Maduro no dura

Me pregunto si será que el chavismo está dispuesto a entregar el poder así como así, en el caso de que la auditoría le sea desfavorable.

Comienza en Venezuela un gobierno exangüe y agónico. La gran pregunta ahora es cuánto va a durar el gobierno ilegítimo de Maduro y cómo se va a caer. Con una inmanejable crisis económica y social ad portas, una precaria gobernabilidad derivada de su origen fraudulento, una oposición cada día más fuerte y decidida y un ambiente internacional adverso, lo más probable es que no termine su período. Un referendo revocatorio en el 2016 es desde ya una opción viable para la oposición.

En efecto, son muchos los frentes críticos que el gobierno espurio de Maduro va tener que atender en forma simultánea, seguramente con poco éxito. En primer lugar, su propia ilegitimidad. Una diferencia tan estrecha de votación, como es el 1,7% de los sufragios, obliga irremediablemente a realizar un reconteo si el perdedor así lo exige. Ocurre en todas las democracias del mundo, y la legislación venezolana autoriza realizar esa auditoría. De ella depende despejar cualquier duda sobre la pureza del resultado y sobre la legalidad de la elección, si la auditoría es confiable y ofrece garantías de transparencia a la oposición.

Finalmente el Consejo Nacional Electoral decidió realizar esa auditoría, después de que Maduro en un primer momento la aceptó y al día siguiente la negó de plano, al identificarla con un intento de golpe de Estado, mientras el Tribunal Supremo afirmaba que era imposible hacerla. ¿Por qué finalmente la aceptaron? Me pregunto si será que el chavismo está dispuesto a entregar el poder así como así, en el caso de que la auditoría le sea desfavorable. No lo creo. Tal vez confían en que su fraude fue tan completo, que puede resistir una auditoría, o en que los reclamos de la oposición sobre ella los resolverá en última instancia el Tribunal Supremo, manejado por el chavismo. Así, al final del día habría un fraude avalado por una auditoría… sin garantías.

Las razones de Capriles para exigir el reconteo son poderosas: 535 máquinas electorales dañadas, que afectaron los votos de 180.000 personas; 280 centros de votación donde los testigos fueron retirados a la fuerza; 1.170 centros donde la votación de Maduro triplicó y hasta quintuplicó la anterior de Chávez; actos violentos en 390 centros; proselitismo ilegal en otros 420 centros; decenas de casos de inconsistencias entre las actas de escrutinio y las actas de totalización; en fin, más de 3.000 irregularidades documentadas que con certeza inclinaron los resultados a favor de Maduro. Según la oposición, si se realizara una auditoría  rigurosa, se evidenciaría que el fraude del Gobierno asciende a cerca de un millón de votos y que el verdadero ganador es Capriles.

El otro frente crítico para Maduro es dentro del mismo chavismo. Su pérdida de votos chavistas como candidato le ha restado autoridad ante la cúpula bolivariana, que lo aceptó a regañadientes solamente porque fue designado por Chávez, a quien a su vez se lo impusieron los dictadores Castro en Cuba. Y, en efecto, Maduro es una criatura y un títere de los Castro. Sectores menos procubanos, como el que lidera Diosdado Cabello, o dentro de la misma Fuerza Armada, lo mascan pero no lo tragan. Y renqueando electoralmente, menos. Cuando las crisis económica, social y de gobernabilidad se hagan irremediablemente más agudas, las pujas internas dentro del chavismo podrían arrastrar a Maduro, cuya falta de liderazgo y de capacidad política se hizo evidente en el curso de la campaña.

El frente económico y social va a ser explosivo dentro de poco tiempo. Con un precio bajo del petróleo, con una producción interna de petróleo que no sube, con el cierre de créditos internacionales, con deudas públicas interna y externa enormes, con un déficit fiscal catastrófico, Venezuela sufrirá cada vez mayor desabastecimiento y más incremento generalizado de precios en los artículos de primera necesidad. A esto se sumará mayor racionamiento de energía eléctrica, por la absoluta incapacidad del Gobierno para subsanar este problema. La inseguridad ciudadana seguirá siendo un problema galopante y tal vez se agrave en medio de la crisis. Esta situación plantea dos salidas: o revertir medidas que han ocasionado la crisis, como las nacionalizaciones, y abrirse a una economía de mercado; o huir hacia adelante, profundizando el modelo estatista y socializante. Cabello ya advirtió que Chávez era un dique de contención para la revolución y que ahora hay que acelerarla. Esto profundizará la crisis y precipitará la caída de Maduro.

Finalmente, está el frente externo. Estados Unidos, la Unión Europea y la OEA han condicionado el reconocimiento del Gobierno al reconteo de votos. México, Panamá y Chile se muestran distantes con Maduro. Si hubiera coherencia política, todos los países que firmaron la Carta Democrática Interamericana le exigirían a Venezuela garantías democráticas, la primera de las cuales es hoy una auditoría transparente y rigurosa de los resultados electorales. Pero en algunos gobiernos priman el oportunismo, la incoherencia y los intereses mezquinos. No obstante, a Maduro las dudas sobre su legitimidad le pueden cerrar muchas puertas a nivel internacional para manejar la crisis, y esto también puede acelerar su caída.

La actitud de nuestro gobierno en este caso ha sido al menos timorata. Como siempre, quiere encenderle una vela a Dios y otra al diablo. Al final se ganará la desconfianza de ambos y el rechazo de la mayoría de los colombianos que siempre hemos detestado el chavismo.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar