SEMANA en su laberinto o el examen de la credibilidad de analistas políticos interesados

Hasta nuestros días se ha confiado en los periódicos como portavoces de la opinión pública. Pero muy recientemente algunos nos hemos convencido, y de un modo súbito, que no gradual, de que no son en absoluto tales. Son, por su misma naturaleza, los juguetes de unos pocos hombres ricos. El capitalista y el editor son los nuevos tiranos que se han apoderado del mundo. Ya no hace falta que nadie se oponga a la censura de la prensa. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa misma es la censura. Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y hoy existen para impedir que la verdad se diga.
Gilbert Keith Chesterton, 1917

En la edición 1647 de Semana 25 de noviembre a 2 de diciembre de 2013, en la sección Nación que ‘contextualiza’ la carátula ¡Al Agua!, decidió  el equipo de la revista, parafraseando a García Márquez, que los ‘detractores’ de Santos calificarían su lanzamiento como el de ‘el presidente en su laberinto.’ He leído la prensa bogotana y nacional y la predicción ha fallado.

Una lectura más cuidadosa, con notas, dibujos, flechas, exclamaciones, me convenció, más bien, que los que están en su laberinto son los analistas de Semana. Veamos.

Comienza el texto planteando dos incógnitas que no son tales, porque a lo largo del escrito citan hechos que las develan, pero que no se atreven a destacar de manera clara como conclusión de su trabajo y que yo pongo al estilo de Tola y Maruja para el tío de  Alejandro Santos: “Se le reconoce lo que intenta y lo que dicen que hace, su mercé, pero no se le quiere.” Y eso lo sabemos. Punto. El texto es el laberinto, pero el misterio es la intención de la venta del texto que pretende decirnos que los de Semana saben predecir el resultado de una contienda electoral. Ese es el negocio de la credibilidad en los medios. Para efectos de comprensión del análisis he denominado algunas partes del texto  como ‘factor a favor de la reelección,’ según Semana. Veamos.

El primer ‘factor de reelección’ va dirigido al auditorio empresarial y  dice que la economía va bien, que el desempleo ha descendido, que la inflación es baja, que 2.5 millones ya no son pobres, (¡!) que la inversión, etc., es información que los empresarios  sabrán si es cierta o no, y que la persistente acción de antesala de Buen Gobierno ante las empresas, busca confirmar, preguntando  qué necesitarían para el siguiente mandato. En este contexto,  se les olvida a los de Semana que la popularidad de Santos  empezó a descender precisamente  con los empresarios, por las  trabas del gobierno, la falta de ejecución, enredos que no definen el precio de la gasolina, las promesas del agro, etc. Por otra parte, en un ‘parrafito’ en donde de manera cínica describen las ‘maquinaria’  como ‘el aspecto pragmático del gobiernismo’ afirman: “Los empresarios le apuestan al sol que más alumbra y nadie alumbra más que un jefe de Estado.” Uy…uy…uy… Habrá unos que se encojan de hombros, pero a muchos no les gustará que Semana los trate de… faltos de ética.

Supuestamente los empresarios eligen de acuerdo con sus intereses, pero les falla la memoria a los de Semana  cuando en el gobierno de Uribe muchos decidieron darse la pela, por dignidad,  al no negociar con Venezuela, y como resultado pudieron expandir sus negocios en otros horizontes más seguros. Entonces el factor dignidad también juega en los negocios y empresarios  éticos. Por otra parte ¿Será que los empresarios no han hecho el cálculo, con las Farc de por medio en el cotarro político  enredando más que el actual gobierno, de cuáles serán las garantías para la salvaguarda de sus capitales? ¿Qué tal las Farc en el Ministerio de Minas? Esto no es especulación de mi parte. (Ver. www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-801577? COGER EL TORO POR LOS CACHOS ….Sección: Editorial – opinión; Fecha de publicación: 4 de septiembre de 1998; Autor: JUAN MANUEL SANTOS.) No creo  que a los empresarios los capen dos veces viendo lo que ocurre en Venezuela, con nuestro presidente de mejor amigo del dictador y pensando desde 1998 que quería hacer un Frente Nacional con la guerrilla. Así  que en este ‘factor de reelección’, me muero de la pena, pero el equipo metió las patas.
Otro supuesto factor de reelección. Es una contradicción que la paz sea popular, pero que al mismo tiempo haya escepticismo para considerar ese escenario como un factor positivo. Desenredémoslo agregándole un poco de estadística  al escepticismo, ya que el 60% no quiere a Santos y el 97% no quiere a las Farc. Decía un viejo profesor jesuita que en caso de duda abstenerse, lo que significaría abstención o voto en blanco.

