VOTO EN BLANCO POR CIERTO PERIODISMO

Desde hacía días podía pronosticarse cuál iba a ser el perdedor en las elecciones de ayer. No me refiero a ninguno de los candidatos. La derrota ha sido para cierto periodismo que ha menospreciado el deber para abusar del poder, ha convertido la información en instrumento negociable y ha rematado su credibilidad, su independencia y su capacidad de influir en las decisiones de una opinión pública razonable.

Lo político es inseparable de lo periodístico, en Colombia y en cualquier escenario del mundo. Pero no deben alterarse los términos: Uno puede ser periodista político, pero al informar no debe ser político periodista. Lo primero comporta ser consciente de la realidad cuyo sentido ha de buscarse de modo persistente, contribuir a que la ciudad y el país encuentren buenas opciones para resolver problemas y conflictos, pensar y actuar como ciudadano sensible y consecuente con sus responsabilidades en la polis. Lo segundo implica, en casos como los que se notaron en esta campaña, convertirse en agente oficioso de algún candidato, participar de sus estrategias de mercadeo y propaganda, escribir con tendencia a la solidaridad mecánica y la complicidad con mañas y picardías de los asesores y, sobre todo, borrar la distancia crítica mediante la cual puede asegurarse una posición de imparcialidad honorable.

No se requiere ser avezado analista de contenidos para destacar el trabajo serio en el periodismo regional y, en contraste, captar con facilidad la tendencia, el sesgo, la proclividad a manipular, en varios medios periodísticos de la augusta capital. Han madrugado todos los días a reproducir consignas y tácticas de la campaña, a maximizar errores y deficiencias de los contrarios y disimular o maquillar contradicciones y mentiras del presunto jefe. El criterio de veracidad lo han cambiado por el de conveniencia ocasional, así como han solido priorizar los hechos de acuerdo con el cálculo probabilístico de puntaje en el ranquin de audiencia.

Un ejemplo de parcialidad, entre muchísimos, es el del joven que orientó el debate del viernes en uno de los canales. Aunque después tuvo que enmendar su actuación caprichosa, les aplicó mordaza a dos candidatos. Actitudes parecidas se han visto y oído todos los días. Muestran la alteración del deber ser del periodismo, como contrapeso del poder, no como aliado incondicional, obsecuente, servicial. Una cosa es que el periodista sea intermediario y otra muy distinta es que esa intermediación se confunda con el oficio de hacer mandados.

No se cómo quedó ayer el voto en blanco. Pero sí tengo la certidumbre de que el desgano, la desconfianza, la sospecha que han envuelto a muchos ciudadanos, votantes en blanco o abstencionistas, se les trasladan como sanción social a los responsables de cierto periodismo tendencioso, sectario, excluyente y amangualado con el poder.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar