Caraduras

Los marxistas aprendieron hace tiempo que el lenguaje es una herramienta vital en la lucha política. Desde entonces se han vuelto expertos en su manipulación. Con persistencia, se apropiaron de conceptos que tiene valor intrínseco, como la ‘lucha contra la pobreza’.

Aunque los hechos demuestren el triunfo global del capitalismo en la generación de mejoras sostenibles en el nivel y la calidad de vida de la mayoría de los ciudadanos, aún hoy la izquierda se ufana de un supuesto compromiso con los pobres y a la derecha se le acusa de procurar sólo el bienestar de los ricos. Que incluso China haya tenido que sumarse al capitalismo para sacar a centenares de millones de ciudadanos de la indigencia y que Corea del Norte y Cuba sean ejemplos de pauperización de sus sociedades, son hechos que terminan siendo irrelevantes.

Como irrelevante es que Chávez en Venezuela haya arrasado con la economía y que un país con ingresos multimillonarios por su petróleo esté al borde del colapso. La devaluación del viernes es solo el primer paso para evitar la bancarrota. En fin, para el grueso de los marxistas lo importante no es la realidad, sino el discurso, el relato, la narrativa que se hace sobre ella.

Las Farc son expertas en el asunto. Desde hace tiempo vienen martillando la idea de que los secuestrados son “retenidos” y de que los guerrilleros detenidos son “prisioneros de guerra”. Ahora dicen ser ellas las víctimas del conflicto y no crueles y desalmados victimarios. Y como perla, hace un par de días en La Habana un jefe guerrillero, con toda la delegación encabezada por ‘Iván Márquez’ haciéndole la corte atrás, no tuvo reparo en sostener que encadenar por seguridad cuando se traslada a ‘Simón Trinidad’, es una flagrante violación a los derechos humanos y atenta contra su dignidad.

Sí, leyó bien, las mismas Farc que secuestran y asesinan civiles, las mismas Farc que encerraron en campos de concentración a los militares y policías tomados como rehenes, las mismas Farc que para moverlos por la selva los encadenaron unos a otros por el cuello, como en las épocas más infames de la esclavitud, que los privaron de alimento y que nunca permitieron que fueran atendidos por la Cruz Roja, ahora tienen el descaro de sostener que el trato que se le da a ‘Trinidad’ es violatorio de los derechos humanos.

Y no les bastó con eso. Agregaron que los guardianes del Inpec son “sicópatas dedicados a torturar prisioneros de guerra y prisioneros políticos” y que era “miserable y criminal” el trato del Estado a los detenidos de las Farc a quienes, pobrecitos, “estigmatiza como terroristas”. Es cierto que las cárceles colombianas son un desastre y el hacinamiento es insoportable. Pero no sobra recordar que los guerrilleros detenidos tienen alimentación y salud, visitas conyugales, comunicación con el exterior, lecturas y estudio y la oportunidad de acceder a beneficios que pueden acortar su condena de manera sustantiva.

Y que terrorista es quien comete actos de terror para conseguir sus objetivos y es narcotraficante quien negocia con drogas ilícitas. Los comandantes de las Farc son terroristas y son narcotraficantes. Y criminales. El Gobierno les ha concedido una mesa de negociación y que se permita su reinserción a la sociedad. Las Farc no deberían abusar más de semejante concesión.

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