Postales desde Venezuela

Las severas golpizas, el empleo indiscriminado de balas, perdigones de goma y gas lacrimógeno.

Primera postal: “Moisés Guanchez tiene 19 años y trabajaba como mesonero en un restaurante en las afueras de Caracas. El 5 de marzo, al salir del trabajo se encontró atrapado junto con otras cuarenta personas en un parqueadero de coches. Efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana que estaban reprimiendo una protesta en esa zona comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas y a disparar perdigones de goma contra el grupo donde estaba Guanchez. Al intentar salir del lugar, un miembro de la Guardia Nacional se lo impidió, disparándole hacia la cara con perdigones de goma. Aunque no ofreció resistencia, dos guardias se turnaron para golpearlo, al tiempo que un tercero se acercó y le disparó a quemarropa en la pelvis. Guanchez tuvo que ser intervenido quirúrgicamente en los brazos, la pierna y un testículo”.

Segunda postal: “José Romero, de 17 años, fue detenido el 18 de marzo al salir de una estación del Metro en Caracas. Un guardia nacional le pidió su identificación y, cuando Romero se la entregó, el guardia le dio una cachetada y lo detuvo sin mayor explicación. Fue trasladado a un lugar desconocido donde estuvo incomunicado, amenazado de muerte y golpeado. Fue obligado a estar de rodillas durante 12 horas sin agua, comida o la posibilidad de ir al baño. Durante la noche, los guardias le dijeron que lo iban a violar, y uno de ellos le levantó la camisa y lo quemó. Eso sucedió tres veces”.

Tercera: “El 21 de marzo, en la ciudad de Valencia, Daniela Rodríguez estaba filmando con su teléfono móvil una marcha que se tornó violenta. Rodríguez corrió a su casa y cerró la puerta con llave. Treinta efectivos de la policía y del servicio de inteligencia entraron por la fuerza a la casa arrestándola a ella y a su hermano Luis”.

Cuarta: “El 13 de febrero, Juan Manuel Carrasco (21 años) y dos amigos corrieron para alejarse de choques violentos entre la Guardia y manifestantes en la ciudad de Valencia. Abordaron el coche de uno de ellos, pero fueron rodeados por 15 guardias en motocicletas. Los obligaron a salir, los golpearon, les quitaron sus teléfonos móviles y otras pertenencias y luego incendiaron el coche. De allí los llevaron a un parque donde los obligaron a permanecer acostados en el suelo mientras continuaban golpeándolos y pisoteándoles la cara con sus botas. Uno de los guardias le puso un fusil en el cuello a Carrasco, y fue bajando el cañón del arma por la espalda, le bajó los interiores y le penetró el recto con el arma, causándole una hemorragia. A los otros detenidos los obligaron a yacer en el piso boca arriba mientras un guardia les rodaba una motocicleta por las piernas tres veces”.

Estos son solo cuatro de un largo inventario de horrores recopilado por la organización internacional Human Rights Watch (HRW) durante una visita a Venezuela en marzo. La lectura del informe completo (disponible en la red) es tan escalofriante como obligatoria. Cada incidente está documentado con evidencias que no dejan lugar a dudas sobre la veracidad de lo que allí se relata. Los expertos de HRW visitaron Caracas y otros tres estados, llevaron a cabo más de 90 entrevistas con víctimas, los médicos que las atendieron, testigos, periodistas y organizaciones de derechos humanos. Recabaron centenares de fotografías, videos, informes médicos y documentos legales.

En palabras de José Miguel Vivanco, el director de HRW para las Américas: “La magnitud de las violaciones de derechos humanos que documentamos en Venezuela, y la participación de miembros de las fuerzas de seguridad y funcionarios judiciales en estos delitos, demuestra que no se trata de incidentes aislados ni de excesos de algunos agentes insubordinados. Por el contrario, forman parte de un patrón alarmante de abusos que representa la crisis más grave que hemos presenciado en Venezuela en años”.

El informe de HRW prueba que el gobierno de Nicolás Maduro hace un uso ilegal de la fuerza contra manifestantes desarmados e, incluso, contra simples transeúntes. Las severas golpizas, el empleo indiscriminado de balas, perdigones de goma y gas lacrimógeno, y los disparos a quemarropa con perdigones contra personas que ya están bajo custodia de las autoridades son actos rutinarios. También se comprobó el maltrato continuo y sistemático de los detenidos, que en algunos casos puede considerarse como tortura.

El principal conflicto en la Venezuela de estos tiempos no es entre quienes promueven el socialismo y quienes creen en el capitalismo, entre ricos y pobres o entre quienes simpatizan con Estados Unidos y quienes repudian a la superpotencia. Es entre quienes defienden a un Gobierno que utiliza la violación de los derechos humanos como política de Estado y quienes están dispuestos a sacrificarse para impedirlo.

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