Carta al Foro Agropecuario

Pero el mayor peligro es lo que se otea en el futuro inmediato, si la nación no reacciona y le hace frente con valor. Se trata de la singular “reforma agraria” que urden las Farc, en acuerdo con el gobierno, que tiene al menos dos componentes amenazantes.

Barcelona, España, abril 24 de 2013

Señor Ex Presidente Álvaro Uribe Vélez,

Señores  conferencistas invitados,

Señores panelistas de los diferentes gremios del sector agropecuario,

Señores y señoras presentes en el evento:

Lamento que –por razones de orden familiar- no pueda estar presente en este primer foro que organiza el periódico DEBATE junto con el Centro de Pensamiento Primero Colombia.

Deseo que el certamen sea exitoso y aporte luces para el futuro del sector agropecuario y del país, que enfrenta hoy uno de los mayores retos de su historia por las amenazas que se avizoran provenientes de La Habana.

La convocatoria del evento ha sido un acierto si se tiene en cuenta la coyuntura que atraviesa el país. Las explosiones de descontento en el campo en las últimas semanas, capitaneadas por los cafeteros, lo mismo que el tratamiento errático del gobierno, comprueban que la actual administración ha dejado el campo a la deriva mientras negocia su futuro con los peores verdugos de campesinos y empresarios agrícolas.

Las últimas cifras conocidas sobre el Producto Bruto Interno lo prueban fehacientemente. La industria y la agricultura, verdaderos soportes del progreso nacional, se encuentran en la estacada. Por enésima vez el gobierno anuncia fastuosos planes de choque, “nunca vistos en nuestra historia”, que ya sabemos que son cantos a la bandera.

El mayor motivo de vanagloria del gobierno Santos es su Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, catalogada casi como la cuota inicial de la “revolución por contrato” que atraería a las Farc a un acuerdo de “paz”. Vana ilusión. Las indemnizaciones a las víctimas se siguen otorgando con base en disposiciones del gobierno de Uribe: el año pasado el 96% tuvieron tal origen. Y si hablamos de restitución, en verdad no se han entregado sino unas decenas de hectáreas; las cientos de miles que pregona el Ministro de Agricultura son simples titulaciones de baldíos.

Lo único cierto de la ley de víctimas -valga la redundancia- es la incertidumbre creada con la inversión de la carga de la prueba en los procesos de restitución, que estimulará enfrentamientos y agudizará conflictos, hábilmente catalizados por organismos de fachada de los violentos que fungen de representantes de los despojados.

Pero el mayor peligro es lo que se otea en el futuro inmediato, si la nación no reacciona y le hace frente con valor. Se trata de la singular “reforma agraria” que urden las Farc, en acuerdo con el gobierno, que tiene al menos dos componentes amenazantes.

El primero es la intención de expropiar, al mejor estilo chavista e imitando lo que sucedió en Venezuela, supuestos “latifundios improductivos”, para repartirlos entre campesinos. Una suma incierta, pero que según las Farc no debe ser inferior a las 20 millones de hectáreas, compondría el objetivo, que sumado a predios decomisados a narcotraficantes y de otras procedencias, constituirían el Banco de Tierras del ambicioso proyecto.

Cuentan con el respaldo teórico de un conocido ex ministro de Hacienda, entre otros personajes, quienes afirman que esa transformación sería conveniente para el país pues el minifundio es más productivo que la gran propiedad. Esa falacia, que el desarrollo mundial ha derrotado sin misericordia, elevada a canon legal, sería la condena del campo colombiano al atraso irremediable. Como lo dije en reciente escrito, tanto como volver al sistema de “pico y pala” para las obras públicas. Los problemas de falta  de competitividad internacional que hoy nos agobian se multiplicarían y el país se hundiría en medio de la ineficiencia e improductividad.

El segundo componente, conectado al anterior, es la expansión de las “zonas de reserva campesina”, con autonomía plena, hasta una extensión cercana a las diez millones de hectáreas. La combinación de autonomía total, cultivos ilícitos como la coca, y presencia de grupos como las Farc –que conservarían las armas en el acuerdo que se fragua en Cuba-,  son el coctel perfecto para crear las bases de apoyo económico y militar de las fuerzas que aspiran a convertir a Colombia en una narco-república de corte chavista.

Los temas son enjundiosos. La situación es delicada. Motivos más que suficientes para el foro que ahora se inicia, cuyos valiosos aportes se convertirán en herramientas eficaces para que los colombianos salgamos avante de esta coyuntura.

Saludos y éxitos,

Libardo Botero C.

Director Periódico DEBATE

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