Finalizar la confrontación es la verdad requerida

Nadie se levantó en armas porque los parapolíticos hayan ido a la cárcel y no hubo alzamientos militares porque el general Rito Alejo del Río esté condenado a 25 años de cárcel para mencionar solo un caso.

Sergio Jaramillo Alto Comisionado para la Paz ha dicho en esta retadora etapa del proceso: “no hay que tenerle miedo a la verdad” explicando el acuerdo sobre la comisión producido en la mesa de La Habana. Hay quienes interpretan este avance como un instrumento para amenazar y someter la voluntad de quienes se oponen al proceso.

Toda la verdad dicen desde las guerrillas, la responsabilidad individual y  no sólo colectiva dice el Gobierno. Y vienen las preguntas ¿Con qué procedimientos, seguridades, quién definirá sus integrantes?  Crecen las preguntas y hay una sombra de dudas alrededor del tema. Dudas que de no ser atendidas pueden convertirse en temores e impedir que sea cierta la afirmación del Comisionado.

Lo que si es verdad es que de continuar los hechos de violencia en el país, el proceso puede ahogarse rápidamente y aún a pesar de que el Presidente mantenga su decisión de avanzar por encima de las dificultades, una sucesión de hechos de sangre y violencia puede transformar el momento de tensión en ruptura y  la preocupación no será entonces el temor a la verdad.

Lo que impediría superar la confrontación. serán los hechos de violencia, los atropellos y la zozobra que vienen con el incremento de la confrontación y esa será la única verdad que seguiremos conociendo y heredando de una generación a otra.

Y hablando de la verdad, por allá en el 2008 el ex comisionado de paz Restrepo, había afirmado que el país no estaba preparado para ella. Muchos sentimos su afirmación como un canto a la impunidad institucional. Años después, se puede afirmar que en los procesos de justicia y paz, muchas madres, hijos y esposas al escuchar las confesiones de los paramilitares sintieron alivio y atendidas sus demandas de conocer lo ocurrido a sus familiares. En dichas audiencias surgieron relatos dolorosos, algunas veces completos y otras no. En las mismas se pudo conocer horrores como el uso de hornos ordenado por Salvatore Mancuso en Norte de Santander para desaparecer los cuerpos de los asesinados. Hubo desmayos, llantos, alivios, se acusó de revictimización por los relatos incompletos o justificatorios que se presentaron en algunas sesiones, pero es claro que escuchando de labios de jefes paramilitares los relatos sobre el asesinato de sus seres queridos, familias enteras lograron satisfacer su búsqueda de verdad.

Parece entonces que la convicción del ex comisionado Restrepo fue equivocada porque en el proceso de justicia y paz  las víctimas, los victimarios y la sociedad en general asumimos la parte de verdad entregada, indignados pero con aplomo. Nadie se levantó en armas porque los parapolíticos hayan ido a la cárcel y no hubo magnicidios ni alzamientos militares porque el general Rito Alejo del Río esté condenado a 25 años en la cárcel para mencionar solo un caso. Lo que sí se puede afirmar es que el sistema judicial no estaba preparado para enfrentar el volumen, la complejidad de la dinámica judicial desatada y mucho menos para develar a los determinadores de los crímenes y la maquinaria paramilitar.

Estamos preparados para escuchar la verdad y lo que hoy se reclama a la mesa de La Habana es firmar el acuerdo que ponga fin a la guerra. Esa es la pre-condición para promover, construir y aproximarnos a la verdad, a la dignidad, la inclusión y  a una democracia sólida.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar