El cese unilateral de fuegos

Las opiniones del expresidente Álvaro Uribe Vélez sobre el actual proceso de paz, en respuesta a la misiva del exconstituyente Alvaro Leyva, demuestran que, al igual que el Gobierno, no está de acuerdo con un cese bilateral de fuegos. Al contrario lo fundamental, dice, es parar la violencia con un cese unilateral y verificable de actividades criminales por parte de las Farc, con seguridad para sus contingentes, “garantía que podría darse en un prudente lugar de ubicación vigilado por las fuerzas institucionales”.

Eso es lo que en la Ley 418 de orden público, recientemente prorrogada, solía conocerse popularmente como “zonas de distensión”, es decir, lugares del territorio nacional inhabilitados temporalmente para la acción de la Fuerza Pública, donde ubicar los grupos subversivos en presunto trance de desmovilización. De hecho, al ser un cese unilateral con verificación, o sea con los frentes guerrilleros inmovilizados en sitios específicos, se supone un control institucional alrededor de las zonas, pero una suspensión momentánea de acciones militares al interior de ellas. Es decir, no un cese bilateral, sino de alguna manera un cese unilateral simultáneo en ese lugar predeterminado. Ello, precisamente, porque en caso de romperse el cese de fuegos existen los mecanismos de verificación y verificabilidad propios para saber qué ocurrió, quién fue el responsable, y cuál debe ser la actitud a seguir. Con ello, como suele decirse, se evitaría, por ejemplo, que los acuerdos se rompieran por “alguna pelea de borrachos” o que el cese de fuegos se viniera al traste por imposibilidad de verificar, como en la tregua de 1984-1986 con las Farc.

De manera que sí: la verificación debe ser indisoluble del cese unilateral. Y para ello es menester indefectible la localización de los frentes guerrilleros en áreas, lo que el expresidente Uribe Vélez llama en “un prudente lugar de ubicación”. Si bien lo anterior parece un tecnicismo, no lo es en la medida en que la Fuerza Pública mantiene sus actividades en el territorio nacional, salvo en la zona o zonas antedichas (donde en todo caso hace la vigilancia), mientras el grupo irregular suspende su movilidad y accionar al permanecer en ellas en tanto deja o entrega las armas.

En los diálogos durante la administración Gaviria, a comienzos de la década de los noventas, esas áreas llegaron a considerarse en un número similar a los frentes guerrilleros aducidos por las Farc. La idea, con aquiescencia de las FF.MM., consistía en crear zonas de 30 kilómetros cuadrados, entre dos municipios, donde localizar los contingentes subversivos. Alrededor de ellas, a su vez, se establecía un colchón de seguridad de unos kilómetros, sin tropas, afuera de lo cual imperarían los batallones del Ejército y las patrullas de Policía. Pero la idea no alcanzó a debatirse a fondo, pues de un lado las Farc pidieron 96 lugares y de otro se produjeron, el vil asesinato del exministro Argelino Durán Quintero por parte del Epl y el atentando al presidente del Congreso en receso, senador Aurelio Iragorri Hormaza, acabando el proceso.

Posteriormente, durante los diálogos de la administración Pastrana, la llamada “zona de distensión” del Caguán tuvo, en principio, la motivación de adelantar los diálogos en el país (y no en el exterior) y de otro lado generar las condiciones para que, bajo un eventual cese de fuegos localizado, el grueso de las Farc se ubicara allí. Las Farc, con sus entradas y salidas de la zona y las continuas suspensiones del proceso desdibujaron el mecanismo, volviéndolo parte de su agenda militar. Más tarde, el mismo expresidente Uribe lo utilizó, en otras condiciones, en la zona de Ralito con los paramilitares.

Hoy, el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos ha prohibido las “zonas de distensión”. No obstante, áreas de localización, bajo cláusulas, vigilancia y extensiones muy precisas, siguen siendo el único instrumento viable para generar las condiciones de un cese de fuegos unilateral con verificación e inmovilidad. Como se dijo, es lo que el expresidente Uribe denomina “un prudente lugar de ubicación”.

No es, pues, el cese de fuegos unilateral en que, técnicamente, la subversión suspende las acciones ofensivas y se mantiene agazapada en sus territorios móviles a la expectativa, que es más bien una tregua, sino uno en el que se comienza a determinar el “fin del conflicto” con su localización. Y ese el objetivo.

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