Yunta de víboras

Desde antes de que se confirmara que Germán Vargas Lleras es la fórmula vicepresidencial de Juan Manuel Santos con miras a su reelección, circuló un rumor que debe tomarse con beneficio de inventario pero que no deja de ser de gran interés y que tiene mucho sentido.

La especulación gira en torno a que Vargas Lleras aceptaría ser vicepresidente con la condición de que Santos renuncie a mitad del periodo, completando así seis años en el poder, tras lo cual Vargas asumiría durante esos dos años restantes y se lanzaría por la reelección para completar, también, seis años en la Primera Magistratura. Esto, sin detrimento de que luego se interprete que esa reelección no sería tal sino que se entendería como su primera elección y que, en consecuencia, tendría derecho a otro cuatrienio, con lo que Vargas Lleras podría estarse una década como inquilino de la Casa de Nariño. No olvidemos, sin embargo, la obsesión de Santos por acabar la reelección e instaurar periodos de seis años.

¿Qué hay de realidad? Si bien puede aceptarse como cierto eso de que ningún presidente en ejercicio renuncia solo por cumplir un pacto político, también lo es que hay presidentes que dimiten por casos graves de falta de gobernabilidad o porque alcanzan un hito en la historia de sus países. De hecho, sabemos que lo único que le interesa ya a Santos es firmar el negocito con las Farc para aspirar al Nobel, la Secretaría General de la ONU o, cuando menos, a un sitial de vedette internacional. Y eso muchos lo interpretan como un quiebre histórico.

También sabemos que Santos porfía en que el acuerdo se dé pronto, incluso en este 2014 o, a más tardar, antes de que el sol de su nuevo mandato le empiece a calentar la espalda. De lograrlo, es difícil creer que Santos se aguante, tras haber alcanzado su meta, dos años sin ton ni son, sometidos a atender chicharrones que le pueden aguar su anhelada gloria. Santos tiene vocación es para viajar, delegar al máximo y dejar tirada cualquier tarea complicada, así se trate de promesas de campaña como las varadas locomotoras. Por tanto, para el ‘apóstol de la paz’, delegar el poder sería un gesto de grandeza que le será celebrado por las comparsas de izquierda.

Además, desde el punto de vista electoral, Santos neutraliza a un potente rival que echaría a tierra su acuerdo con las Farc, y fortalece su opción de reelegirse con los votos de un Vargas que marca muy bien en las encuestas. Pero, ¿qué gana Vargas Lleras, acaso curarse en salud? Muchos dicen que Vargas está en su cuarto de hora y que su oportunidad de ser Presidente es en este instante, que si espera a dentro de cuatro años podría estar desgastado o le podrían aparecer rivales de peso y dejarlo como novia arreglada.

Tampoco sería seguro su triunfo hoy, aunque sorprende que las encuestas no indaguen cómo le iría enfrentando a Santos. Por eso tendría sentido este pacto, pues aceptando la vicepresidencia estaría ad portas de su máximo sueño. Como vemos, se trata de un verdadero gana-gana, aunque el país pierda.

Por eso es que Varguitas se ha cuidado de decir cualquier cosa sobre la negociación con las Farc, gracias a lo cual ni pierde su aura de hombre duro —como uno de los mayores opositores del despeje del Caguán y como víctima de un atentado que le mutiló varios dedos de una mano—, ni se presenta como ‘enemigo de la paz’. Su mutismo lo ha mantenido a salvo de perder votos tanto entre quienes gustan de ese proceso como de quienes no. Y como si fuera poco, le han inflado fama de buen ejecutor por el programa de las 100.000 viviendas gratuitas a pesar del fracaso del mismo, pues solo se han construido 44.000.

Otro factor que alimenta el rumor es el hecho de que para ir por la presidencia —si Santos se queda todo el periodo— Vargas tendría que abandonar el cargo como vicepresidente un año antes de las elecciones, lo que quiere decir que solo lo ejercería por dos años y medio. En ese caso, mejor ir de una vez al solio de Bolívar que al asfalto para poder buscar la candidatura.

Vistas así las cosas, el chisme parece cierto. Santos no se podría haber quitado gratuitamente de encima a un contendor de tanto peso. Y lo mismo puede decirse de Vargas, quien no va a tirar por la borda sus anhelos a la bulla de los cocos. Entre este par de políticos calculadores, ladinos y traicioneros —¡cuál más!— tuvo que darse un pacto que no podría llamarse de caballeros pues, tratándose de ellos, lo que se habría constituido es una yunta de víboras para detentar el poder en Colombia por lo menos durante los próximos ocho años.

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