Pulso ideológico

El ex presidente Álvaro Uribe Vélez asistió a la audiencia de versión libre ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes para responder a los cargos que le han hecho sobre las supuestas chuzadas del DAS, pero no le permitieron dar su versión. Abogados de extrema izquierda del Colectivo Alvear Restrepo pretendieron someterlo a un ultrajante interrogatorio, con el argumento de privilegiar los derechos de las víctimas, en tanto que los miembros de la Comisión se acobardaron ante el riesgo de que la Corte Suprema de Justicia, juez natural de los congresistas y enemiga acérrima de Uribe, les abra una investigación.

 

No dejaremos de denunciar la persecución política de la que son objeto el ex presidente Uribe y sus ex funcionarios con el fin de desacreditar su obra de gobierno, desmontar sus políticas y destruirlo moralmente para que a nadie más se le vuelva a ocurrir hacer algo similar en la jefatura del Estado o en cualquier otro cargo.

Tiene Uribe dos pecados gigantescos: haber combatido a las guerrillas casi al punto de derrotarlas, cosa que no se alcanzó por el apoyo que reciben del extranjero, y el de haber concentrado tanto poder por la admiración que le tiene la gran mayoría de los colombianos. El primer pecado incluye el haberse atravesado en las intenciones de la izquierda internacional de apoderarse de Colombia. El segundo lo volvió objetivo de la clase política que detenta el poder. Esos viudos que nos convirtieron en una nación inviable —como Gaviria, Samper, Pastrana y tantos otros— terminaron unidos, moviendo los hilos de unos escándalos magnificados hasta el cansancio.

Uribe también le apostó a la lisonja de la ‘unidad nacional’ para evitar ese escollo: nombró a Serpa como embajador en la OEA; a Pastrana, en Washington, y a Samper, en París. Estrategia que no funcionó pero que de todas maneras estaba condenada al fracaso porque Uribe no estaba dispuesto a gobernar, como los demás, al estilo Lampedusa, simulando cambios para que nada cambie. Aquí termina vilipendiado el que cumple con su deber; reformar centenares de entidades oficiales solo deja enemigos.

Entonces, a diario nos repiten que el gobierno de Álvaro Uribe es “el más corrupto de la historia”, y machacan cuatro o cinco escándalos como el de las chuzadas del DAS. ¿No es esa entidad la que participó en el magnicidio de Galán, en 1989, poniendo las armas y ayudando a escapar a los sicarios? ¿No es al director de ese entonces, el general Maza Márquez, a quien se acusa de cambiar la escolta del candidato liberal para facilitar el crimen? ¿Eso es, por consiguiente, atribuible al presidente Barco?

En el año 2000 se destapó un escándalo idéntico de chuzadas del DAS. Se interceptaron sin orden judicial las líneas de Horacio Serpa, ex candidato presidencial; Piedad Córdoba, senadora; Jaime Córdoba, vicefiscal general; José Fernando Castro, defensor del Pueblo; Lucho Garzón, presidente de la CUT; Fabio Hernández, presidente de Asonal Judicial; Tarcisio Mora, presidente de Fecode; y periodistas como Roberto Posada García-Peña y Felipe Zuleta, entre otros (Expediente del chuzo-gate, El Tiempo, 08/08/2000).

Sin embargo, al tema se le echó tierra rápidamente. Nadie inculpó a Pastrana porque éste no pisó callos: dividió el país entre las Farc, los ‘paras’ y la clase politiquera, tridente de cuya mano come la gran prensa. Luego, los escándalos de otras épocas no son atribuibles a los gobiernos sino que se trata de responsabilidades individuales; pero cualquier irregularidad ocurrida en el gobierno de Uribe es necesariamente monstruosa y planeada en el propio despacho presidencial. Estamos en medio de un pulso ideológico cuyo resultado marcará el futuro de Colombia.

Saúl Hernandez

Elmundo.com

Junio 20 de 2011

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