Las mentiras de Santos (1)

El 28 de octubre se realizó la Asamblea Nacional del Partido de la U. El ex presidente Álvaro Uribe presentó reflexiones bastante críticas pero respetuosas al gobierno de Santos. No fue ese el tono ni mucho menos la forma utilizada por el presidente para responder a su antecesor, a quien calificó de “rufián de esquina” que venía al partido a imponer su voluntad para demostrar que es “el que manda en el barrio”. Catalogó la presencia de Uribe en ese certamen como de “doble moral”, pues llegaba a “hacer votos de fe y a rasgarse las vestiduras” cuando en verdad “debajo del poncho”  preparaba “una puñalada trapera contra nuestra colectividad”.

 

Santos está nervioso, lo prueban los groseros epítetos lanzados. Todo porque se ha desnudado su voltereta, esa sí de una doble moral incuestionable, y esa sí una puñalada trapera a la voluntad de nueve millones de votantes que fuimos engañados. Pero más allá de la forma, su discurso contiene un sartal de falacias y mentiras, no menos de ocho de gran calado. En este y artículo examinaré la primera –sobre el partido de la U- y en uno próximo comentaré las demás.

 

Santos afirmó que fue él quien lo gestó en compañía de unos pocos amigos, y que en el Palacio de Nariño, “no estaban muy de acuerdo con la creación del Partido de la U.” Hay que ser muy caradura para sugerir que no fue Uribe quien directamente instó a los dirigentes de los distintos sectores que lo apoyaban –excepto el Partido Conservador- a crear la nueva organización. Estos grupos eran principalmente el Nuevo Partido, Cambio Radical, Colombia Democrática, algunos dirigentes de origen conservador,  y el grupo de líderes liberales que había llegado después de las elecciones de 2002, del cual hacía parte el señor Santos.

 

Miente Santos cuando se adjudica la autoría del nuevo partido con el que, en sus palabras, “rompimos 154 años de bipartidismo”. Lo mismo que cuando cobra como suyos los triunfos electorales de 2006 y 2010. Santos es un personaje demasiado insignificante para provocar semejantes vuelcos. La gran transformación en el Estado y la política colombiana la produjo Álvaro Uribe Vélez, sin discusión. Recibir un país que muchos consideraban inviable, fallido, derrotado, y convertirlo en la Colombia erguida, esperanzada y en vía de progreso de hoy se debe a su visión y su empeño.

 

Del mismo modo el realinderamiento político de Colombia lo produjo Uribe, con una disidencia que en 2002 derrotó al liberalismo (en el cual militaba el señor Santos entonces) y al conservatismo, y en 2006 y 2010 ratificó sus amplias mayorías, bajo las banderas de la U que el pueblo –al menos hasta hace dos años- identificó unánimemente como la sigla del partido de Uribe. Santos habló de falacias en su discurso. Pero la gran falacia es que pose de ser el renovador de la política colombiana. Si de algo quisiera ufanarse sería solamente de haber tenido la perversa habilidad de infiltrarse en las filas del uribismo, para después dar el viraje y querer colocarlo a los pies de los mismos políticos tradicionales que dice que derrotó. ¿O es una gran renovación haber revivido en su gobierno a partidos escuálidos, como el Liberal y Cambio Radical, que estaban al borde la extinción hace solamente dos años? ¿Ha sido una gran revolución política revivir a cadáveres insepultos como ciertos ex presidentes que hoy son sus mentores y socios de gobierno? 

 

Falsedad mayúscula es también la descripción de Santos sobre el alinderamiento ideológico del partido de la U. “Yo les decía –explicó Santos en su discurso, refiriéndose a sus compañeros en la fundación de la U-: aquí hay una gran oportunidad de aplicar unas tesis que yo he venido sosteniendo y defendiendo hace mucho tiempo, las tesis de la tercera vía…”. Es necesaria una breve digresión de algo de lo cual soy testigo de excepción en este particular.

