Apaciguamiento no es sinónimo de paz

Uno de los 2.100 visitantes de pensamientocolombia.org que bajaron -gratuitamente- ‘Sofismas del terrorismo en Colombia’ envía este comentario: «Al leer su libro, me percato de que hay diferencias esenciales entre ‘Seguridad Democrática’ (SD) y ‘Apaciguamiento’. La primera es discurso íntegramente antiterrorista; el segundo pretende ‘entender a los actores armados, para negociar con ellos las diferencias’; la primera ofrece desmovilizaciones con penas alternativas; el segundo, cogobernar con los armados; la primera lucha por derrotarlos; el segundo cree que hay que reivindicar los esfuerzos y recompensar la lucha de los ‘rebeldes’ «.

La bigornia pretendió descalificar la doctrina de la SD diciendo que Uribe «no entiende el contexto en que se mueven los guerrilleros, porque piensa que no tenemos conflicto social y político armado, cuyas causas haya que debatir con las farc y sus amigos». Al contrario, mientras los apaciguacionistas buscaban al ahogado río arriba (pobreza y desigualdad), Uribe descubrió que las causas objetivas de la violencia eran la falta de acción, de persecución del Estado a los sujetos violentos. Por eso, cuando ellos se desmovilizan no pasa nada; porque ningún sector de la sociedad los considera sus redentores, defensores o personeros.

En ese contexto analizaremos la frase del presidente Santos: «Quienes no quieren la paz están enfermos mentalmente». ¿Se refiere, acaso, a una paz producto de la derrota o desmovilización de los violentos? ¿O, acaso, a una que resulte de negociaciones que incorporen a la Constitución (vía Asamblea Constituyente) el estrafalario programa ‘social y político’ de los terroristas?

Quien piense que una de esas dos vías no es apropiada para llegar a la paz, no es que necesariamente «no quiera la paz». Ambas formas fueron exploradas a fondo, una durante ocho y la otra durante cuatro años. La primera pone énfasis programático y presupuestal en perseguir a los terroristas (incluyendo en su lenguaje dicho calificativo); la segunda predica el apaciguamiento, es decir, acepta la definición que ellos dan de sí: «Somos una autoridad cuasiestatal -o paraestatal- con la que tendrán que debatir las políticas sociales y económicas».

El Centro de Pensamiento Primero Colombia (CPPC) agitó la consigna de reelegir a Uribe para «mantener el rumbo». Como la sentencia de la Corte malogró el propósito, acompañamos a Santos. «Si fue Ministro de Defensa de Uribe, es un guerrero de la Seguridad Democrática», presumíamos. En las primeras de cambio, el candidato abandonó el redil, se rodeó de figuras del ‘apaciguacionismo’ y adoptó una plataforma y un lenguaje ‘naranja’. Cuando nuestros electores comenzaron a abandonarlo, él corrigió el rumbo. No me consta si el candidato dejó consignada una cláusula de reserva con sus verdaderos mejores amigos, los apaciguacionistas, consistente en que, una vez elegido, regresaría a sus tesis y prácticas. En cualquier caso, su gobierno sí abandonó el rumbo: las ideas, palabras y modales del ‘caguanismo’ son las que hoy le aplauden los enemigos de la SD.

Uno puede hacer de su capa un sayo. Pero no hay necesidad de que trate al otro de ‘orate’. 1) A pesar de las diferencias, nosotros siempre fuimos respetuosos con los adalides de la ‘solución negociada’ (ver en El Espectador, febrero del 2003, ‘¿Por qué estuvimos en la otra orilla?’,http://bit.ly/lK9SkA; 2) Santos tiene puntos de referencia y comparación de primera mano, puesto que estuvo en ambos gobiernos y sabe que nadie en el gobierno Uribe era enemigo de la paz; 3) le consta que, en muchas décadas, nunca vivió Colombia algo más parecido a la paz que en el gobierno Uribe; 4) ¿qué mueve a Santos a abjurar de las ideas de quienes lo eligieron?, ¿son las convicciones o es el temor al qué dirán Semana, Caracol y las oenegés de la bigornia?

José Obdulio Gaviria
Eltiempo.com
Mayo 25 de 2011
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