A cascarle, machito

Sobre la agresión física del 'Bolillo' a su acompañante, después de una noche de tragos, debiera bastar con decir que la conducta es censurable desde todo punto de vista, que no hay justificación alguna, y que lo único positivo que podría quedar de todo el asunto es la renuncia irrevocable a su cargo como técnico de la Selección Colombia. Si la conducta del 'Bolillo' es delictual o no, es asunto que determinarán los tribunales de justicia. La identidad y el carácter de la maltratada, aun en el misterio, son, esos sí, asuntos privados. Pero la golpiza es un asunto público y su salida de la Selección, también.


El abuso físico es de interés de todos por varias razones: porque el uso de la fuerza física, no sobra decirlo una y otra vez, sólo tiene justificación en razón de la legítima defensa o en cumplimiento de un mandato legal. Cualquier otro ejercicio de esa fuerza es reprochable y, en ciertos casos, perseguible por el aparato de justicia. Porque los maltratos a las mujeres reflejan que en ciertos sectores de la sociedad colombiana aun domina una cultura machista, denigrante y violenta. Para decirlo con todas las palabras, pegarles a las mujeres o justificar que se les pegue es de bárbaros, no de gente civilizada. El paso a la modernidad pasa por la condena a los maltratadores sin equívocos ni atenuantes. Porque las cifras de Medicina Legal muestran que el número de mujeres maltratadas en lugar de disminuir, aumenta cada día. La sociedad tiene que trabajar inequívocamente en protegerlas y en poner fin a semejantes conductas. Porque para evitar que tales abusos ocurran no basta con la persecución penal de los agresores. De hecho, la norma legal es un instrumento altamente ineficiente para el propósito de poner fin al maltrato a las mujeres. La sanción social a los abusadores sería muchísimo más efectiva en tanto que tiene mucha mayor capacidad de disuadir a los violentos que un aparato judicial paquidérmico, torpe y en el que las probabilidades de ser condenado son muy pocas, excepto que usted sea un militar o un exfuncionario del gobierno de Uribe.


Y ese es precisamente el punto: en el tratamiento al caso del 'Bolillo' hay un elemento pedagógico y ejemplarizante que es inevitable por su carácter de figura nacional. Si su renuncia es aceptada, el mensaje social será contundente: no importa quién sea el abusador, su fama, dinero, posición o poder, tendrá sanción por agredir a las mujeres. De paso, se mostraría a la comunidad internacional que la escala de valores de nuestra sociedad es la correcta: primero está la represión a los violentos y la protección de las mujeres y después los eventuales resultados de sus equipos de fútbol o los probables intereses económicos de sus dirigentes (no me creo ni por un instante que lo único que les interesa a los miembros de la Federación que han salido en la defensa del 'Bolillo' sea el fútbol). Colombia le apuesta al "juego limpio".


En cambio, si la conducta pasa impune, enviaremos el mensaje contrario: maltratar a las mujeres no tiene sanción. Vayan pues ustedes, machitos, a cascarles a sus parejas, que acá no sólo no pasará nada sino que habrá quien diga que ellas se lo buscaron.


Y tendremos la vergüenza internacional de que, por cuenta de la golpiza, cada vez que nuestra Selección juegue en el exterior haya quien recuerde lo violento de los colombianos y lo complacientes que somos con los abusadores.


 


Rafael Nieto Loaiza

El Colombiano, Medellín, agosto 21 de 2011


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