Ya no hay duda

Una magistrada del Consejo de Estado se siente con la competencia de tratar de imbéciles a más de 6 millones de colombianos. Nos engañaron, los engañamos, los violentamos sicológicamente. No es mi caso, ni el caso de miles de colombianos que expresan su desconcierto frente al abuso de la magistrada.

El precedente abre una serie de reflexiones; Santos prometió en su primera presidencia que iba a continuar las políticas de Uribe. Ese sí que nos engañó. Bien podría la magistrada Bermúdez haber declarado la violencia sicológica y haber dejado a Mockus de Presidente. ¿Utilizar estrategas de campaña negra como JJ Rendón es una confesión de las mentiras de campaña o las tantas promesas incumplidas de la reelección servirían para sacar al Presiente por mentiroso?

Aquello no pasaría porque la magistrada Bermúdez al parecer tiene parientes muy cercanos comprometidos con el santismo a través de sendos contratos. Sin embargo, ese pequeño conflicto de intereses es menor frente al asunto filosófico. Una Corte no puede menospreciar al electorado, utiliza un par de entrevistas para destruir un resultado electoral, y tratar a los ciudadanos como incapaces. Menos puede una magistrada andar escogiendo quien ganó según su clasificación del discurso utilizado. Es el acto más violento a la democracia que hayamos conocido. Una magistrada destruyendo el proceso electoral de más de 12 millones de ciudadanos que votaron activamente, en la que ha sido la campaña más dura de los últimos tiempos.

Se excede la magistrada dándole órdenes el Congreso, decidiendo que el fast track -que fue rechazado por la voluntad de la mayoría- ahora está vigente. Lo que dice no solo es que suspende el resultado –y que por lo tanto no hay resultado- sino que ordena actuar como si el Sí hubiera vencido. Nos impone, la magistrada, lo que a ella le parece.

No puede excusarse en una demanda para fingir que analiza una campaña e ignora lo que sucedió en la otra. Los exabruptos del Sí fueron atroces. A nadie se le ocurre decir que una oposición pequeña, sin recursos, en contravía de los grandes medios de comunicación, de toda la estructura politiquera nacional y territorial, de los dineros estatales y 6 veces más dineros privados, engañó, y ganó por manipulación. El chiste se cuenta sólo. Enfrentar el poder siempre es difícil; enfrentar el poder despótico aliado con todas las demás estructuras de poder de la nación, es quimérico.

En Colombia se acabó la separación de poderes. Después de la cobardía de la Corte Constitucional que nos desilusionó, el mal se extiende. Urge una reforma a la justicia: una sola Corte de cierre con magistrados mayores de 55 años, con periodos vitalicios, escogidos de diversos sectores de la sociedad. Una justicia que tenga frenos y contrapesos en las otras ramas de poder público y que sea más representativa de los colombianos.

Lo de la magistrada Bermúdez nos sirve para ilustrar que no era mentira lo cerca que estábamos de convertirnos en Venezuela, donde la separación de poderes ya no existe, donde la justicia sirve a los propósitos de Gobierno, donde oposición sufre ingentes persecuciones, donde la voluntad ciudadana parece lo menos importante, pues las directrices del Presidente son el único fin. Ya no hay duda, adiós a la democracia.

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