Otro supuesto factor de reelección. “En el extranjero Colombia en este momento es motivo de admiración, tanto por sus resultados económicos como por el proceso de paz. Santos es visto como un hombre de Estado que está tratando de modernizar su país. Sus iniciativas para sacar adelante el proceso de paz, el reconocimiento de los derechos de las víctimas y el programa de restitución de tierras son reconocidos en el extranjero como apuestas con muchos riesgos y de dimensión histórica.” Me muero de la pena, pero lo ‘extranjero’ no vota, ni aquí, ni afuera. ¿Vemos a Santos como un hombre de Estado en Colombia? Por favor, señores analistas de Semana,  comparen con su propio texto más adelante. No confundir el trabajo de las oficinas de prensa extranjeras con lo que siente el 60% de los colombianos que Semana especifica así: “En el país, mientras tanto, el presidente es registrado por buena parte de los colombianos (60%) como una persona elitista, desconectada del pueblo, que quiere quedar bien con todo el mundo, que no tiene un rumbo claro y que cede a las presiones. El fracaso de la reforma a la Justicia, el fallo de La Haya y los paros son considerados los momentos clave en la configuración de esta imagen.” ¿Cuál es esa imagen, la de un hombre de Estado? Ahora viene el consuelo de tontos, que en lenguaje decente se llama racionalización sicológica: “Sin embargo, todos los gobernantes han tenido momentos difíciles,” Y he aquí la contradicción que Semana no ha podido resolver: “pero pocas veces se había visto una animadversión tal como la que se llegó a vivir hace algunos meses.” A continuación   explico el origen de esa animadversión.

Cuando Chávez insultaba a Uribe, éste ordenaba callar por el bien del país, enseñando dignidad, pragmatismo. Si el representante de una institución colombiana como es la Presidencia, es insultado, se insulta al país. (Ejemplo histórico. Samper se acaparó simpatías por las injerencias del virrey gringo, a pesar de las evidencias de la narco financiación que lo sindicaba en la mente de los colombianos.) Los opositores de Uribe, no todos, protestaron; no por Uribe, sino por la dignidad de Colombia que es la  de cada uno de nosotros si somos colombianos de verdad. Lo mismo sucedió cuando Chávez amenazó con bombardear a Bogotá y Bucaramanga. Ahí Chávez se constituyó en enemigo del país. Entonces cuando Santos dice que el enemigo del país, es ‘su nuevo mejor amigo’, se solidariza con el peor enemigo de Uribe y de Colombia; cuando intentan matar a Londoño y el gobierno sale a echar cortinas de humo a favor de las Farc, el otro enemigo de Colombia; cuando los campesinos salen a protestar,  las señoras del Chicó los apoyan (pueblo y ricos unidos) y Santos dice que ‘ese paro agrario no existe’, etc. eso no es ser ‘elitista’ sino consagrarse como el más desconsiderado representante de la insensibilidad social, construyendo así la percepción de ser un enemigo, no importa lo que diga. En lenguaje popular a eso se le llama ‘no tener química,’ para decirlo de manera considerada. Él lo sabe, no porque lo diga yo, sino porque se lo han dicho sus asesores de marketing político. Esa ha sido su duda, cuando las encuestas empezaron a confirmarle, siendo presidente, lo que ya sabía como candidato. No lo dudó al lanzarse en el 2010 porque iba en hombros de Uribe y ese ‘as’ mataba lo que le decía el diagnóstico de marketing en cuanto a su imagen: “se le reconoce lo que hace, pero no tiene química con la gente.”  Ahora la cosa es a otro precio.

La comparación que no va con Roosvelt. “Los timonazos presidenciales siempre han sido parte del juego político. Por lo general, producen reacciones en contra pero nunca tan feroces como las que le han tocado a Santos. El presidente Franklin D. Roosevelt se hizo elegir en 1940 con la bandera de no entrar a la Segunda Guerra Mundial, y no solo entró sino que la ganó.” La diferencia, mis amiguitos, es que su engaño comparativo estriba en que Roosevelt LE GANÓ LA GUERRA A HITLER, NO NEGOCIÓ CON ÉL. Cambian ustedes la relación causa efecto en el tiempo. “Traidor a su clase” es un título de honor, después de los resultados. Es un riesgo de juego antes de los hechos, como lo ha hecho Santos. Por eso FDR aguanta títulos de libros como: “Traidor a su clase: La vida privilegiada y la Presidencia Radical de Franklin Delano Roosvelt.” Ese pequeño detalle es lo que ha hecho que el cerebro de los colombianos busque confirmar lo que dice Santos, y no que se tome como una metáfora política lo de traidor. La culpa no la tiene el twiter de Uribe. Con analistas así, para qué antisantistas.
Otros supuestos factores de reelección.

