Venga por su medalla

Abundan por acá las aclamaciones y cruces de Boyacá para quien más alta ponga la posta de los destrozos.

Es mejor prescindir de calificativos que producen ganas, como insultante o bufonesco, ya que es época de Navidad y, dicen, de reconciliación, pero resulta cuando menos anormal que la Sociedad Antioqueña de Ingenieros haya ofrecido condecorar a personas vinculadas por diversas vías a la firma constructora y al diseño del edificio Space, en donde se volvió polvo de ladrillo la habitación de decenas de familias.

Y es igualmente destemplado que a magistrados de las altas cortes de un sistema judicial con deudas de credibilidad, en paro meses atrás y ahora en vacaciones, el Presidente los haya galardonado con una orden que simboliza la probidad y oportunidad de la justicia, incluido entre los receptores de la distinción el funcionario en líos porque su hijo estalló en escándalo policial mientras usaba un vehículo oficial.

“¡Me celebro y me canto a mí mismo… porque lo que yo tengo lo tienes tú!”, decía el poeta Whitman, por supuesto en bello contexto lírico, en esta ocasión simplemente acertado, para refregarnos el agrio parecido de nombres y hombres encumbrados.

Es que abundan por acá las aclamaciones y cruces de Boyacá para quien más alta ponga la posta de los destrozos. En cualquier caso pase por su medalla; las hay grandes y chiquitas. Además, cómo aterrarse de lo que pasó ayer y de lo que vendrá mañana si en la gimnasia de la adulación el Congreso de la República ya condecoró como ilustre industrial al extraditado narco Justo Pastor Perafán, y a María Luisa Piraquive, con la Orden de la Democracia, quien, además, recibió en otras latitudes un título honorífico en ciencias de la educación. Y Samuel Moreno también tiene distinciones, como en su momento varios países con intereses de negocios se las otorgaron por “demócratas” a los sanguinarios Trujillo y Somoza.

Cerca estuvo María Félix de que le quitaran la nacionalidad mexicana unos años antes de morir por recibir la Orden de Artes y Letras de Francia. Aunque la Doña sí tenía todos los méritos y audacia para abrazar el homenaje, omitió pedirle previo permiso al Congreso mexicano.

Y ante tanta burla no sería mala táctica quitar algunas nacionalidades. Pero sucede que en Colombia muchas cosas hacen notar que el de santos inocentes no es un día sino una vida. A decir verdad, ni santos ni inocentes, pero con reluciente medalla al pecho.

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