De salario mínimo y otras inequidades

A los pobres les fue mal otra vez.

Como pasa siempre. No ha terminado el mes de enero y el incremento en el salario mínimo ya se les fue como agua entre las manos. No importa lo que digan los expertos, eso no está bien. Llegó la hora de revisar en serio cómo se calcula ese incremento que se llama salario mínimo, pero que en realidad le pega a toda la economía y por eso es el pretexto perfecto para que siempre los más pobres lleven la peor parte.

Sin saber de teoría ni de escuelas de pensamiento económico, no se me acaba de acomodar en mi lógica elemental que una familia viva con $689.454 y que otros se gasten eso mismo en una comida o en una botella de vino. Pero menos me cabe que sean precisamente los que menos ganen a los que el aumento ni siquiera les haya llegado este año.

Hoy los colombianos que ganan el mínimo tienen menor poder adquisitivo que hace un año. Con aumento y todo, la plata les alcanza menos. La inflación fue más alta para los más pobres porque los alimentos subieron de manera desproporcionada y pesan mucho más en la canasta de los estratos más bajos que en la de medios o altos. Los pobres gastan buena parte de su ingreso en comida y por eso, si suben los alimentos el costo de vida para ellos sube más.

Que los pobres sean cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos es una ecuación que no sirve aunque las cifras de crecimiento digan que vamos bien. El problema no es si se crece, es cómo se reparte.

¿Será que estamos condenados a tener sociedades desiguales con brechas insalvables y cada vez mayores? ¿Será que el ser humano es egoísta por naturaleza y siempre habrá quienes quieren acumular más hasta donde la imaginación no llega, aun a costa de los que no logran tener para comer? ¿Por qué insistimos en reproducir un modelo en el que muchos tienen poco (cada vez menos) y muy pocos tienen mucho (cada vez más)?

Batallando contra la inequidad se cortaron cabezas en la revolución francesa. Batallando contra la inequidad desaparecieron los zares en Rusia y han muertos miles en revueltas, revoluciones y guerras. Pero al despertar tras cada batalla, la inequidad ahí, sentada y acomodada.

Que van existir siempre pobres y ricos es verdad absoluta, pero ¿no se podría al menos reducir la brecha? ¿No será que los ricos pueden serlo sin que otros tengan que hacer maromas para sobrevivir?

Lo que ha pasado con el salario mínimo es la muestra de que en buena parte es retórica la búsqueda de equidad. A los pobres les subió más la inflación que a los demás y por eso valdría decir que el tal aumento del mínimo no existe para ellos. Eso es una verdad de facto. Pero de eso se habla poco porque “subir más es inflacionario”, “la economía no pinta bien” y “toca cuidar para que no se dispare el IPC”.

Hago eco entonces de la propuesta de un economista de verdad, el profesor Jorge Restrepo, analista de RCN Radio. Él asegura, con cifras en mano, que es posible hacer un incremento diferencial del salario de tal manera que se suba más a quienes ganan menos y se suba menos a quienes ganamos más. Parece lógico y sensato. Dice también que se deberían desamarrar del mínimo las tarifas, contratos y otros indicadores; desindexar, en lenguaje técnico. Si eso se hiciera por varios años la brecha lentamente podría ir disminuyendo un poco y en algún mundo utópico tal vez los pobres sentirían que el salario puede realmente subir y tener posibilidad de soñar. En tiempos en que todos hablan de economía y de los negros nubarrones que se asoman este año, pido que se mire a los de abajo para quienes todos los años son oscuros y cargados de miseria. Y este 2016 más que otros.

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