El arte de confundir a los esperanzados de la paz

Hay que aprender a manejar las armas del adversario, pero con el debido asco. Gómez Dávila

Mi adversario no es Humberto de la Calle, persona respetable, cuyo comunicado como jefe de los negociadores del Gobierno reprodujo El Tiempo el 23 de abril de 2015. Tampoco lo es su texto sino lo implícito de: “Recuperar la confianza y lograr una paz justa,” que está muy lejos de la realidad.

La confianza nace de la esperanza; luego en relación con los ‘diálogos’ debemos ser radicalmente honestos y distinguir: había esperanza como un sentir general; pero la confianza es algo que se pretende construir, regándola con un abono de comunicados amañados, columnas de áulicos, discursos, entrevistas, encuestas, espontáneas o pagadas, amenazas a quien opine en contrario, etc., Como cada quien entiende a su manera, mejor definimos según el RAE.

ESPERANZA. 1. Estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos. CONFIANZA 1. Esperanza firme que se tiene de alguien o algo. 4. f. Ánimo, aliento, vigor para obrar. 7. Pacto o convenio hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas. Veamos ahora qué es CONFIAR. 1. Encargar o poner al cuidado de alguien algún negocio u otra cosa. 2. Depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa. 3. Dar esperanza a alguien de que conseguirá lo que desea. 4. Esperar con firmeza y seguridad.

Las acepciones presentadas nos describirían el proceso en su fase sicológica que es lo único que medio conocemos. Así, en un comienzo, en las conversaciones de Enrique Santos, Juanpa & Cía. pudo existir la “esperanza firme” de que al pacto o convenio, hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas” allegadas a Santos se le podría depositar la confianza, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de Sergio Jaramillo & Cía. le pudieran tener Santos y las Farc.

Pero esas definiciones TAMBIÉN FACILITAN ENTENDER EL PERFIL ANÍMIC O sobre la paz, como proceso, en relación con las conductas de los negociadores de las Farc y el gobierno. Las anteriores definiciones representarían LAS NATURALEZAS DE LA ESPERANZA Y LA CONFIANZA que tendríamos que ponerlas a prueba confrontándolas con las NATURALEZAS DE LAS FARC, la de los negociadores del Gobierno y, obviamente, la de Santos, para entender la razón de las posibilidades de éxito de lo que estamos negociando. Por otra parte, naturaleza significa esencia y propiedad característica de cada ser o situación por lo que no hay amigos o enemigos, sino expectativas realistas o ilusas.

Cuando Humberto de la Calle dice: “El camino construido de confianza y esperanza ha sido lastimado.” se contradice con una realidad insoslayable al acordar: “Desde un principio, la decisión de las partes fue adelantar los diálogos en medio del fuego. Las lecciones del pasado muestran que esta es la senda correcta. Comprendemos que el camino escogido está lleno de obstáculos.” ¿Por qué es correcta esa senda, pero no se aceptan los obstáculos? Porque el principal impedimento no se puede nombrar en una mesa de negociación: la NATURALEZA DE LAS FARC que no inspira confianza porque son psicópatas. ¿Pueden ellos jurídica, moral, jerárquica y personalmente CONTROLAR la naturaleza sociopática de su organización? ¿Se puede confiar en esa realidad? No. Porque el locus de control de las Farc es externo; y los compromisos éticos, de palabra de honor, se establecen desde un locus de control interno que son la esencia de una negociación política seria.

El locus de control es un término psicológico que hace referencia a la percepción que tiene una persona o una organización acerca de dónde se localiza el agente causal de los acontecimientos de su vida cotidiana. Es el grado en que un sujeto percibe que el origen de eventos, conductas y de su propio comportamiento es interno o externo a él. Debido a que el ‘locus de control’ de las Farc es totalmente externo, no son capaces de ver NINGUNA RESPONSABILIDA PERSONAL EN SUS ACTOS. Por eso no pedirán perdón por la masacre porque… ¡ES CULPA DEL GOBIERNO!

Por otra parte, si definimos ‘proceso político’ como “un determinado accionar que abarca la percepción de una necesidad (o el planteamiento de una demanda), la deliberación sobre el problema, la toma de decisión, la instrumentación de la solución, su ejecución, la percepción de los resultados por parte de sus destinatarios y de la población en general, y su respuesta” preguntémonos si la naturaleza de las Farc facilitan o dificultan cada una de las fases de esa realidad. ¿Pueden ellos cambiar su naturaleza política basada en el terrorismo como forma de lucha?