1. Si el electorado colombiano es tradicionalista  institucionalista ¿Por qué rompió con esa estructura y eligió a Uribe, en la primera vuelta, en vez de Serpa, si éste tenía la maquinaria?

2. “Por definición prefiere la continuidad de lo conocido al salto al vacío.” La continuidad de la Seguridad Democrática quedó frustrada y ha sido remplazada por el temor de las bacrim, el resurgimiento del secuestro, la sublevación contra el gobierno de sectores pacíficos, etc.

3. “Colombia es uno de los pocos países que nunca ha caído en experimentos populistas o radicales de ninguna clase.”Si esto pretende apaciguar el miedo de un cogobierno con las Farc, falla. En Venezuela el comunismo llegó al poder por vía electoral engañada, así como llegó Santos.

4. “Los partidos políticos bailan al son de la Casa de Nariño.” ¿Por qué las maromas para recomponer  el fraccionamiento actual?

5. “Y los presidentes, a pesar de la Ley de garantías, tienen más presencia en los medios de comunicación que sus rivales.” Una cosa es ver la inauguración de un puente, y otra verle la cara a Santos que no es de los que hace milagros.

6. Finalmente antiuribismo vs antiuribidez. Como está de moda ‘neologizar’, digamos que nos ayuda con esta  apreciación de Semana: “El tercer factor que contribuye a que Santos dure (cuestionable estrategia utilizar el ‘presente iluso’ porque es ‘indicativo’ de una ilusión, no de un hecho) ocho años en el gobierno es el antiuribismo. Este es mucho menor que el uribismo pero igual de fanático. Probablemente no supera el 25 por ciento de la población, pero es un bloque que haría lo que fuera para evitar que el modelo uribista regrese al poder.” En ese escenario planteado por los irresponsables analistas de Semana, mal contados los miembros el ‘partido de la antiuribidez’ serían 10 millones; con ese número podría haber una guerra civil y tirarse la tan ansiada paz habanera.  El antiuribismo es normal; la antiuribidez que es ‘hacer lo que sea’ para evitar que el modelo uribista regrese al poder, es irresponsable decirlo, suponerlo, quererlo. Decirlo es incitar a algún fronterizo para que haga cualquier estupidez. ¿Quiénes son los guerreristas? Por otra parte, los antiuribistas sensatos, decentes, que aunque no sean queridos, no son asesinos, y  que llevan luchando 10 años para que no se los asocie con las Farc, quedan encostalados con la minoría estúpida. Con este escenario de Semana al antiuribista se le va a plantear que votar por un Santos que apadrina a las Farc es lo mismo que aceptar lo que rechazaron vehementemente; y que votar en blanco o abstenerse es hacer sentir su dignidad y convicción de opositores.

Conclusión. Señores de Semana: Me parece que los empresarios votan de acuerdo con sus intereses y su dignidad; igualmente lo hacen los de la clase media, agregándole a ello la independencia que les da su educación. Es verdad que el pueblo, por necesidad y desorientación puede vender su voto, pero también vota con el corazón y el sentido común que es la experiencia de haber vivido la seguridad democrática, ahora deteriorada. Para ellos esto es lo más importante porque lo único que tienen es la vida. En ese universo complejo, ustedes pretenden decidir quiénes son buenos y quiénes son malos para la próxima contienda presidencial, buscando desconectar el sentir ciudadano dominante de un 60% de rechazo al presidente y un 97% de rechazo a las Farc, en un país que quiere ser pacífico, pero no a la manera santista, ni  fariana, ni con engaños de los medios. No es objeto de este escrito convencer a los lectores de que poseo la verdad, sino intentar que no se les conceda fácilmente a ustedes el que acaben con la capacidad de crítica del electorado colombiano. Si he sembrado una duda razonable sobre lo planteado por ustedes, me doy por bien servido. Si han descifrado el misterio de por qué muchos no quieren a Santos, no cometan sus errores; desarrollen inteligencia emocional que es la que triunfa en política y en cualquier negocio, incluido el de los medios. Si mis conciudadanos de pensamiento independiente, se convencen de que la complejidad de lo que sucede en el escenario político colombiano nunca podrá simplificarse, ni dilucidarse, mediante el mensaje de medios interesados, este escrito habrá sido útil.

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