LA MARCHA Y VENEZUELA

Hay cosas que no tienen presentación, por decirlo suavemente.

Por ejemplo, que el presidente Santos salga a marchar de la mano de Piedad, de los comunistas y de la Marcha Patriótica (que nadie duda es auspiciada por la guerrilla), cuando su ministro de Defensa y el Director de la Policía afirman que muchos de los manifestantes fueron financiados por las Farc.

Por mucho que en La Habana haya negociaciones con los bandidos, sus actividades en Colombia siguen siendo delincuenciales y no queda bien que el Jefe de Estado camine a su lado.

Los "gestos de reconciliación" debe dejarlos para cuando se firme el acuerdo de desmovilización. Por esa misma razón, molesta que marche el Fiscal General, quien tiene por tarea constitucional perseguirlos.

Y no solamente molesta, sino que indigna, que ese día hagan formar a las unidades militares de Bogotá y les echen un discurso de adoctrinamiento. Eso es típico de los países del Alba, pero no recuerdo antecedente en Colombia y expele un olor descompuesto.

Puedo intuir el malestar en el Ministerio de Defensa y en el mando militar cuando recibieron la orden desde la Casa de Nariño. Para rematar, contribuye a enfriar el espíritu de combate. Difícil pedirles a soldados y policías que sacrifiquen su vida cuando el Presidente de la República envía semejantes mensajes.

Y a propósito del Alba, ¿por qué el afán de la Cancillería de reconocer el triunfo de Maduro? Ya había generado desazón ver a Santos haciendo guardia de honor al féretro del sátrapa y ahora, sin siquiera preservar las formas, se echa en brazos del chofer de bus al que le hablan los pajaritos.

No estamos en el Alba, pero vamos pareciéndonos.

Unasur, por otro lado, ha demostrado que solo sirve para encubrir las arbitrariedades de los gobiernos que lo forman. Los países de más raigambre democrática han terminado avasallados y haciéndoles juego a los de izquierda.

Esa declaración de reconocimiento a Maduro, el aval al CNE venezolano y la prisa por participar en la ceremonia de asunción, cuando hay gravísimas denuncias de fraude, prueba otra vez la tapadera mutua de pecados.

¡Cómo se echa en falta un líder capaz de defender los principios y valores democráticos… Porque es la democracia lo que debe defenderse.

Hay que aplaudir que, por fin, Capriles esté diciendo lo que todos sabíamos: hay fraude en Venezuela.

El registro electoral está inflado, con 19 millones de registrados para un país de 27 millones, y 150 municipios con más electores que habitantes. 540 centros de votación, con capacidad para medio millón de votos, no tienen testigos electorales ni posibilidad de hacer auditoría.

Hay millón y medio de cédulas inscritas con personas que nunca estudiaron y nunca cotizaron al seguro social, de las que el Estado no tiene ningún registro de su existencia excepto la cédula misma.

La tinta para marcar se supone indeleble pero en ciertos lugares se limpia con cloro.

Las reglas electorales favorecen al candidato oficialista, se usan los recursos del Estado sin ningún pudor para comprar votos y los 730 medios de comunicación oficiales (sí, ¡730…) para hacer campaña y atacar a la oposición.

Y el árbitro electoral, el CNE, es controlado descaradamente por el chavismo hasta el punto de que su presidente usa el brazalete oficialista, adelantó las elecciones de diciembre a octubre del año pasado para que Chávez aun estuviera vivo, avaló la presidencia interina de Maduro y ahora, cuando la oposición por fin se decidió a cantar el fraude, en menos de 24 horas lo proclama presidente.

Y a propósito, negarse a hacer el recuento manual, como sostiene la presidenta del CNE venezolano, solo demuestra que se está manipulando el sistema automatizado. La auditoría que Capriles aceptó no es igual y no da garantías.

Con la marcha y con Venezuela y con algunos casos por estos lares, de los que ahora no estamos tratando, está claro que Santos cambió de amigos. ¡Hay que ver los nuevos….

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