La experiencia nos dice que la sociopatía y psicopatía se CONTROLAN con la VIGENCIA REAL de los 10 mandamientos, en la conciencia de los individuos y la sociedad, el cumplimiento de la Constitución y el respeto por las buenas costumbres. Los camaradas argumentarán que la ética del comunismo es el resultado natural de su fe materialista, surgida de los patrones morales que emergen de ciertas condiciones económicas. (Control externo) Pero los 10 mandamientos están inscritos en la conciencia de todos los pueblos, antes del cristianismo (control ético interno) y de la aparición del materialismo dialéctico (Control externo). La psicopatía es una vieja enfermedad de la humanidad expresada en diferentes simbologías religiosas, según la época y cultura. Los psicópatas ‘odian a Dios y a quienes lo representan’ que es una manera de entender el odio al control interno. Pero en el capítulo 16 del Bagavad Gita del año 3.1000 a. C. ya podríamos identificar la conducta psicopática de los líderes farianos. Sin embargo es bueno repasar la lección en términos contemporáneos para que sepamos a qué atenernos.

Si usted trata de hacerle frente a un psicópata de una manera ética y con compromisos, como lo pretenden Humberto De la Calle y el gobierno, estará buscándose entrar en un estado de shock como lo dice el Dr. William Higgins, pues "no se puede transar o negociar con los psicópatas".

No sólo codician las posesiones materiales y el poder, pues así lo anuncian los de las Farc, sino que buscan un placer especial en usurpar y quitarle a los otros lo que puedan mediante el secuestro, la estafa, la extorsión, el asesinato, la manipulación, que son frutos mucho más apetecibles para ellos que los que se pueden obtener mediante el trabajo honesto. Se inventan una excusa política, como todo mentiroso compulsivo, y la gente se la traga. En nuestro caso, pretenden arrebatarles a los colombianos el respeto a las leyes, las estructuras constitucionales, disfrazando ese accionar psicopático con la cortina de humo política: ‘desprecio de la sociedad burguesa y el Estado’. Y una vez han drenado lo que puedan de una fuente, se van a otra para explotar, desangrarla, echarla a un lado (narcotráfico, presupuestos municipales, minería ilegal, etc. Ahora ensayan el escenario político legal); su placer es ver la desgracia de los demás, placer que nunca se apagará. Las personas son utilizadas como un medio para un fin; han de estar subordinadas y degradadas para que el antisocial pueda sentirse reivindicado. En culturas antiguas los llamaban demonios; hoy son depredadores. ¿Se imagina a un personaje de estos con poder político sobre Colombia?

¿Por qué los terroristas de las Farc piensan que somos idiotas con los que se puede hacer cualquier cosa? Porque ellos saben que nosotros desconocemos su interior como en realidad es; no podemos imaginar que puedan pertenecer a una especie diferente, y esperamos de ellos que entiendan nuestra ética y obren en consonancia y simpatía, pero no es así. ¿Por qué? Porque por muy amaestrado que esté el tigre, siempre te puede dar un zarpazo.
Por lo tanto, imagínese – si puede hacerlo – un ser que no tiene conciencia moral, ninguna en absoluto; en el que no hay sentimientos de culpa o remordimiento, no importa lo que haga; que no le da importancia al preocuparse por el bienestar de los demás: amigos, miembros de la familia, extraños. Imagine que esa persona no tiene problemas con la vergüenza; jamás los ha tenido, ni un instante en toda su vida, no importa qué tipo de acción egoísta, perezosa, dañina o inmoral haya realizado. Pretenda que el concepto o sentimiento de responsabilidad le es desconocido, excepto como una carga que otros parecen aceptar sin rechistar, como tontos crédulos. Ahora agregue a esta extraña fantasía la capacidad de ocultarle a la gente que su maquillaje psicológico es radicalmente diferente al de ellos.

Usted, como todo el mundo, simplemente asume que la conciencia moral es normal entre los seres humanos; basado en ese supuesto, para el psicópata va a ser extremadamente fácil ocultar que él no tiene ‘esa pendejada,’ que para usted es un tesoro: la conciencia moral. Por lo que él no conocerá, ni usted lo sospecha, lo que es verse frenado de realizar ninguno de sus deseos por motivos de culpa, o vergüenza; además, como los otros desconocen esa condición interna, nunca lo han confrontado por su verdadera condición. Es lo que pasa en La Habana. En otras palabras, él es completamente libre de restricciones internas, y su libertad sin trabas para hacer precisamente lo que quiera, sin remordimientos de conciencia, lo vuelve peligrosamente invisible para el mundo, por lo que usted está en sus manos, a menos que despierte.

