¿Perdón y olvido?

Los políticos aprueban el marco para la paz. El ciudadano común lo mira como una oferta de impunidad a terroristas. Los militares no entienden, están en la lona.

Preguntémoslo sin pasión: ¿qué espera el presidente Santos del "marco jurídico para la paz"? ¿Qué puerta les abre a las Farc? ¿Cómo lo ven los militares, los políticos y los colombianos rasos? Vale la pena despejar estos enigmas.

El Presidente considera, sin duda, que al diseñar los instrumentos de una justicia transaccional capaz de suspender o rebajar penas y abrir a los comandantes de la guerrilla la opción de insertarse en nuestra vida política, se crean las condiciones propicias para una negociación de paz. ¿Qué lo lleva a considerar que hoy es factible esta opción? Pragmático como es, debe pensar que las posibilidades de triunfo por la vía armada no existen ya ni para el Estado ni para la guerrilla, de modo que el diálogo en busca de un acuerdo de paz sería la única salida. Santos confía en su astucia de jugador de póquer para no ser engañado por la guerrilla. Tal es su carta.

Las Farc, de su lado, ven que hoy una desmovilización concertada puede abrirles una vía inédita hacia el poder, a condición de reconocérseles que son, dentro de un conflicto armado, fuerza beligerante y no terrorista y que sus comandantes, eximidos de sanciones penales, tendrían derecho a ser elegidos. Esta salida, descartada por ellos cuando sólo creían en las armas como vía hacia el poder, se sustenta hoy en dos nuevos factores que les son favorables, uno hemisférico y el otro local. El hemisférico es la comprobación de que líderes que comparten su ideología, como Chávez, Correa, Evo Morales o Daniel Ortega, han llegado al poder por la vía electoral y desde el poder buscan imponer un modelo socialista similar al de Cuba.

El factor local, no bien conocido por los colombianos, es la fuerza adquirida por los brazos políticos de las Farc y, con la plata del narcotráfico, su astuta infiltración en el Poder Judicial, en sindicatos, universidades y medios de comunicación. Sus "opsic" (operaciones sicológicas) cubren blogs, tuits, redes sociales, foros, marchas patrióticas, asonadas, paros cívicos, etc. Que estas acciones pueden permitir a sus aliados llegar al poder lo demuestran los triunfos electorales alcanzados en tres sucesivas elecciones en Bogotá.

Ahora bien, para forzar diálogo con el Gobierno, las Farc, en vez de gestos conciliatorios, cuentan más con el clima de incertidumbre creado en muchas regiones del país por las diarias acciones terroristas de sus bien camuflados milicianos bolivarianos. Su nueva inquietante demostración de fuerza ha sido el atentado que estuvo a punto de acabar en Bogotá con la vida de Fernando Londoño. Realizado con la maligna orfebrería propia de la columna Teófilo Forero, obedece a su fórmula estratégica de que a mayor presión mayor concesión (obtenida del Estado e incluso de una sociedad civil atemorizada).

Entre tanto, ¿qué piensan del marco para la paz políticos, militares y ciudadanos rasos? Los políticos, cuyos intereses se mueven a la sombra del poder, lo aprueban. Lo vimos en la aplastante votación de la Cámara el mismo día del atentado terrorista. Lo que el ciudadano común, sea vendedor ambulante, taxista, oficinista o empresario, mira como una inadmisible oferta de impunidad a terroristas cuyas principales víctimas son hombres, niños y mujeres de la población civil, ellos, nuestros políticos, lo presentan como un triunfo de la paz. Y todavía se preguntan quién quiso matar a Fernando Londoño. Los militares, de su lado, no entienden nada. Están en la lona. "Perdón para los terroristas -me decía un oficial- y para nosotros, suspendido el Foro Militar, todos los riesgos de ser víctimas de una manipulación judicial: ¿para qué combatir?".

Miremos, pues, esta realidad sin dejarnos seducir por cantos de sirena.

Los políticos aprueban el marco para la paz. El ciudadano común lo mira como una inadmisible oferta de impunidad a terroristas: los militares no entienden, están en la lona.

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