Verdadera impronta inglesa

*La placa, una paradoja histórica

*Y el homenaje a Guillermo Fergusson?

La  placa en conmemoración a la caída de los ingleses en Cartagena, en 1741, seguramente no ha debido ponerse frente del castillo de San Felipe. Como se sabe, lo más fuerte de la contienda en defensa del puerto cartagenero, sitiado por lo más granado de la Marina Real, al mando del parlamentario y almirante Edward Vernon, se dio en el cerro de La Popa.

En efecto, la desbandada británica, luego de la resistencia tenaz del propio Virrey y el comandante vasco Blas de Lezo, comenzó por el flanco de Lawrence Washington, hermano del después prócer independentista norteamericano, y quien tenía a su cargo el punto vital de La Popa. En adelante, el eje gravitante de la contienda comenzó a correr del lado de los españoles, que habían subido todos los contingentes cundinamarqueses, con resultado final de 8.000 muertos por parte de los británicos, a pesar de que habían cercado a la ciudad, inficionando sus aguas e impidiendo el ingreso de alimentos y sal.

De hecho, una buena proporción de las tropas no eran precisamente inglesas, sino que habían sido acopiadas en las colonias norteamericanas a fin de sufragar definitivamente la pugna por el Caribe, encendida de siglos atrás entre españoles, franceses y británicos.

Fue lo que en su momento se calificó de la “madre de todas las batallas”, cuando la idea inglesa era la de generar una gigantesca cabeza de puente en Cartagena, desde la cual dominar el Caribe, y de allí también bajar paulatinamente por América del Sur, tratando de hacer una tenaza con la posterior invasión a Buenos Aires por el océano austral.

De haber conquistado los ingleses Cartagena, con más de 120 embarcaciones de todo calado y unas 42 mil tropas, la historia, tal y como la conocemos, habría sido bastante diferente. La actual Colombia, en manos británicas, habría permitido una continua relación militar con lo que hoy se conoce como Estados Unidos (entonces trece colonias) y muy posiblemente el aprisionamiento de México podría haber sido el siguiente paso, tratando a su vez de entrar anticipadamente a la gran zona de La Florida, en manos ibéricas. Pero ese escenario estratégico se dio, justamente, al traste, con tal vez la peor derrota británica de todos los tiempos, inclusive hasta hoy.

Lo más grave de todo fue que Vernon había avisado, de antemano, su victoria al monarca inglés y también con estafetas al Parlamento, puesto que de tal tamaño era la certeza que tenían los ingleses de su triunfo. Y no era para menos. Como se dijo, se había hecho gala de los mejores recursos y se daba por descontado que, poniendo en el asador todos los elementos tácticos y de infraestructura de la entonces mejor marina del mundo, no quedaba mayor cosa por hacer. No contaban, sin embargo, con la braveza y el temple de los comandantes españoles y las tropas colombianas, que impidieron, en toda la línea, la invasión modificadora de la historia.

Posiblemente, lo que no se tiene en cuenta en la placa conmemorativa, es que la Corona británica, al conocer la realidad de los sucesos, degradó a Vernon, quitó todas sus medallas y ordenó proscribir de las gacetas navales la derrota por considerarla una de las peores máculas históricas ¿Cómo quedó, pues, Vernon en la placa? ¿Repentinamente cobró nueva historia?

A diferencia de esas circunstancias, más valió, por el contrario, haber conmemorado el factor determinante que fueron los ingleses en la Independencia colombiana, unas décadas después. En efecto, la primera gestión de Simón Bolívar, siendo todavía muy joven, fue la de plenipotenciario ante el gobierno inglés para conseguir armas y reconocimiento durante la Primera República, en 1810. Se reunió en Londres con Francisco de Miranda, pese a las órdenes de la junta caraqueña en contrario, a fin de convencerlo para su retorno a América. Más tarde, en plena lucha independentista, y después de mucho insistir, obtuvo la ayuda de las legiones inglesas e irlandesas, que fueron la clave en las batallas del Pantano de Vargas y Boyacá, recién llegadas al país. Y fue, después, el reconocimiento británico lo que permitió la primera vida diplomática de la República de Colombia.

Los lazos de amistad entre colombianos e ingleses tienen ese punto focal y esencial, lo que ameritaba esa y muchas placas más. Y a no dudarlo, por ejemplo, otra placa en conmemoración de la muerte del coronel Guillermo Fergusson, el edecán inglés, único que dio la vida por El Libertador, el día del atentado del 25 de septiembre, en Bogotá.

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