Una fiebre inquietante

Los casos de chikunguña crecen de manera exponencial. Las características de la enfermedad pondrán una presión adicional sobre el sistema de salud. Se necesitan acciones contundentes.

Con rapidez se ha diseminado la chikunguña en América desde los primeros casos autóctonos en diciembre de 2013, una velocidad que sorprende también en Colombia.

Desde el primer caso importado a mediados de 2014 hasta la mitad de enero se han confirmado cerca de 120.000, con mayor incidencia en la costa norte pero con presencia en todo el país.

En Antioquia se registra en los cuatro puntos cardinales y en casi todos los municipios del Valle de Aburrá.

El Ministerio de Salud ha confirmado que el virus está en 141 municipios de 939 situados entre los 0 y los 2.200 metros sobre el nivel del mar. Los casos equivalen a cuatro veces toda la malaria reportada en 2014 y a seis veces las infecciones por dengue.

Esta enfermedad que se caracteriza por un brote súbito de fiebre, dolor en articulaciones y poliartralgia severa es transmitida por dos vectores, Aedes aegypti y Aedes albopictus, los mismos del dengue.

Los síntomas se manifiestan entre 2 a 12 días tras la picadura y aunque rara vez conduce a la muerte, en niños y adultos mayores pueden presentar complicaciones por enfermedades adyacentes que lleven a un desenlace fatal.

La Organización Mundial de la Salud reportó tres muertes en el país, aunque el Ministerio de Salud lo ha negado.

No existe vacuna ni droga específica, solo acetaminofén y antiinflamatorios no esteroides. Si bien los pacientes pueden mejorar hacia el décimo día, los síntomas pueden reaparecer después. O persistir.

Si bien la persona infectada adquiere inmunidad, la OMS reveló que del 10 al 50 por ciento de pacientes en África y Asia experimentaban síntomas persistentes a los 10 meses e incluso a los dos y tres años, lo que convierte la chinkunguña en una enfermedad muy incapacitante.

La epidemia que padece Colombia apenas comienza. El viceministro de Salud Pública, Fernando Ruiz Gómez, advirtió sobre un posible pico a finales de enero y comienzos de febrero que podría extenderse y a final de año habría más de 700.000 casos.

La Organización Panamericana de la Salud ha recordado que la alta tasa de infección puede generar pronto una presión alta sobre los sistemas de salud del continente.

El Ministerio ha comenzado a distribuir implementos para disminuir la incidencia y ha recordado que los entes de salud disponen de 76.000 millones de pesos para actuar.

Pero el ciudadano común está desinformado. No comprende ni conoce los alcances del nuevo virus y hoy jocosamente se refiere a él; cree que es dengue. El Ministerio se apoya en internet para informar, mas la respuesta es incipiente: baste citar que en los sitios web de Antioquia y Medellín, por ejemplo, no hay información aunque en el departamento van más de 2.000 casos confirmados.

No estamos frente a un mal menor por la rapidez con que se disemina, el número de casos, las incapacidades que generará y una gran demanda de medicamentos que como ocurrió en días pasados podrían escasear, así sean drogas de uso común.

Ha faltado decisión gubernamental, y de las EPS, para atender un mal que puede agravar más un sistema de salud ya enfermo, para trazar programas de control y mantener informado al ciudadano.

Eso es lo que se espera, directrices claras y acciones contundentes para minimizar riesgos porque este virus llegó para quedarse.

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