El presidente encadenado

Preso del proceso de paz, la situación económica, la oposición radicalizada y unos socios que le cobrarán caro su apoyo, Santos hoy es un presidente encadenado.

Me temo que al presidente Juan Manuel Santos lo tienen encadenado: cuando no son las Farc, es la oposición. Cuando no es el fiscal, son las calificadoras de riesgo. Cuando no son los unos o los otros, sus carceleros acaban siendo los políticos de su propia coalición. Pero lo que realmente preocupa es que el primer mandatario no tenga la fuerza ni la claridad para liberarse de esas pesadas cadenas como parece estar ocurriendo.

La apuesta del presidente por un proceso de paz a cualquier costo genera válidas preocupaciones entre los colombianos. ¿Hasta dónde es capaz el gobierno en este punto de la negociación de poner condiciones para que se firme una paz estable y duradera? ¿Todo hecho que deje en jaque la confianza de los colombianos en el posconflicto debería ser pasado por alto y calificado de ‘impasse’ menor con tal de firmar un papel con las Farc?

De esa oprobiosa cadena que simboliza el ‘caradurismo’ de las Farc y las preguntas sin resolver de los ciudadanos, Santos definitivamente no se va a poder liberar, porque ya ha entregado mucho y porque ante los ojos del mundo le preocupa quedar mal. No importa lo que pensemos los colombianos. No importa el dramático nivel de inseguridad jurídica que está creando. No importa que haya que firmar un cese bilateral definitivo el 23 de marzo sin que existan acuerdos ciertos sobre quiénes serán los jueces cuyos designios amplios y caprichosos determinarán la suerte de todo un país.

Pero la paz no es de lo único por lo que debe preocuparse. Otra cadena que le pesa -aunque de dientes para afuera diga lo contrario- es la que representa la situación económica actual. Si no propone pronto una reforma tributaria cuyo único propósito sea llenar el hueco fiscal, el país entrará en serios problemas y perderá del todo la confianza inversionista. ¡Dejen de cuentearnos con que la reforma será estructural! Los nuevos impuestos y las alzas en las tarifas de los que actualmente existen no permitirán una estabilidad fiscal de mediano y largo plazo sino que estarán enfocados en resolverle problemas a este gobierno que está raspando literalmente la olla.

El lío es que cuando el Ejecutivo se disponga a discutir la tal reforma, se dará cuenta que por culpa de su modelo de ‘democracia transaccional’, los dueños del peaje en el Congreso para aprobar estos proyectos de ley habrán incrementado tanto sus tarifas que no habrá potes de mermelada ni siquiera en los congeladores de reserva de la Casa de Nariño con qué pagar.

Mientras todo esto ocurre, el gobierno sigue sin saber lidiar con la oposición y como le dio alas a un fiscal que perdió la ponderación, tiene en ese frente político-jurídico serios inconvenientes que no ha podido capotear y que sólo acabarán enrareciendo todavía más el panorama del país.

A todo ello hay que sumarle el yugo que para Santos representan las encuestas: en la última de YanHaas aparece con una desaprobación a su gestión del 63 por ciento mientras que en la de Gallup un 69 por ciento de los consultados desaprueba la gestión del Jefe de Estado.

Este presidente encadenado necesitará varios milagros para poder llegar al final de su mandato. Si ni las Farc, ni los políticos del nuevo ‘pacto por la paz’ le echan una mano, su situación –y de paso la de todo el país – irá definitivamente de mal en peor.

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