¿Acuerdo o manifiesto?

Nada es más deseable para el país que dejar atrás, definitivamente, el terrorismo que ha ensangrentado el suelo de Colombia y vestido de luto a miles de familias.

Por esta razón, el respaldo que tiene la idea de la paz es casi unánime. Pero, idéntico motivo hace que cada vez que se emprenda un nuevo esfuerzo para lograr este fin, mediante la vía política, este sea rodeado de escepticismo. Es natural.

Nada distinto puede esperarse cuando los grupos terroristas hablan de paz al tiempo que hacen violencia. Eso sucedió la semana pasada. La nación se conmovió, nuevamente, con el asesinato por parte de las Farc y el Eln de miembros de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía. Fueron ataques despiadados, inhumanos, demostrativos de una crueldad sin límites, que les arrebataron a más familias de servidores de la patria a sus nietos, hijos, esposos y padres. Los colombianos manifestaron su indignación, criticaron lo que fue una débil reacción del Gobierno frente a estos asesinatos y recibieron con muchos interrogantes las declaraciones afanadas de altos funcionarios pidiendo agilidad en las conversaciones de La Habana.

La verdad es que fueron unos días críticos, que incluyeron declaraciones de políticos afectos al presidente Santos, con tono apocalíptico. Y, de pronto, el anuncio de un acuerdo. No obstante que el Gobierno y las Farc conversan bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo esté acordado. En rueda de prensa se leyó un comunicado para informar a la nación sobre ese paso trascedental. A partir de ese momento, se le puso mucha música a la celebración, pero el jolgorio ha durado poco, porque empezaron a surgir reparos que son consecuencia de vacíos muy serios en lo que se les dijo a los colombianos.

En primer lugar, cuando se lee el documento por medio del cual se hicieron los anuncios, lo que se encuentra es un texto enunciativo de temas y buenas intenciones, al mejor estilo de las campañas políticas que van quedando en el pasado, toda vez que los ciudadanos reclaman concreción. No hay detalles sobre ninguno de los puntos, es decir, no se ha dicho qué fue lo que se acordó.

De otro lado, ahora es claro que se carece de entendimientos acerca de asuntos propios del primer punto. Y están lejos de ser aspectos menores. Se trata del latifundio, de elementos de las zonas de reserva campesina, de la minería, de la inversión extranjera y de las multinacionales. ¿Qué tal? Salvo mi corazón, todo está bien, como acostumbran decir los optimistas que se aferran con ilusión a la vida.

Finalmente, el inefable ‘Márquez’ pone la última puntilla, al hacer referencia a ‘salvedades puntuales’ que ‘tendrán que ser retomadas’. En conclusión, todavía no hay nada.

Adicionalmente, como ‘Catatumbo’ dijo en una entrevista que se publicó ayer que la reelección de Santos serviría para darle continuidad al proceso, es inevitable pensar que en los anuncios hay un tufillo político. La verdad es que, más que un acuerdo real, se trata de un manifiesto político.

Carlos Holmes Trujillo García

Exministro y exembajador

carlosholmestrujillog@gmail.com

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