo hace el precio internacional del crudo. Ello ha afectado el ingreso de divisas en una economía que las necesita con urgencia pues por falta de ellas los consumidores padecen una drástica escasez de bienes básicos, como alimentos y medicinas.

Quien en Venezuela denuncie esta situación corre el riesgo de terminar en la cárcel, acusado de los más diversos delitos. Hacer oposición es jugarse la integridad física y la libertad. Sin que el sistema supuestamente democrático garantice los derechos fundamentales a la libertad de expresión. No hay tribunales de justicia independientes.

Según revela un libro reciente de restringida circulación (“El TSJ al servicio de la revolución”) liderado por cuatro abogados independientes y que revisó casi todas las sentencias emitidas por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela (TSJ) entre 2004 y 2014, ni una sola providencia judicial contrarió las políticas del gobierno chavista.

Más recientemente, los cargos que podrían ejercer un cierto control al poder (Defensoría del Pueblo, Contraloría, Fiscalía General) fueron designados obedeciendo las consignas de Maduro y de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional.

Pero la violencia no es solo verbal. Según la ONG independiente Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV), en 2014 se produjeron en ese país casi 25 mil homicidios, 68 diarios. La tasa de muerte violenta (82 asesinatos por cada 100 mil habitantes) es la segunda más alta del mundo, después de Honduras. La ONG denuncia que no tiene acceso a ningún tipo de estadística gubernamental, pues las cifras oficiales no son divulgadas.

Hace dos días Nicolás Maduro dijo que la única forma de liberar al opositor Leopoldo López, a quien llamó “monstruo”, encarcelado por razones políticas, es “canjearlo” por un anarquista puertorriqueño preso en Estados Unidos. Demuestra otra vez, ante el silencio pusilánime de todos los gobiernos de Latinoamérica, su desprecio absoluto por la democracia y el Estado de Derecho. También está a punto de privar de la libertad a María Corina Machado. Mientras su institucionalidad se desvanece, la represión arrecia.

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