Todos somos victimas

La realidad es que, de una u otra manera, en Colombia todos hemos sido víctimas de la guerra. Por más de medio siglo hemos vivido entre el fuego cruzado de los narcoguerrilleros, las autodefensas y el Estado, y nadie nos puede negar el derecho a declararnos lastimados y heridos.

Por décadas vivimos aterrorizados por la posibilidad de ser secuestrados o de que secuestraran a algún ser querido; (en nuestra familia secuestraron a tres y todos fueron asesinados). El pecado era tener dinero, o influencia política, o pertenecer a algún sindicato obrero o a alguna ONG, o trabajar para alguna multinacional, o ser ganadero, cafetero, arrocero, tendero, panadero, o dueño de cualquier negocito, o… cualquiera de las razones que existían para uno ser candidato de secuestro; crimen hoy llamado cínicamente, por las Farc, “retención”.

¿Quién no recuerda con dolor las trasmisiones radiales, a las 5 a.m., donde los parientes y amigos les enviaban mensajes a los secuestrados, rogando que quizá alguno de ellos los pudiera escuchar y recibir así algo de consuelo?

A muchos de los colombianos finqueros les fue imposible volver a sus tierras. Abandonadas quedaron las casas, los plantíos, el ganado. No fueron pocos los que todo lo perdieron. La extorsión, el boleteo y las vacunas cobradas por los diferentes grupos, convirtieron en víctimas de los grupos armados a gran parte de la población colombiana.

Pero, sin lugar a dudas, fueron los campesinos los más afectados. !Cuánto han sufrido! No creo que haya uno solo de ellos que no sea víctima de este conflicto. Si no perdieron sus terruños, fue muy alto el precio que tuvieron que pagar para sobrevivir la violencia en el campo. A muchos les arrebataron no solo sus animales y cosechas, sino también se llevaron a sus hijos para el monte.

¿Cuántos millones de desplazados hay por esta guerra? ¿Cuántas fosas comunes, campos sembrados de minas, inválidos, desaparecidos? ¿Sabremos alguna vez la verdad? Su dolor es nuestro dolor. Ellos y nosotros, todos somos víctimas. ¿Qué colombiano no conoce a alguien herido o desposeído, durante esta guerra? ¿A quién no le mataron, secuestraron, torturaron o desaparecieron a un amigo, a un familiar?

Solo oír o ver las noticias era y es doloroso. Presenciar los atroces crímenes y masacres, los cilindros de gas, las bombas contra nuestros compatriotas, nos convirtió en víctimas presenciales.

Y, hablemos de los soldados. Cada uno de sus familiares y amigos es una víctima. Los padres de un soldado despiertan aterrados cada mañana cuando saben que su hijo o hija es parte de la guerra. Igual sienten los del muchacho o muchacha que les fue arrebatado por un grupo armado y lo saben carne de cañón en el monte.

Ningún colombiano ha sido inmune a lo ocurrido. Todos somos víctimas por los motivos mencionados y muchos más. Unos han sufrido muchísimo más, porque lo ocurrido les ha rozado la piel y el alma. Para ellos debe ser la mayor compensación. En los victimarios; los narcoguerrilleros, los paramilitares, en los que incendiaron el país con su odio, debe recaer la reparación del mal hecho. No deben ser ellos quienes acusen hoy, sino quienes pidan perdón.

PD: ¡Piedad Córdoba, víctima! ¡Caramba, esta mujer no se pierde una!.

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