Elogio de Fernando Londoño

La democracia liberal de Fernando Londoño es la que todos compartimos, aquella que reposa sobre un Estado de derecho que garantiza la propiedad privada y el orden público, que cultiva el  pluralismo de opinión, que exige una real división de poderes y una limitación de cada uno de éstos, que aspira a que el poder judicial respete escrupulosamente la Constitución y las leyes.

Fernando Londoño Hoyos fue un gran ministro del Interior y de Justicia en uno de los momentos más obscuros y difíciles de la historia del país. Reforzadas militar y políticamente por un inicuo y falso “proceso de paz” con el gobierno de entonces, las Farc se habían apoderado de medio país y estaban preparándose, a comienzos  de los años 2000, para dar el zarpazo final contra Colombia. Y muchos creían que  la única salida era la capitulación del Estado ante la guerrilla comunista.

Por fortuna, el presidente Álvaro Uribe Vélez, elegido en 2002, puso fin a esos diabólicos planes mediante a una nueva política de seguridad,  una reorganización de las fuerzas armadas y  un rearme institucional y moral que les permitió a las mayorías participar en los esfuerzos patrióticos contra los verdugos de Colombia. Como ministro del nuevo jefe de Estado,  Fernando Londoño fue uno de los creadores más audaces y brillantes de esa empresa de salvación nacional, gracias a la cual hoy podemos estar, diez años después, reunidos en este recinto del Club El Nogal tan cargado de simbolismo para la lucha antiterrorista.

Durante estos últimos ocho años, Fernando Londoño Hoyos ha sido, por otra parte, un periodista excepcional, uno de los mejores editorialistas del país, si no el más importante. El ha puesto su muy escuchado noticiero La Hora de la Verdad, de Radio Súper, al servicio del bien común y de las libertades. No hay un testigo más  lúcido e informado que él acerca de la lucha inmensa que libra Colombia, en muchos frentes y todos los días,  para preservar su soberanía, su modo de vida y para consolidar sus conquistas democráticas.

Como jurista, intelectual y periodista, Fernando Londoño Hoyos ha asumido posiciones valientes en todos los debates importantes del país. Fernando Londoño ha sido a la vez actor de ese combate tan noble destinado a desbaratar los designios totalitarios de potencias y agentes extranjeros que buscan reducir a la esclavitud y la miseria más abyecta nuestro libre y bello país.

Si ello no fuera exacto, si ese no fuera el combate que Fernando Londoño lleva con no poca abnegación, el acto solemne de hoy en Bogotá no tendría sentido.  Sin embargo, sí lo tiene y en grado sumo. El cobarde atentado que sufrió Fernando Londoño Hoyos el 15 de mayo de 2012 en Bogotá, a manos de las Farc, en el que él fue gravemente herido y en el que dos de sus guarda-espaldas y amigos perdieron la vida, y en el que fueron heridos más de 30 civiles, recordó violentamente al mundo entero  quien es Fernando Londoño Hoyos, y por qué Colombia debe estar orgullosa de tener un  luchador político como él.  Ese atentado mostró que las Farc han recuperado, desgraciadamente, la iniciativa ante la ausencia de una política de combate sin ambigüedades contra ellas. Ese atentado reveló a todos la dimensión profunda del difícil combate histórico que se juega en Colombia entre la libertad y el totalitarismo. Mostró cuán grande es nuestra soledad en un mundo que parece no querer entender este enorme desafío. Por eso la reunión de hoy es de importancia capital y sus conclusiones deben ser dadas a conocer a la comunidad internacional.

Empero, esta distinguida reunión no cumpliría del todo sus objetivos si no tratamos de poner en entredicho, aunque sea rápidamente, ciertos clisés que difunden los adversarios de Fernando Londoño Hoyos. Es verdad que él es una personalidad inclasificable. Es un espíritu libre e independiente que se mantiene al margen de  la baja cocina política para poder denunciar los abusos, señalar las carencias y advertir los peligros que vienen. Fernando Londoño es, intelectualmente hablando, un jurista riguroso sin ser intransigente, un patriota firme que no cae en sectarismos, un erudito de la historia colombiana que no llega jamás a ser pedante.

