Colombia y el mundo ante el Eln

La comunidad internacional condena el terrorismo del Eln. Colombia ha tenido vaivenes en su presentación de los grupos guerrilleros en el exterior. Cuba ha actuado hasta ahora con seriedad.

El atentado terrorista perpetrado por el Eln en la Escuela de Policía General Santander de Bogotá, tenía forzosamente que generar consecuencias, aparte de las obvias de reiterar la condición de terrorista del grupo que lo ordenó, planificó y ejecutó.

De esas consecuencias hay dos que requerirán las mayores capacidades y el tino del Gobierno del presidente Iván Duque: la primera, el manejo de la situación con Cuba, derivado de la reactivación de las órdenes de captura de los máximos cabecillas de esa guerrilla. Y la segunda, la puesta en marcha de una política integral de seguridad pública, que pasa por tener a punto la operatividad y capacidad de acción y reacción de las Fuerzas Militares y de Policía.

El carrobomba del Eln dinamitó también el proceso de diálogos. El Gobierno tiene las atribuciones para tomar las decisiones que tomó. Puede dar por liquidadas las absurdas versiones que quisieron tomar vuelo el mismo día del atentado, que atribuían el hecho a “autoatentados” o conspiraciones de “los enemigos del diálogo”. El Eln reconoció su autoría con uno de sus comunicados plagados de cinismo y mentiras.

El Gobierno ha obtenido un importantísimo respaldo de la comunidad internacional. Mediado, según se lee entrelíneas, a que no cierre las puertas a una futura reapertura de diálogos, y a no afectar el posconflicto con las Farc.

El Gobierno de Cuba ha dicho que hay unos protocolos que definen cómo actuar en caso de rompimiento de los diálogos. El Gobierno colombiano dijo ayer que no se considera vinculado a esos protocolos, en cuanto fueron firmados por el Gobierno anterior. Hay que tener cuidado con esto. Guste o no el régimen cubano, hay que reconocer que en esos procesos de diálogo, tanto con las Farc como con el Eln, ha actuado de buena fe y con seriedad. La diplomacia cubana, pese a representar un gobierno de signo dictatorial, no es equiparable a la diplomacia chavista. Es profesional, no es proclive a improvisaciones.

La visión interna que tenemos los colombianos del terrorismo del Eln es clara. En el exterior, sin embargo, hay vaivenes que su opinión pública muchas veces no alcanza a comprender. La historia de nuestro país en los últimos 25 años está llena de tumbos en cuanto a la presentación de los grupos guerrilleros ante el mundo: de ser terroristas pasan en cuestión de meses a ser alta parte contratante en tratados derivados del DIH, anfitriones de jefes de Estado, congresistas y protagonistas de actos de apaciguamiento, para volver a ser clasificados como lo que son en realidad.

El segundo punto es el de la operatividad de las Fuerzas Armadas. Algunos sectores han querido imponer una progresiva desmovilización de las tropas estatales. Hoy sería necesario que las Fuerzas Armadas y los responsables políticos de la seguridad pública (el presidente y el ministro de Defensa) den parte de confianza sobre la plena operatividad no solo de las tropas sino de los organismos de inteligencia. El Eln se aprestará a hacer lo que sabe: atacar a mansalva, destruir bienes públicos y privados, activar explosivos, matar.

Hay un país entero que mostró su repulsa ante el chantaje criminal de una guerrilla acabada moral pero no militarmente. Si ésta persiste en su sinrazón destructora no será con palabras ni discursos como se mantendrá protegida la integridad de los colombianos. El país, de nuevo, confía en sus Fuerzas Armadas y en la capacidad y coraje de su poder civil.

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