 

El Partido Social de Unidad Nacional, o de la U, nació en la segunda mitad de 2005. No tuvo una plataforma ideológica en su primer año. Después de las elecciones de 2006, comandado entonces por los senadores Luis Guillermo Vélez y Marta Lucía Ramírez se decidió dotarlo de ese elemento crucial, para lo cual se conformó una comisión en Antioquia, de la cual hice parte, en compañía de los doctores Antonio Yepes Parra, Jaime Restrepo Cuartas y Alfonso Monsalve Solórzano, entre otros. Discutimos y acordamos un proyecto que tuve el honor de redactar en su versión final y que fue remitido a la dirección nacional. Fue presentada en la Primera Asamblea de la U, por Jaime Restrepo Cuartas, a principios de 2007. Ninguna otra propuesta existió en todo ese tiempo. Fue adoptada prácticamente sin modificaciones, hasta 2009, cuando sufrió un cambio de fondo. En todo caso, para ser objetivos, nunca se le dio mayor trascendencia a estos asuntos teóricos en el partido.

 

La plataforma aludida establecía de manera clara: “El partido recoge las ideas fundamentales de Uribe y las incorpora en su cuerpo doctrinario, a la vez que se declara abierto a los aportes de las más avanzadas corrientes del pensamiento del mundo y del país.” En consecuencia, detallaba el carácter del partido como de centro (no de centro-izquierda, al estilo de la tercera vía, sino de centro a secas), y el modelo de Estado, de economía y de sociedad que buscaba, encarnado en las tesis uribistas de Seguridad Democrática, Estado Comunitario, País de Propietarios, entre otras. De ninguna manera los postulados obedecían a una línea santista identificada con la “Tercera Vía”. Lo que sí es cierto es que más adelante, a medida que se acercaba la campaña electoral de 2010 y Santos imponía su poder adentro, logrando inclusive que Luis Carlos Restrepo tuviera que renunciar a la dirección, se introdujeron ajustes de consideración. El hecho es que la plataforma oficial actual, aprobada desde 2009, borró por completo la mención de Uribe y su doctrina como eje del partido.

 

Finalmente vale señalar que el mismo señor Santos, que se vanagloria de haber abandonado el liberalismo hace siete años para entrar al uribismo, fundar un nuevo partido, y dizque demoler el bipartidismo, ahora la emprenda contra Uribe porque en su opinión quiere dividir a la U y fundar un nuevo partido. Fue bueno hacerlo hace siete años, cuando era él (supuestamente) el protagonista. Ahora es malo, porque es contra él, contra la agrupación que manipula y domina con pegajosa mermelada. Hace siete años dizque se trataba de “fundar un nuevo partido para darle a Colombia y a la política colombiana una inyección de entusiasmo, de optimismo y de visión de futuro”. Ahora intentarlo de nuevo es buscar “partidos hechos a la medida, que se acortan o se alargan, se colorean o se destiñen al ritmo a las necesidades del caudillo o del mandamás de turno…”  Esa sí es doble moral, sin atenuantes.

 

Por eso, muy al estilo chavista  de “exprópiese”, para bloquear la salida de parlamentarios de la U y otras colectividades con el fin de fundar una nueva vertiente política, el señor Santos ordenó en la Asamblea del domingo: “Por eso no quiero que se apruebe, amigos del partido, señores senadores, esa proposición del transfuguismo. ¡Hundamos eso en el Congreso! Ni tampoco esa escisión de los partidos. ¡También hay que hundirla!” Claro que él dizque no es el “mandamás de turno”, ni fue al evento como a un pugilato ni “como un rufián de esquina a demostrar que soy el que manda en el barrio”. Claro que no…

 

Santos cree que resuelve el problema con medidas administrativas, implantando en la U una disciplina para perros. Pregona, al igual que lo hizo el senador Plinio Olano, que las discrepancias deben resolverse dentro del partido; pero Santos, al igual que la mayoría de la bancada de la U hacen oídos sordos a cualquier insinuación de Uribe sobre la marcha del gobierno o los proyectos a consideración del legislativo. Es entendible el juego democrático dentro de un partido cuando existe identificación en sus principios y postulados básicos. Pero cuando éstos han sido abandonados por la mayoría de la cúpula dirigente, como en este caso, no es procedente permanecer bajo sus toldas ni acatar sus dictámenes.