Si a lo anterior agregamos que el psicópata puede ser encantador cuando le conviene, exhibir reglas de comportamiento social adecuadas, tener un verbo argumentador imbatible, eso le hará bajar la guardia a usted y no le dará importancia a sus verdaderas intenciones hasta cuando sea demasiado tarde. En la mesa de diálogo de La Habana, consideran un gran logro, la empatía que se ha desarrollado en el grupo después de dos años y medio de contacto. Es decir, ‘duermen con el enemigo,’ saben que es el enemigo, pero al ignorar su condición psicopática no saben adoptar la estrategia efectiva. Les dan tres vueltas y se dicen: ‘Esa gente de las Farc son así, difíciles’, pero esa dificultad no la han sabido perfilar con claridad. Por eso fracasan con ellos y hay que firmar la paz a la carrera.

En ese escenario De la Calle argumenta:

“Esta difícil decisión (adelantar diálogos en medio del fuego) es la que mejor garantiza la seguridad de los colombianos.” La masacre de los soldados lo contradice, según la lógica y el sentir popular. Sin embargo, para Santos fue un ‘incidente’. ¿Se entiende la rechifla? Continúa: “Por lo tanto, lo que las Farc han incumplido es su propia palabra.” Las Farc incumplieron su palabra, pero obedecieron a su NATURALEZA PSICOPÁTICA. Estúdienla en sus escritos y lo verán con claridad. Un psiquíatra leería un escrito y subrayaría lo pertinente que se llama ‘proyección psicológica’; es decir, no lo tomaría como insulto o amenaza, sino que estudiaría cómo ese insulto o amenaza proyecta la mente de quien lo dice o escribe.

Ejemplo. En la editorial de Anncol del 24 de abril de 2015, al admitir las Farc que eliminaron un TASK FORCE en El Cauca, proyectan su psicopática psicología organizacional, a sus lectores, como lo haría cualquier loquito. Estudiemos su lenguaje: ropajes de mimetismo, mar de contradicciones, doble moral, “una terrorífica ficción obsesiva que hasta hoy no se ha correspondido con la realidad”, clientelas adictas, desmoralización irreversible, “el hecho cruel por lo real denunciado con amargura por uno de los soldados sobrevivientes” (el ‘editor’ no se identifica con el ‘hecho cruel’ cometido por sus patrones, lo evade como cualquier psicópata, pone al soldado a reportarlo, porque la amargura es de ‘los otros’; no hay empatía), salvavidas, “indemnes e impunes.”

Así, pueden estar seguros nuestros soldados, el ejército y el gobierno, que en este escenario, de manera natural, podrán CONFIAR en que las Farc no los atacarán, SI SON SUS PRISIONEROS como trofeos negociables.

Sigue De la Calle: “El mayor daño es a la credibilidad de las Farc.” ¿Es eso cierto? No. Nunca la han tenido, porque la credibilidad de las Farc se tendría que componer de confianza y un grado de conocimiento aceptable de su voluntad real, objetiva, de infundirle a los colombianos esperanza y confianza en una paz estable, sin mentiras, sin impunidad. La prueba objetiva de ello es que el 90% de los colombianos las rechaza. ¿Quiénes confían en esa credibilidad de las Farc? Los que ideológicamente están cerca de ellas. Pero eso no es confianza, sino apoyo partidista. Por otra parte, la credibilidad va de la mano con la verdad, pero… ¿cuál es la verdad de las Farc? Su psicopatía, totalmente ignorada por los negociadores del gobierno.

Continúa De la Calle: “¿Por qué un suceso de orden público que ha ocurrido antes, durante los cincuenta años de conflicto, conmueve tanto a la sociedad colombiana? La respuesta es: porque esta vez los colombianos alcanzamos a acariciar la esperanza. Es el retroceso y la frustración lo que ha generado este clima.”

Lea bien lo que dice Dr. De la Calle que lo veo ‘contaminado’ de la insensibilidad psicopática de las Farc. Para usted fue ‘un suceso de orden público’, algo ‘normal’ en 50 años. Es decir, un suceso sociológico, político, estadístico; algo abstracto. No nos digamos mentiras. Lo nuestro no fue un retroceso, una caricia frustrada. Para los colombianos fue una masacre, algo doloroso e intensamente personal, execrable, estúpido, inmisericorde, salvaje. ¿Capta la diferencia? ¿Piensa y ‘siente’ usted como un miembro de las Farc o como un colombiano de bien, normal, sensible y adolorido?

