La acechanza de los extremos

Nuestra democracia está perdiendo la legitimidad que había ganado en los años del gobierno Uribe. A ello concurren dos hechos: La corriente de pensamiento que encarnó el presidente Uribe en el año 2002, y que eligió a la mayoría del congreso y al presidente de la república en 2010, hoy tiene tan solo a dos o tres congresistas de su lado y tiene, en el presidente que eligió, su mayor contradictor político. Pero, además, la aplicación misma de las ideas perdedoras ha significado una carga de profundidad contra nuestra democracia, pues ellas van en la dirección de claudicar frente al terrorismo y tramitar los asuntos del estado con los violentos, dizque porque así se llega a la paz.

Es en este contexto de debilitamiento de la democracia que se adelantan los diálogos de paz con las FARC, en virtud de los cuales se les ha otorgado una legitimidad política que ninguna democracia respetable como la nuestra le debió conferir, y que está llevando al fortalecimiento de sus capacidades militares. Y es en esta coyuntura también, que Santos adelanta su campaña a la presidencia, la cual yo no llamaría de reelección, pues esta sería la primera vez que se presentaría a una elección con sus propias ideas, con lo cual tendría su única oportunidad de ser presidente de la republica legítimamente. Por lo tanto, de un jugador temerario como él, es de esperar que se juegue sus restos con la paz, y le deje, por esa vía, el camino allanado a las FARC para que se tomen el poder en el 2018. Un acuerdo de paz que signifique el cogobierno en el próximo cuatrienio, la compra de votos masiva por parte de la marcha patriótica con los dólares de Chávez y de las FARC, más la respectiva dosis de violencia hacia quienes nos quedemos haciendo oposición democrática por parte de las estructuras que no se desmovilicen, sería la fórmula para acabar con doscientos años de vida republicana.

Pero en este estado de cosas no solo el extremo de la izquierda acecha, también el de la derecha. Puede ocurrir que en el país, ante el peligro inminente del yugo castro-chavista, surja un liderazgo al estilo Pinochet o Fujimori, que termine poniendo en riesgo nuestra democracia. Las coyunturas políticas no siempre producen el líder correcto, a menudo ocurre lo contrario, por eso la historia está poblada de Hitleres y Chaveces.

Es urgente pues para nuestra democracia retomar el rumbo en el 2014, desde el congreso y desde la presidencia de la república. Más tarde puede ser demasiado tarde. Esa batalla la podría dar el mismo presidente Uribe a la cabeza de una lista al Senado con sus cien candidatos y su candidato a la presidencia. Lo que está en juego es la democracia, por eso es necesario elevar el nivel del debate político con unos candidatos que tengan la capacidad de llegar hasta el último ciudadano de sus regiones con un discurso que contenga la doctrina Uribista enmarcada en los más profundos valores democráticos.

Lleras Camargo decía, a propósito de la ataraxia y la abulia política que advertía en su tiempo, que a pesar de la violencia que se produjo en el siglo XIX, echaba de menos que la gente de esta época era capaz de morir por una idea. Menos mal no vivió para ver cuánto más se habrían de degradar las costumbres políticas. Hoy nos corresponde, a todos los que de alguna forma ejercemos la actividad política, sembrar valores democráticos en el electorado. Solamente cuando los colombianos estemos dispuestos a morir por la idea de la democracia, la habremos salvado. Aquellos políticos que continúen pidiendo el voto a cambio de una dadiva, tendrán que competir con la marcha patriótica, y en ese terreno, creo que a nadie le alcanzará el dinero para derrotarla.

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