 

Esa es la “encrucijada en el alma” que enfrenta el uribismo en el momento. ¿Es prudente seguir dentro de la U, cuando se imponen por su alta dirigencia y bajo los halagos presupuestarios, políticas que a todas luces contradicen los planteamientos doctrinarios originarios de esta corriente? La inmensa mayoría de las bases de dicho partido están clamando por una nueva agrupación política que retome el rumbo perdido. La orden del “mandamás” fue terminante: no habrá salida en el Congreso al “transfuguismo” ni a crear nuevos partidos escindidos de los actuales. No queda más alternativa que configurar un nuevo movimiento de ciudadanos, por medio de firmas, para presentar a su nombre listas al Congreso en marzo de 2014, y luego en coalición con otras fuerzas postular un candidato presidencial.

 

El ex presidente Uribe ha sido cauteloso y prudente en esta materia, con razón. Debía hacer el mayor esfuerzo por enderezar la U de su equivocada senda, pero sus esfuerzos han sido estériles. Llamó a sus directivas y bases, en la Asamblea del domingo  a “que no se desconozcan las ideas que inspiraron su creación”, pero su clamor cayó en saco roto. La respuesta de Santos, el verdadero jefe del aparato partidista, repicada a pie juntillas por la mayoría de sus congresistas, es de bloquear cualquier salida razonable en su seno.

 

Hemos escuchado del ex presidente Uribe inquietudes válidas sobre los riesgos y limitaciones de conformar un nuevo partido. En la Asamblea de la U descartó agrupaciones clasistas o populistas, pero defendió las de composición amplia y fuerza doctrinaria. “Se requiere de partidos incluyentes, con trabajadores y empresarios, ajenos a los odios de clases, regidos por la solidaridad. Deben ser guiados por principios, que a su vez sean aplicables, esto es, por convicciones e ideales, pero no por simple retórica. Las visiones pragmáticas deben respetar los principios.”

 

La política tiene resuelto cómo encarar distintas batallas: con diferentes herramientas o vehículos. ¿Cuál fue la experiencia de los últimos años? Se creó el partido de la U, porque era necesario en su momento para darle salida a la naciente corriente uribista, absorbiendo personas provenientes de los tradicionales o ciudadanos independientes. Pero eso no impidió que la candidatura presidencial de 2006 fuera de coalición, que el candidato –que fue el mismo Uribe- se inscribiera por Primero Colombia, y recibiera el respaldo de otras agrupaciones políticas. La creación y existencia de la U tampoco estuvo en contravía del funcionamiento de una coalición de gobierno en los años de la Seguridad Democrática, sino que fue su soporte.

 

Lo mismo es previsible hacia delante. Una nutrida masa de colombianos no nos sentimos representados en ninguna de las colectividades existentes. El cuerpo doctrinario del uribismo que profesamos, exige la configuración de una entidad política definida, con su propio perfil, lo que no niega coincidencias en algunos puntos con otras fuerzas para enfrentar determinados retos comunes, como ir en coalición a la elección presidencial.

 

Faltaría por definir simplemente si la denominación de Puro Centro Democrático es la del partido o la de la coalición. Preferible que sea la del partido, pero ese es un tema circunstancial. Lo crucial es que Uribe de la señal de arranque para el partido. Millones de compatriotas lo estamos esperando.

 

* Director del Blog Debate Nacional del Centro de Pensamiento Primero Colombia (CPPC)

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