¿Y a nosotros quién nos va a blindar?

Mientras las Farc consiguen la seguridad jurídica que necesitan, el resto de colombianos nos llenamos cada día de más incertidumbres.

Las Farc se sienten tranquilas. Han conseguido, sin ceder nada a cambio, un esquema de seguridad jurídica que las llena de confianza hacia el futuro; una figura tomada del Derecho Internacional Humanitario que les significará una protección reforzada con efectos dentro y fuera del país. Han logrado, nada menos, que incluir el resultado de su negociación en el texto constitucional que nos rige de manera automática, abreviando todos los procedimientos legales y constitucionales que se requerirían para que ello ocurriera.

¡De qué nos sorprendemos! En un país ‘sobrejuridizado’ como el nuestro era de esperarse que el gobierno y la guerrilla encontraran abogados que diseñaran una jugada novedosa, legal aunque ilegítima para desplazar a un segundo plano la refrendación ciudadana que debería ser en realidad la mejor fuente de seguridad jurídica para ellos y para el resto de colombianos.

Una vez más, ganó el santanderismo. Hoy nos dicen que la paz está cerca de lograrse porque un papel firmado entre dos así lo ordena y no porque la mayoría de los colombianos lo quieran y lo expresen en las urnas donde corresponde. Refrendación habrá, insisten desde La Habana, pero cuando el verdadero peso de las decisiones vinculantes se construye en una mesa llena de incisos y artículos transitorios, tramitados de afán y de espaldas a la gente, el tal plebiscito queda valiendo nada y los colombianos, con razón, nos sentimos defraudados.

Y es que mientras las Farc consiguen la seguridad jurídica que necesitan, el resto de ciudadanos nos llenamos cada día de más incertidumbres. Hoy hay 15 mil civiles investigados en la fiscalía por su relación con el conflicto armado y 57 empresas mencionadas en las 35 sentencias de Justicia y Paz cuyos expedientes pasarán a una jurisdicción especial que sigue sin reglas claras de juego al tiempo que la guerrilla ya sabe con suficiente certeza que nada le pasará.

Hoy, no es claro si habrá un plebiscito o una consulta popular o una papeleta simbólica porque ni siquiera a eso se comprometieron las Farc a cambio del indulgente andamiaje jurídico que les montó el gobierno para darles tranquilidad.

Las Farc, cómo no, se sienten protegidas y listas para firmar y mientras todo ello ocurre en La Habana, aquí en las ciudades de Colombia y en las regiones azotadas por el conflicto varias preguntas quedan: ¿Y a nosotros quién nos va a blindar? ¿Quién nos va a dar la esperanza de una paz posible, imperfecta pero posible, si el gobierno en vez de hacer pedagogía se dedica a agraviar a la oposición? ¿Quién nos va a dar seguridad jurídica si en vez de concluir los puntos previos y perfeccionar el procedimiento de la justicia transicional, los negociadores están ocupados en dar y dar sin pedir nada a cambio?

Olvídense de Uribe, del Centro Democrático y del procurador Ordóñez. Oigan a la senadora Claudia López, al exgobernador Sergio Fajardo, al exministro santista Juan Carlos Esguerra y a los columnistas Mauricio García Villegas, Laura Gil y Rodrigo Uprimny. Aún ellos, amigos de esta paz y de la salida negociada, están llenos de dudas, escépticos del procedimiento con el que se blindó a las Farc y preocupados porque ahora es a los colombianos a los que nos falta blindarnos frente a unos riesgos reales y unas amenazas a la democracia colombiana que se está sacrificando en aras de un mero papel que diga PAZ.

De nuevo pregunto: ¿y a nosotros quién nos va a blindar?

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