La ausencia de liderazgo es un síntoma de la crisis moral de la sociedad moderna. Todos quieren ser líderes para figurar, nunca para trascender. Imaginan que el simple hecho de dirigir y aparecer les dará el rédito ético suficiente para erigirse como los diseñadores del progreso, los cambios y el bienestar.
Generalmente en las democracias de nuestro tiempo se elige entre lo menos malo o entre las peores opciones. Suele decirse que es mejor el malo conocido que lo bueno por conocer y se privilegia la experiencia, aunque sea mala sobre el talento. Esa costumbre es la que tiene enquistada a la misma élite que no le da nunca juego a otros.
Impera la mediocridad sobre la capacidad. A los cargos de confianza, dirección y manejo acceden los recomendados, las cuotas, las clientelas o la repartición de la torta burocrática, proporcional o injustamente según el criterio del mandatario, representante o agente de turno. Los procesos de selección suelen ser una ficción disfrazada de realidad buscando legitimar la inhabilidad o la ausencia de autoridad moral de quienes resultan elegidos.
Un líder natural se caracteriza por cinco elementos básicos: 1. Su capacidad de tomar decisiones. 2. La configuración de sus equipos de trabajo. 3. La motivación permanente de sus seguidores. 4. Su conducta ejemplar, digna e inspiradora. 5. El carácter eficaz de sus gestiones y compromisos. Hoy las promesas son propuestas que nunca serán decisión. Por la devaluación permanente de la palabra. La verdad se convirtió en la excepción y la mentira es una tradición.
La dinámica propia del ejercicio del poder hace que quienes eran opositores al convertirse en gobierno olviden las causas que motivaron su activismo social y político. Se adaptan a las condiciones del cargo y no adaptan el cargo a mejores condiciones. Es la dinámica del quítate tú pa ponerme yo descrita por Gaetano Mosca en su teoría de las élites, según la cual siempre son los mismos con las mismas tomando decisiones por los demás y abrogándose el título de las mayorías.
Son las mayorías de nadie porque nadie y todos son ellos mismos.
Seguimos discutiendo los problemas de hace 100 años: Injusticia, exclusión, desigualdad, violencia, desempleo, mala calidad de la educación, el sistema de salud, hambre, inmigración, inseguridad, acceso al agua potable, valor de la gasolina, el costo de los servicios públicos y una lista larga que no cabe aquí.
Las instituciones estarán por encima de sus liderazgos si sus principios definen sus líderes. Urge encontrar un líder natural. Por el bien de todos debemos elegir siempre los mejores y no a los que tocó.