María Ángela Holguín es muy lista

"¿Por qué ese extraño trasbordo hacia la orilla enemiga? ¿Por qué su alianza incondicional con el chavismo?"

El general Arévalo Méndez, fiel escudero de Chávez, embajador de Venezuela en Argentina, supo del nombramiento de la directora de la oficina de la CAF en Argentina, María Ángela Holguín, como canciller, el 27 de junio. Ni corto ni perezoso movió fichas y, el 28, uno de sus sabuesos cenó con ella. Al calor de unos Chardonnay, Holguín se sinceró con el espía: dijo que admiraba al caudillo de la revolución bolivariana; que quería que la recibieran en Caracas y hasta extendió invitaciones informales para la posesión de Santos.
Un memorando de Arévalo al canciller Maduro, fechado el 29 (que obra en mi poder), hizo sonar campanas de júbilo en Casa Amarilla y Miraflores. Santos había pedido a Holguín prudencia, pero daba vía libre para declarar a Colombia como la nueva mejor amiga de Chávez.
¿Por qué ese extraño trasbordo de María Ángela Holguín hacia la orilla enemiga? ¿Por qué su alianza incondicional con el chavismo?
Ella es experta en el arte del camuflaje y la mimetización. Como es tan lista, lo mejor sería atender la recomendación de Mutis y dejarla "transitar al margen de nuestros asuntos". Pero no va a ser posible.
Lo de Paraguay y su silencio sobre el reciente Foro de Sao Paulo nos hacen topar otra vez con ella.
Sus artes de prestidigitadora brillaron en mayo del 2006, cuando fungía como embajadora ante las Naciones Unidas. Fue el personaje central del artículo de carátula de la revista Cambio, 'Cocina diplomática'. Y aunque le dedicaron ese certero título y la pusieron en el papel de guisandera mayor, su carrera, al contrario de acabarse, le permite fungir hoy, al lado de Maduro, como la "adalid latinoamericana contra la derecha uribista".
En el 2006, Holguín, que era embajadora en Caracas, pidió traslado a la ONU. Se lo concedieron. Ya en Nueva York, les hizo la vida imposible a los funcionarios que encontró, pues necesitaba los puestos para unas (sus) amigas, a las que revista Cambio llamó "su propia cuadrilla".
Movió cielo y tierra y denigró tanto de los funcionarios, que la canciller Carolina Barco se quejó ante el Presidente: "Eso en la embajada parece una cocina". Barco se refería a todos los actores del affaire, incluida la embajadora Holguín.
El artículo de Cambio se publicó el 16 de mayo, doce días antes de las elecciones en las que Uribe buscaba la reelección y Carlos Gaviria -candidato presidencial de la alianza del Polo con Ernesto Samper- estaba seguro de que lo iba a derrotar.
De hecho, Holguín renegó de Uribe para ayudar al candidato de su jefe político de siempre, Ernesto Samper. Al suscitar semejante escándalo en revista Cambio, Holguín actuó como una quintacolumnista. Si aplicamos la enseñanza evangélica de que "por sus obras los conoceréis", habría que decir que sus desabridas referencias a Uribe pretendían "parar" la reelección. Hoy, cuando la conocemos mejor, no es suspicacia suponer que actuó como una burócrata suicida empeñada en derrotar a la "derecha uribista" y favorecer la causa "izquierdosamperista".
Uribe ganó sobrado en primera vuelta. Ni antes (como lo buscó la embajadora para 'victimizarse') ni después (como lo merecía) se la declaró insubsistente. Tampoco ella presentó renuncia. Pero inventó una leyenda heroica sobre su salida como 'indignada', que es hoy una "verdad universal e irrefutable". ¿Qué pasó realmente? En julio del 2006 renunció Pastrana a la embajada en Washington. En el remezón, Uribe trasladó a Holguín de Nueva York a París. En lugar de agradecer, maldijo. Dio un portazo y se fue furiosa. Días después pidió cacao y por eso terminó en Argentina, donde la encontraron Santos y Chávez, en el 2010, a su entera disposición.

Artículo de José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 03/07/2012

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