En mi modesta opinión, Fernando Londoño es un conservador que está lejos de ser un reaccionario. Al mismo tiempo, es un “progresista” que tiene la ventaja de saber que el igualitarismo y el colectivismo socialista llevan siempre a la confiscación de todo y a la violencia.

En otras palabras, Fernando Londoño es un demócrata liberal, pero no liberal en el sentido estrecho que solemos darle a esa palabra, sino como pudo serlo un Benjamín Constant, un Alexis de Tocqueville, un Jean-François Revel. Es decir, como alguien que  estima que la libertad económica es inseparable de la libertad individual, que la libertad de producir y distribuir es indisociable de la libertad de información.

Quienes presentan a Fernando Londoño como un conservador recalcitrante incurren en la más indecente falsificación.

La democracia liberal de Fernando Londoño es la que todos compartimos, aquella que reposa sobre un Estado de derecho que garantiza la propiedad privada y el orden público, que cultiva el  pluralismo de opinión, que exige una real división de poderes y una limitación de cada uno de éstos, que aspira a que el poder judicial respete escrupulosamente la Constitución y las leyes. Esa democracia liberal incluye, además, una buena dosis de pragmatismo inteligente capaz de aportar soluciones prontas a los desafíos de todo orden de una sociedad  abierta pero complicada como la colombiana.

Por eso compartimos el homenaje que se rindió hace 3 días a Fernando Londoño. Diciéndole al mundo que al atentar contra él, las Farc atacaron a todo un pueblo y a los mejores valores de ese pueblo. Y que la respuesta de éste a tal agresión será unitaria, masiva y permanente.

Deploro no poder terminar este artículo sin mostrar mi sorpresa ante un hecho: un mes y medio después del atentado contra Fernando Londoño, las autoridades colombianas no han logrado capturar a ninguno de los involucrados directa e indirectamente en ese horrible crimen. No sé siquiera si la instrucción de ese expediente avanza, pues las promesas de unas “prontas capturas” lanzadas por la Fiscalía hace varias semanas no han culminado en hechos. El gobierno, por su parte, parece haber olvidado ese atentado y la prensa da cuenta tan solo de hipótesis sin verificación. Esa situación no puede continuar. Los terroristas que ordenaron y realizaron ese atentado deben ser capturados y llevados a juicio.

Fernando Londoño debe ser protegido, así como su equipo de periodistas. La continuidad de La Hora de la Verdad debe ser garantizada. No se puede permitir que la barbarie terrorista destruya la voz valiente de hombres y mujeres libres. ¿Qué es lo que todo periodista puede esperar del Estado colombiano? Que garantice  la libertad de prensa y de expresión y que proteja la vida. ¿Y qué le pide el país a todo periodista? Que trabaje por la verdad y la libertad, que transforme esos principios en actos, así éstos sean modestos.

Albert Camus, quien era periodista y escritor, en su memorable discurso de 1957, al recibir el premio Nobel de literatura, dijo: “Sean las que sean nuestras dificultades personales, la nobleza de nuestro oficio descansa siempre en dos postulados difíciles de cumplir: el rechazo a mentir sobre lo que se sabe y la resistencia contra la opresión”. Camus agregó: “En todas las circunstancias de la vida, obscuro o provisionalmente célebre, bajo los grillos de la tiranía o libre por un momento para expresarse, el escritor puede reencontrar el sentimiento de una comunidad viva que lo justifica a condición de que acepte, en la medida de sus posibilidades, las dos exigencias que hacen grande su oficio: servir a la verdad y a la libertad”.

Creo que todos podemos pensar aquí que Fernando Londoño Hoyos, como abogado, ministro, periodista y escritor, estuvo siempre a la altura de esa exigencia.

El Mundo, Medellín, 8 de julio de 2012

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