Predica De la Calle: “Se ha fracturado la esperanza. Pero cuando la esperanza se quiebra, es el momento de la fe.” No creo que De la Calle hable de la definición de Astete sobre la fe; o la que podamos tener en nosotros mismos; porque el que las Farc dejen de cometer matanzas no depende de nuestra autoestima; por lo tanto tendrá que referirse a la fe en unos hombres que han creado la desolación que produce la tragedia, la tortura de habernos engañado miserablemente; dejando además, el sentimiento, vivísimo y amargo, de que estamos en manos de un mal tolerado por nuestros gobernantes. El gobierno no envió curas a los pobladores afligidos, sino psicólogos. La primera frase del Credo católico, que tiene que ver con la fe fundamental, dice: “Creo en…” ¿Debemos decir, creo en… que las Farc tienen voluntad de paz? ¿no son una organización terrorista? Es decir, ¿debemos contradecir nuestra experiencia y creer en qué, Dr. De la Calle? Toda fe adulta es racional. No nos pida infantilismos, Dr. De la Calle.

Asegura el negociador. “El liderazgo del Gobierno debe asegurar que el país no caiga en la exaltación de la muerte. Hay que jugársela por la vida. Pero también hay que ser realista.” No he leído en ninguna columna escrita, o en un noticiero, ni en grafitis callejeros, nada que se parezca a ‘exaltación de la muerte’, luego es mentira. Más bien Castro y el Che alguna vez aullaron: ¡Patria o Muerte! Además la mente estalinista de las Farc sí ha creído y practicado durante 50 años el aserto de Stalin cuando decía: “La violencia es el único medio de lucha, y la sangre el carburante de la historia.” Sus muertos son remplazados en su máquina de guerra; los nuestros no son remplazados, son llorados. En Colombia sí hay expresiones de dolor, es decir, de vida herida.

Humberto De la Calle resume: “Se ha lastimado la confianza que se había logrado con cuidado y tesón.” Contra argumento: No hay confianza en la buena fe de las Farc debido a su comportamiento durante 50 años y el que han presentado en La Habana. Eso lo dicen las encuestas QUE LAS RECHAZAN EN UN 90%.

Segundo, “un cese del fuego debe ser serio, verificado y con garantías.” Contrargumento: No conocemos la estructura de tal acuerdo, luego ¿cómo podemos confiar? Tercero, “insistimos en la terminación del conflicto buscando un acuerdo que garantice una paz justa.” Contrargumento: ¿Qué es una paz justa y para quién? “Y, finalmente, los colombianos no debemos desistir de la búsqueda del fin de la guerra a través del diálogo. El macabro rostro del conflicto con sus peores horrores debe movernos a todos a poner fin de manera firme a la guerra”. Contrargumento: Identificamos la voluntad de guerrear en las Farc. ¿Por qué? Porque son los que se han declarado en rebeldía contra el Estado y la sociedad que se defiende mediante los instrumentos constitucionales de un estado de derecho. La sociedad colombiana es la que sufre la voluntad de agresión. Por lo tanto De la Calle debe parar de una vez por todas el discurso mentiroso de generalizar con ‘los colombianos’ que somos 47 millones y no hemos empuñado las armas, sino que le hemos cedido a las FF AA esa tarea de defendernos y somos los que hemos sufridos los ataques.

¿Estamos negociando lo mismo? Las Farc quieren seguridad política que les genere confianza para imponer sus ideas. Nosotros queremos seguridad democrática para proteger nuestras vidas. Además, queremos GARANTÍAS para depositar nuestra confianza en el proceso de negociación de La Habana. No podemos basar esa garantía en la buena fe y la opinión acomodada de los defensores de un proceso político; queremos GARANTÍAS OBJETIVAS de seguridad, pues así como ‘nada está acordado hasta que todo esté acordado’ también debe existir el lema de ‘nada debe ser secreto para los colombianos en el proceso de paz, antes, durante y después’. Es decir, TOTAL TRASPARENCIA QUE NO LA HA HABIDO.

Porque ya estamos grandecitos para saber que los asesores pueden hacer aparecer el show político como verdad; que los defensores del altruismo revolucionario son expertos en hacer respetable el asesinato de los soldados del Cauca; y pueden darle a una ideología ajena a la humanidad la consistencia de un lejano horizonte, decimos: ¡No más mentiras!

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar