A la horca

Desde hace muchos años se venía hablando del Bronx; se sabía que en estas cuadras en Bogotá pasaban cosas relacionadas con drogas y con el hampa. Los gobiernos anteriores de la capital, empezando por Gustavo Petro y su tan cacareada Bogotá Humana, sabían lo que ocurría allí, pero nunca lo asumieron.

Petro hablaba de los consumidores de drogas como problema de salud, pero nunca, nunca hizo nada para entrar al Bronx, entre otras cosas porque siempre tuvo una pésima relación con los directores de la Policía de Bogotá.

Por supuesto que eso no me extraña, porque la tal Bogotá Humana estaba en otras cosas (dando miles de contratos, criticando a los medios, haciendo política barata).

El alcalde Enrique Peñalosa contó esta semana en Blu Radio que desde el primer día de su gobierno logró articular a la administración distrital con la Fiscalía y la Policía para intervenir el Bronx. Así es que se toman decisiones. Con berraquera.

Lo que allí encontraron, según ha relatado el director del CTI, el doctor Julián Quintana, es sencillamente aterrador. Secuestros, prostitución de menores, asesinatos con ácido y perros, tráfico de drogas, extorsiones. En fin, un rosario de delitos que parecerían pasearse por todo el Código Penal.

Las imágenes que hemos visto son aterradoras. Queda uno realmente enfermo. Los mal llamados sayayines arrastrando a un niño (a quien tratan de ahorcar en contra de una pared) lo conducen a uno inequívocamente a pensar que estas personas no son susceptibles de rehabilitación carcelaria, y a que solo podría aplicárseles es la pena de muerte. Todos aquellos que cometen delitos en contra de los niños deberían pasar por la horca. Eso no es posible en Colombia, pero en el fondo es lo que muchos, entre los que me encuentro, quisiéramos ver.

Lo del Bronx es inadmisible. Ese fenómeno debe erradicarse para siempre pues no puede ser que una zona de Bogotá, o de cualquier otra ciudad, esté en manos de la delincuencia organizada.

No debemos olvidar que el Bronx estaba a dos cuadras de la estación de la Policía metropolitana y a seis cuadras de la Casa de Nariño. Ese solo hecho muestra lo grave del fenómeno y, claro está, la negligencia de nuestras autoridades. Inclusive el comandante de la Policía de Bogotá, general Hoover Penilla, reveló que tuvieron que conformar un grupo de más de 2.400 hombres traídos de otros sitos porque muchos de los policías de la capital trabajaban para la delincuencia del Bronx.

En buena hora el alcalde Peñalosa se le metió a este tema. Eso pone de manifiesto que las cosas sí se pueden hacer, pero para eso se necesita determinación y mano firme. Y así suene como si fuera un hombre de derecha, que no lo soy, en no pocas oportunidades pienso que lo que le falta a este país es tener gobernantes que nos obliguen a todos, sin excepciones, a cumplir las leyes. Si esto se hiciera constantemente estaríamos hablando, sin duda, de un mejor país para todos.

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