Verdad, Justicia y reparación

Es la carta de navegación para llegar a una paz, real, justa y verdadera.

Todas tres son en su conjunto la expresión de la verdad, de un conflicto armado que lleva más de sesenta y cinco años, en su diario discurrir no ha dejado más que hambre, desolación, muerte, desplazamiento y violación de humildes mujeres campesinas, con millones de huérfanos y miles de personas inválidas, como consecuencia de las minas anti personas.

Todo indica que el máximo jefe de las Farc, Simón Timchenko, empieza a dilatar la firma del Acuerdo de Paz al manifestar en un comunicado leído recientemente, que el Acuerdo, no se firmará en el presente año. Lo anterior no deja de ser un pésimo mensaje para la comunidad Nacional e internacional y un golpe muy duro para el actual gobierno, que para hacerse reelegir, fue prácticamente su bandera.

Es que sesenta y cinco años de confrontación, no es nada fácil encausarlos por los senderos de la democracia y la concordia, todos esos años guardan en su memoria los más tenebrosos dramas vividos en las entrañas de la selva, donde los grupos guerrilleros imponen su ley a sangre y fuego, y las humiles familias campesinas les tienen que obedecer, de lo contario son masacradas o cuando menos desplazadas inmisericordemente.

Los testimonios que se escucharan sobre estos casos son desgarradores, niñas adolescentes junto con sus madres han sido violadas en presencia de sus esposos y hermanos solamente por el hecho de no haber cumplido algún capricho de los facinerosos que se hacen llamar ante ellos, “los libertadores”.

De otro lado, la guerrilla, no muestra intenciones de arrepentimiento, o de llegar a un acuerdo bilateral de cese al fuego, ni mucho menos manifiestan el deseo de hacer dejación de las armas, puesto que según su jefe máximo, no están las condiciones dadas para hacerlo. Nadie entiende esta posición tan ambivalente, puesto que, estábamos convencidos que todo está en concordancia con las dos partes y en armonía con los inicialmente acordado en la mesa de negociación en noviembre del 2012.

Considero que frente a este último pronunciamiento del máximo jefe de las Farc, y a los golpes que continúan dando contra la infraestructura del País, sumado a los constantes asesinatos de miembros de la Fuerza Pública y la población civil, el gobierno está en la obligación de replantear el proceso de paz, y en lo que sea posible levantarse de la mesa de negociaciones, puesto que las condiciones para firmarla no están dadas bajo ningún punto de vista y le corresponde como Jefe de Estado, hacer cumplir la Ley así sea bajo imperio de las armas.

Los tres ejes que hemos enunciado y sobre los cuales debe gravitar el proceso de Paz, es la carta de navegación tanto para los negociadores del Gobierno y la Guerrilla de las Farc, como para el Pueblo Colombiano, especialmente para los millones de víctimas del conflicto armado que ya lleva más de sesenta y cinco años.

Son tres eslabones innegables que hacen las veces de una consistencia firme para construir la paz perdurable y verdadera, es decir, que nos permita junto a la comunidad internacional gritar a los cuatro vientos: que la confrontación ha terminado.

Pero, es muy importantes que examinemos cada uno de estos vocablos, que minuto a minuto; hora a hora y día a día, se pronuncian en la mesa de negociación en la Habana, para convertirlos en verdadera expresión de ciencia cierta, que lastimosamente guarda en su interior los más denigrantes episodios vividos por millones de compatriotas que han sido víctimas del conflicto armado: con asesinatos colectivos, violaciones de humildes campesinas; destrucción de pueblos enteros; de infraestructuras, desplazamiento forzado y despojo de sus tierras, entre muchos otros vejámenes cometidos especialmente en las áreas rurales.

La expresión de la verdad, debe ser verdadera, y no ocultarse bajo las argucias de ser mártires de la Fuerza Pública y las acciones del Estado, puesto que son ellos, quienes están en la obligación de preservar la vida y honra de todos los habitantes dispersos por los territorios de la Patria, negar este hecho es como querer tapar el sol con las manos y admitir que es que los subversivos son víctimas de los Agentes del Estado.

Es innegable que la verdad continuará creando muchos resquemores al interior de la mesa de negociación, puesto que los representantes de las Farc, nunca la han admitido plenamente, siempre, se escudan, en que no son responsables de los actos de barbarie u otros delitos cometidos en las confrontaciones con Fuerza Pública, puesto que según ellos, “lo que se está viviendo es una guerra que busca la reivindicación de todos los Colombianos con verdadera justicia social”.

¿Pero qué tan dispuestos están los negociadores de las Farc, a aceptar todos los cargos que se les endilga como delitos atroces y también como principales agentes del narcotráfico?

Muy seguramente que lo han aceptado apenas a medias, puesto que este tema hace parte del primer punto de la agenda de negociación, pero a medida que se vaya avanzando irán apareciendo las dificultades, puesto que, cientos de los delitos atroces cometidos por ellos, los negarán plenamente y o muchos los disfrazarán como si hubiesen sido cometidos bajo el sistema de falsos positivos por nuestra Fuerza Pública.

Si logramos desentrañar la verdad que se guarda en las entrañas de la selva y en la conciencia de los grupos guerrilleros de las Farc, en cabeza de sus comandantes, muy seguramente que quedará el camino expedito para pasar al segundo punto cual es el de la justicia, que indudablemente será aplicada de acuerdo a las versiones de verdad que deberán explicar los subversivos frente a las víctimas que ya se encuentran en la Habana.

¿Pero, es aquí donde valga la pena preguntarnos, ¿cuántos ciudadanos de acuerdo a los diferentes procesos, tienen derecho a una indemnización por parte de los grupos guerrilleros y del Estado? Considero que son millones, empezando por la población desplazada que según cálculos, se aproxima a los seis millones, en su mayor parte campesinos rasos que fueron desplazados de sus fincas como consecuencia de una masacre y el posterior despojo de sus predios.

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