La Paloma

Bajo el supuesto de que se firme el acuerdo de paz –hecho que parece irreversible, así las Farc lancen una bomba atómica que destruya Bogotá- ¿en dónde están los recursos para financiar el postconflicto?

El costo para consolidarlo es cuantioso. La senadora Claudia López calcula que se requieren "al menos 93 billones de pesos en los próximos diez años", para que la paz sea cierta, estable, duradera y no una mera ficción teatral.

¿De dónde obtendrá el país todo ese dinero sin sacrificar el resto de inversiones sociales y de infraestructura –partidas aun deficitarias– para atender todos los requerimientos que se han y van acordando en la mesa de La Habana?

Lo que está claro y no tiene discusión lógica alguna, es que el postconflicto no se podrá financiar con el solo presupuesto nacional. Máxime cuando la bonanza energético–minera se desinfla, causando estragos en el frente fiscal, lo que genera destrozos en la inversión social. Con el agravante de que la industria y la agricultura son actividades agobiadas sobre cuyas espaldas no podría caer la mayor carga de tan pesadas andas.

Ante el sombrío espectro de recursos internos disponibles para asumir esta responsabilidad del gasto público, Santos empaca maletas para irse al viejo continente a implorar ayudas. Quiere que se le haga a Colombia una nueva versión del Plan Marshall, como lo hicieran los Estados Unidos para reconstruir a la Europa devastada después de la Segunda Guerra Mundial.

Pretende el presidente llenar la ponchera con dinero en vez de recibir golpecitos cariñosos en la espalda y declaraciones de amor almibaradas con las que hasta ahora lo han despachado los tacaños mandatarios europeos.

Corre, sí, nuestro pedigüeño presidente, la posibilidad de que la generosidad no se dé, puesto que como lo dice un reciente informe de la Universidad de Harvard, al referirse a nuestro conflicto bélico, "la comunidad internacional ha sido más efectiva en hacer compromisos que en cumplirlos". Y menos ahora protocolizaría su apoyo con abundantes euros cuando la vieja Europa está al borde de entrar en aguda recesión económica, adversidad que le impediría ser altruista con un país que como Colombia, ven lejano y con poco peso en la geopolítica mundial.

Así que la apuesta financiera para consolidar la paz no es de poca monta. Es un duro reto. Discutir sobre lo que pasará en Cuba es ya una majadería. A cualquier precio el pacto con la subversión se firmará. Lo importante es lo que sigue, la instrumentación del postconflicto. Ya la gracia no es "pintar la paloma, sino ponerle pico y que coma". De esto último dependerá que la paz dure y no sea flor de un día.

Si Santos vuelve con las manos vacías, o con recursos cicateros, o con préstamos onerosos y nuevos saludos a la bandera, la paz podría ser un sueño frustrado para convertirse en un postconflicto extraviado y delirante. Y así se malograría su empeño de obtener el Nobel de la Paz, propósito tan alucinante como su galimática Tercera Vía en lo económico.

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