¿Y AÚN APLAUDEN?

Decía en días pasados el diario La República que "más de 27 empresas han radicado solicitudes al Ministerio de Trabajo para la aprobación de despido masivo de empleados".

¿Acaso coincide este anuncio de arrasamiento laboral con la presentación ante el Senado del proyecto de ley en el cual se restablecen las horas extras, el trabajo dominical y los festivos que tenía el país hace 12 años?

De acuerdo con los artículos de la iniciativa, "el trabajo diurno vuelve a ser el comprendido entre las seis de la mañana y las seis de la tarde. El nocturno quedaría entre las seis de la tarde y las seis de la mañana. El trabajo en domingos y festivos se remuneraría con un recargo del ciento por ciento sobre el salario ordinario". Así se derogaría la ley del año 2002 que "desmejoró las condiciones salariales de los trabajadores".

No se sabe si este proyecto cuenta con la bendición –abierta o solapada– del presidente Santos. Lo que sí es un hecho es que éste, en su nerviosismo electoral cuando perdió en la primera vuelta con el candidato uribista, se desbordó no solo en la repartición del botín presupuestal, sino en el promeserismo que sació a los caciques y manzanillos. Y uno de esos ofrecimientos fue el de restablecer el pago de horas extras para derrumbar lo que regía en materia de jornadas laborales y sus remuneraciones.

Ya sectores de la clase empresarial, no solo están pidiendo pista en el Ministerio de Trabajo para aligerar el peso de la nómina –con los graves problemas sociales que de esta acción se derivan– sino que gremios de obstinada militancia gobiernista como la Andi condenan la iniciativa puntualizando que "el efecto sobre la formalidad laboral sería devastador y mortal para la competitividad". Fenalco va más allá y sin pelos en la lengua califica el retorno a lo que había de "propuesta populista que desincentivaría la generación de nuevos puestos de trabajo".

El mismo BID, lo considera contraproducente y Fedesarrollo grita que "perjudicaría el proceso modernizador del mercado laboral". Todos a una discrepan y se oponen a una ley que estiman regresiva y demagógica. Intuimos que los zalameros aplausos gremiales de la época de la campaña reeleccionista, ya se cambian por muecas y murmullos…

No se puede hacer el desentendido el presidente Santos con lo que ocurre en el Senado cuando se abra la discusión. Debe recordar que las mayorías de las centrales obreras lo apoyaron cuando estuvo a punto de entonar el canto final del cisne. Aquellas lo sacaron, conjuntamente con los barones electorales, del atolladero en que estaba pasada la primera vuelta electoral. Y ahora difícilmente puede escurrirle el bulto al sartal de promesas de campaña. De hacerlo le confirmarían el título bien ganado de campeón de los reculamientos.

Posiblemente en los debates en el Congreso Lucho Garzón saldrá con chistes y gracejos. Ya insinuó que la discusión del tema se resolverá por concertación en diciembre. Mes de sorpresas y aguinaldos, para que Lucho aparezca de papá Noel, repartiendo lo que será regalo con la reforma para alegría de muchos, y pasarla por inocentes para frustración de otros.

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