Vientos de cambio

Por estos días, desde todos los puntos cardinales se aprecian grandes transformaciones políticas y económicas.

Por estos días soplan vientos de cambio desde todos los puntos cardinales: en el bello y convulsionado escenario de París, la conferencia mundial para ver de frenar las circunstancias que provocan e incrementan el inquietante deterioro del medioambiente en el vasto mundo, primariamente por acciones y omisiones de Estados Unidos y la República Popular de China, sin que esta primacía descarte la contribución de tantos más al ruinoso fenómeno. De otro lado, la plausible exoneración de la visa Schengen a los colombianos para visitar 28 países de la Comunidad Europea, por iniciativa del Gobierno de España.

Además, el drástico y profundo viraje electoral hacia la derecha en Argentina, tras 12 años de franco predominio peronista, campanada para otros regímenes de la misma índole o tendencia en la región, con el dictatorial gobierno de Venezuela a la cabeza. A su turno, el agravamiento de la recesión en la otrora fuerte y promisoria economía del Brasil, que, hasta ayer no más, ocupó puesto de honor entre las primeras cinco en vísperas de superar la etapa del subdesarrollo.

De resto, se observa la persistencia de los efectos del enfriamiento de la economía de China sobre todas las materias primas, tanto metálicas como vegetales. Colombia forma parte de este grupo, con su petróleo, su carbón, su oro, su níquel y demás artículos afines o derivados. De la crisis de la bonanza minero-energética no logra salir nuestro país a nuevos y más despejados horizontes. Harto trabajo le cuesta reasumir una mentalidad de diversificación y promoción de exportaciones.

Tanto se engolosinó y despilfarró los frutos del auge fenecido que no logra mirar a otros horizontes, cuando todavía lo atrapa la escasez de gas para su propio uso, en la generación de energía eléctrica. Imprudentemente exportamos lo que a la vuelta de la esquina íbamos a necesitar.

En la actualidad, vira de la revaluación intrépida a la igualmente intrépida megadevaluación, al vaivén de las fuerzas del mercado, mientras siguen creciendo los déficits fiscales y de la cuenta corriente de la balanza de pagos. El desequilibro entre importaciones y exportaciones continúa en aumento, lo mismo que entre ingresos y egresos fiscales, en este caso con apoyo en el hallazgo demoníaco de las llamadas vigencias futuras.

Todo indica que se tiende a cerrar los ojos a este desequilibrio protuberante en el marco presupuestario por la dificultad de comprimir gastos o de proponer y defender arbitrios fiscales en vísperas de un armisticio, o como se lo quiera llamar, cuando las implicaciones de mayores tributos pueden resultar dolorosas.

A la situación del Tesoro Público se hace referencia, y no a los eventuales términos de avenimiento con las Farc. Para este fin, se ha propuesto un plebiscito de la índole del que sirvió para refrendar el Frente Nacional y para concluir así la encarnizada lucha partidista. Al juicio de los ciudadanos se sometieron, sin restricciones ni reservas, los avenimientos de las colectividades políticas.

En la clase de Derecho Romano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional habíamos aprendido, muchos años atrás, que “plebiscito es lo que el pueblo manda y constituye”, sin condicionamientos ajenos a su índole. De ahí su utilidad, pero también su peligrosidad si su iniciativa procediera de un demagogo o de un sátrapa. Sin haber ahondado en el contenido de la propuesta actual, sería temerario adelantar juicios u opiniones. En cualquier eventualidad, todo concurre a referir las cosas y los acontecimientos al texto de la Constitución de la República de Colombia, que en su letra y en su espíritu hemos jurado cumplir.

Por supuesto, en materia económica hay una prioridad incuestionable: el reconocimiento del fin de la bonanza petrolera, la urgencia de intensificar la exploración de hidrocarburos y la reaclimatación de las políticas de diversificación y promoción de exportaciones.

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