EL EMBELECO DE LA EXTREMA DERECHA

Con el presidente Juan Manuel Santos a la cabeza, y con la significativa excepción del Ministro de Defensa, desde el alto Gobierno se ha venido sugiriendo la existencia de una "mano negra", de una "ultraderecha", de una "extrema derecha" que sería responsable de ataques terroristas como el adelantado contra Fernando Londoño.

En todas las ocasiones (el carro bomba de Caracol, los petardos contra la familia Gómez Hurtado, el atentado al exministro Londoño, por ejemplo), las declaraciones de los funcionarios gubernamentales se han hecho en caliente, tras pocas horas de ocurridos los hechos, y cuando se enfrenta la posibilidad de que los responsables de las acciones violentas sean las Farc.

Al principio, cuando el Presidente afirmaba que lo que quiere la "mano negra" es "generar un ambiente de inseguridad para que la gente otra vez se sienta amenazada", se percibía un afán de Santos de minimizar los problemas de violencia y los desafíos de seguridad que enfrentamos.

Era la etapa negacionista, para usar una expresión que describe bien la fase en la que los adictos se niegan a reconocer siquiera la existencia de su enfermedad. Algo de ello queda, por supuesto, cuando apenas a unas horas del atentado a Londoño, y sin que pareciera pesarle los muertos y heridos, el Presidente se atrevió a sostener que "el país va muy bien, va por buen camino".

Después, cuando dijo que "la mano negra de la extrema derecha (es) la que no quiere que se repare a las víctimas, la que no quiere que se restituya a los campesinos", lo que Santos buscaba era poner a quienes no estaban de acuerdo con la ley de tierras y la ley de víctimas en el mismo nivel de los violentos y, de esa manera, deslegitimar tanto a sus contradictores políticos como las críticas a ambas leyes.

Ahora, aceptada de mala gana la crisis que vivimos, se quiere dar la sensación de que el Gobierno tiene información con la que no contamos los ciudadanos del común sobre el resurgimiento de grupos violentos de extrema derecha con gran capacidad de causar daño.

Negar que hubo en Colombia organizaciones violentas de extrema derecha sería una soberana tontería.

Ahí estuvieron campantes por mucho tiempo las autodefensas ilegales, los grupos "paramilitares", responsables de asesinatos de candidatos y congresistas de la izquierda, desde Bernardo Jaramilloa Jaime Pardo Leal.

Anticomunistas radicales, financiados por el narcotráfico, usaron los métodos guerrilleros para combatir a la insurgencia y no dudaron en acudir al terror para someter a la población civil de sus áreas de influencia.

Esos grupos quedaron desmantelados con el proceso de Ralito y la extradición de los recalcitrantes.

Hoy hay bandas criminales, compuestas en parte por quienes no se desmovilizaron, en parte por desmovilizados reincidentes y en parte por nuevos delincuentes.

Pero esas bandas están al servicio exclusivo del narcotráfico y dedicadas a la actividad criminal organizada y no tienen ninguna ideología o propósito político o contrainsurgente. De hecho, en buena parte del país están aliadas con las Farc.

De manera que no son los paras o las bacrim la "mano negra", la "extrema derecha" a la que el Presidente se refiere.

¿Quiénes son entonces? ¿Hay algún nombre del grupo violento o de los individuos que lo conforman? ¿Algún documento que hable de su doctrina o fundamentos ideológicos? ¿Tiene el Gobierno información de inteligencia que soporte sus afirmaciones? ¿O la Fiscalía? ¿Hay al menos una prueba de su existencia?

En Colombia, hoy solo las Farc pueden organizar operaciones terroristas tan sofisticadas como la de la bomba lapa contra Londoño.

Y solo ellas tienen tentáculos para poner un explosivo contra el expresidente Uribe en Buenos Aires.

La cosa es contra Uribe y contra el uribismo y si el Presidente no se pellizca y deja el embeleco, quizás el próximo no se salvará de milagro, como el afortunado exministro Fernando Londoñon.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar